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La corrupción sostenible

Fuentes: Rebelión/La Fiera Literaria

¿Dónde está el límite? ¿Qué frontera separa las transgresiones que la escala de valores de este moralmente relajado momento histórico considera veniales y acepta como parte de la cotidianeidad -amiguismo, nepotismo, favoritismo, nombramientos a dedo, concesiones al poderoso, práctica del do ut des, hurtos legales, marketing basado en una publicidad directa o (peor) subliminal para […]

¿Dónde está el límite? ¿Qué frontera separa las transgresiones que la escala de valores de este moralmente relajado momento histórico considera veniales y acepta como parte de la cotidianeidad -amiguismo, nepotismo, favoritismo, nombramientos a dedo, concesiones al poderoso, práctica del do ut des, hurtos legales, marketing basado en una publicidad directa o (peor) subliminal para productos intelectuales deleznables, premios literarios y concursos televisivos amañados, plagios, silenciamientos, exclusiones, falsedades, etc.-, de las que constituyen auténticos atentados contra la igualdad de oportunidades de los ciudadanos, por tanto, contra la justicia, verdaderos delitos? ¿Estamos ya tan confortablemente instalados en la mentira que, como temía el profesor Emilio Lledó, aceptamos convivir con la corrupción, como nuestros pulmones con el aire que respiran? ¿Quién señala la divisoria entre lo que prácticamente todos se permiten y permiten a otros sin remordimiento de conciencia ni protesta, y una situación de inmoralidad que puede afectar al funcionamiento de la sociedad y a la marcha del mundo, que ahora va directamente hacia el estercolero?

La sociedad actual vive inmersa en la mentira absoluta, dejó dicho Derrida. Y es así, en efecto, y por eso nadie denuncia, porque todos se saben carentes de autoridad para tirar la primera piedra. Cualquier partido -lo vemos continuamente-, si hace una acusación, la hace sabiendo que se va a  encontrar con que el otro le puede replicar: «pues tú hiciste igual» o incluso «pues tú, más y peor». Pero no le importa. Son las reglas del juego, de su juego. Lo que importa es salir del paso, en ese momento, ante una masa, manipulada por los medios, que se lo traga todo.

El Ministerio de Cultura

El hábito se ha hecho ley, pero es indudable que tiene que haber una barrera. La barrera que impida que los  chorizos se conviertan en gansters y el tinglado se derrumbe sobre culpables e inocentes. ¿Cuál sería esa barrera en el ámbito que a nosotros nos interesa, el de la cultura? Tememos que no se pueda precisar y también que ya se haya sobrepasado. Las acciones oficiales y oficiosas, y muchas particulares relacionadas con ellas, no sólo andan lejos de la excelencia que debería presidirlas, sino que se vencen sin disimulo del lado que, de no ser producto de un plan «consensuado» expresa o tácitamente, sería de juzgado.

Recordemos algunas actuaciones de la ministra, que aquí se han denunciado. De la ministra a quien, hasta los medios menos beligerantes -véase, por ejemplo, el ABC de las Artes y las Letras del 23 de julio-, le reprochan, cuando menos, su frivolidad. 

-La ministra ha gestionado la celebración del cuarto centenario del Quijote, manejando muchísimos millones, como lo hubiese hecho la sociedad formada por un comerciante y el director de un colegio de los salesianos. Si de esta burda tacada no ha hecho aborrecer la genial obra cervantina -«un libro que no nació / para ser manoseado», en versos memorables de don Álvaro Satén y Condenado- a tres generaciones de jóvenes españoles, tendríamos que alegrarnos. Y -es lo que más importa aquí-, a través de la Biblioteca Nacional y otros centros dependientes del Ministerio, ha favorecido, principal o exclusivamente, a los escritores afectos al grupo Prisa.

-La ministra (como, en ocasiones, el presidente del Gobierno) ha presentado a menudo libros editados por Alfaguara, del grupo Prisa.

-La ministra ha hecho nombramientos, como el de Rosa Regás, que ha demostrado en sus novelas desconocer la lengua en que escribe y el uso de la razón, para directora de la Biblioteca Nacional, que sólo se pueden explicar por el amiguismo o el pago de favores.

-En la última Feria del Libro de Madrid, el Ministerio de Cultura tenía dos casetas, una de ellas, exclusivamente dedicada a vender el Quijote de Alfaguara.

-La ministra se trasladó a Nueva York, a costa del presupuesto, para presentar el Quijote de Alfaguara.

-La ministra propició que el Gobierno mexicano comprase a Alfaguara un millón de ejemplares de su Quijote, para regalarlos a los maestros, siendo así que otras seis editoriales españolas han hecho ediciones de la obra cervantina.

-La ministra, acompañada de la televisión pública, ha presidido actos de promoción de empresas privadas de edición, como Alfaguara y Planeta, agraviando comparativamente a otras editoriales y utilizando dinero público para favorecer los intereses de empresas particulares.

-La ministra ha ignorado despectivamente tres escritos que, proponiendo medios para arreglar la situación, le ha dirigido un centenar de intelectuales -escritores, periodistas, profesores, etc.-, mientras se codea continuamente, en actos públicos, con auténticos payasos de la pseudocultura.

-La ministra se comporta y se expresa con un triunfalismo que no se corresponde con el presente desastroso de la cultura española, que todo el mundo reconoce, aunque sin dar nombres.

El Centro de Documentación de la Novela Española, editor de La Fiera Literaria -único elemento en España de «resistencia cultural», frente al industrialismo que está convirtiendo los productos que deberían ser del espíritu en simples mercancías- piensa que quizá ha llegado el momento de activar el MAC (Movimiento de Antiglobalización Cultural) y promover movilizaciones.