Traducido del catalán para Rebelión por Lucas Marco
Bono le dijo a Obiang una gran verdad: «son más las cosas que nos unen que las que nos separan». ¿De qué nos escandalizamos? Las revueltas del Magreb ponen cada día más en evidencia la doble moral de los políticos occidentales, muchos de los cuales, en una situación ideal de justicia y transparencia, deberían ser llevados a los tribunales por corresponsabilidad con la corrupción y la violación de los derechos humanos que ejercen los Gaddafi, Mubarak, Ben Alí, Obiang y compañía. Es tanto el dinero que tienen, robado a su pueblo, con nuestra complicidad, y tantas y diversas las inversiones que hacen aquí, los sobornos, las ‘ayudas’ a través de fundaciones, compra de acciones o depósitos en cuentas bancarias más o menos detectables, que su poder dentro del mundo occidental es inmenso. Han comprado su impunidad y, pues, la voluntad de muchos de nuestros estadistas, de quienes, poco a poco, se va descubriendo el discurso fraudulento que practican. Hasta ahora los hay que empiezan a dimitir por viajes de vacaciones; esperemos que llegue el día que tengan que dimitir, también, por viajes oficiales. Si un día llegaran a demostrarse los beneficios económicos personales, de partido, y de gobierno, que se sacan, el asunto de los diamantes que Bokassa regaló a Giscard d’Estaing nos parecerá un juego de niños.
Hace falta investigar a fondo y denunciar las inversiones millonarias y las turbias operaciones de blanqueo de dinero de los sátrapas africanos en nuestros países para destapar la corrupción de nuestras élites. La consecuencia de esta trama político-financiera es la miseria de millones de seres humanos. La corrupción no es una simple práctica delictiva, más o menos perseguible por la ley. La corrupción es un sistema global de funcionamiento, permitido, diseñado y perfeccionado, día a día, por Occidente. La corrupción es el sistema. Los ingenieros de la corrupción somos nosotros, no los dictadores africanos. Nuestros paraísos fiscales favorecen la corrupción de los dirigentes africanos y la dramática pobreza de aquellas sociedades. La trama de corrupción global tiene el apoyo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que fomentan, directamente o indirectamente, muchas políticas económicas inútiles de ayuda y de cooperación. Secuestran los beneficios que sacamos de la explotación de sus primeras materias y, en cambio, les organizamos cursillos de formación, por ejemplo. ¿Por qué no les pagamos directamente aquello que les corresponde y que sean ellos quienes decidan cómo lo invierten? Es, el colonialismo actual, una forma moderna de esclavitud. Los africanos se liberarán algún día de sus dictadores, sí, pero no de nosotros.
¿Cómo se aguanta este sistema global de corrupción? Con represión. Otro gran negocio occidental. Mientras hacen bonitas declaraciones de derechos humanos cuando les conviene, nuestros dirigentes sostienen activamente aquella represión. Ya sea por instigación directa, invocando los tan útiles fantasmas de la seguridad, el control y el terrorismo internacional, ya sea por colaboración, enviando empresas privadas de seguridad, mercenarios, especialistas de élite, tecnología sofisticada, lo cual es muy muy rentable. Tanto o más que la venta de armas. ¿Qué valores sostienen toda la trama? La ideología colonial y el racismo aún muy presentes en nuestro sistema de pensamiento. En el fondo los africanos son seres inferiores. La mayoría lo piensa, no lo dice, porque no es políticamente correcto, pero lo demuestra con sus actos. O con su pasividad. Y estos días queda bien claro. No hay que olvidar, empero, que cuando nuestros políticos se ponen en evidencia, también se retrata la sociedad civil que, en gran parte, calla y deja hacer; los medios de comunicación que no informan o desinforman; y la connivencia de nuestro sistema jurídico en el mantenimiento de la dictadura global, y en el avance legal y progresivo de las prácticas dictatoriales en nuestros estados. Todos los que hoy hablan de instaurar la democracia en aquellos países, ¿por qué no lo decían el año pasado? ¿Por qué lo dicen cuando ya es inevitable, cuando la gente se lo ha ganado a pulso, jugándose la vida? ¿Y por qué solamente en aquellos países y no en todos? Es el capitalismo en estado puro. Disculpad, la obviedad.
[Publicado originalmente en Vilaweb.cat]
Xavier Montanyà (Barcelona, 1961) es periodista y escritor. Coautor de La torna de la torna: Salvador Puig Antich i el MIL, también ha publicado Pirates de la llibertat (Empúries, 2004), Premio Octavi Pellissa, y La gran evasión. Historia de la fuga de prisión de los últimos exiliados de Pinochet (Pepitas de Calabaza, 2009). Es coautor de los documentales Granados y Delgado: Un crimen legal (Premio FIPA de Plata, 1996) y Winnipeg. Palabras de un exilio, y director de Sense llibertat, Joan Peiró i la justícia de Franco y Memòria negra, sobre la colonización española en Guinea Ecuatorial. Recientemente ha dirigido el documental Los espías de Franco. Es colaborador de Vilaweb y Sàpiens, además de miembro del consejo asesor del suplemento Cultura/s de La Vanguardia.