«El hotelero que levantó su imperio sobre la economía sumergida». Así rezaba el titular de la información de Andreu Manresa [1]. Sus hazañas: Fernando Ferré tenía 40 hoteles en Ibiza con más de 1.000 empleados. Se enfrenta actualmente a una petición de 81 años de cárcel. ¿Por qué? Por no pagar impuestos y explotar a […]
«El hotelero que levantó su imperio sobre la economía sumergida». Así rezaba el titular de la información de Andreu Manresa [1]. Sus hazañas: Fernando Ferré tenía 40 hoteles en Ibiza con más de 1.000 empleados. Se enfrenta actualmente a una petición de 81 años de cárcel. ¿Por qué? Por no pagar impuestos y explotar a sus trabajadores, «su plantilla», por intentar reducir al máximo -y conseguirlo- sus «cortes laborales», el gasto exagerado que representaban los «recursos humanos» del Imperio hotelero que fue creando con su dinamismo emprendedor, trabajando duro.
Con más detalle.
En apenas una década, don Fernando Ferré Cardó, a día de hoy 69 años, «armó en Ibiza la mayor cadena hotelera de la isla, el Grupo Playa Sol (GPS)»: 11.000 plazas en 40 hoteles y bloques de apartamentos, 1.000 trabajadores en verano. El problema, señala AM (¿problema desde un punto de vista empresarial?) «es que los cimientos de ese imperio los levantó sobre la economía sumergida», la denominada también economía informal, entre el 23,1 y el 25% de la economía de las Islas Baleares en conjunto.
El lunes 31 de marzo comenzó en Ibiza el juicio contra él. El catálogo nada mozartiano del emprendedor empresario es éste (según las fuentes mejor que informadas de la Fiscalía y la Abogacía del Estado): don FFC no pagó impuestos, digamos que evitó ingresar anualmente cerca de 3 millones de euros por Sociedades y alrededor de 800.000 euros por IVA; don FFC explotó un pelín de más a «su personal»: lo retribuía a 3,5 euros la hora, con jornadas de hasta 16 horas, sin día de descanso (¿para qué?); muchos de los contratados -hasta 477 en un solo año señala Andreu Manresa- eran extranjeros «en estado de necesidad». Según el fiscal del caso, «se veían obligados a aceptar condiciones laborales y de seguridad social muy por debajo de lo dispuesto» y «abusivas». ¿Quién hubiera hecho otra cosa en su caso? ¿Quién no está en la línea del abismo en estos momentos?
18 delitos en total se atribuyen a don FFC: 14 contra la Hacienda más otros 4 delitos contra los derechos de los trabajadores y contables. La Fiscalía y los abogados del Estado y de la comunidad balear ejercen la acusación. Junto a CC OO. El fiscal de Anticorrupción Pedro Horrach, el mismo que no se lució ni un pelo en el caso de doña Cristina, «pide para el hotelero una condena de 81 años de cárcel, una multa de 18,2 millones, más una indemnización de 17 millones a las arcas públicas». El asesor fiscal del empresario, Josep Oller Mateu, también Don por supuesto, que «confesó la trama y ayudó a distinguir los pagos en negro de los oficiales, afronta una posible pena de 14 años y la misma sanción económica.»
No es la primera vez que don FFC se enfrenta a los tribunales. Nunca es la primera vez. Los emprendedores empresariales tienen siempre largo recorrido. Su visión viene de lejos y va más lejos aún.
En 2009 fue condenado a dos años de prisión por un caso de amenazas y lesiones: a 13 empleados de tres hoteles; fue en 2005 (cuando tenía unos 60 años; se pueden imaginar cómo era). Se pactó con FFC una indemnización; él eludió la condena y a seguir, como fue el caso, que el mundo es suyo y del resto de emprendedores. Y no sólo eso. También cargó «con una multa millonaria por contrataciones ilegales de personal en las obras de reforma de hoteles antiguos».
El empresario emprendedor, curiosamente, un hombre del momento, del turbocapitalismo global sin principios o con un único principio: «euro, euro, euro», no tenía cuentas corrientes a su nombre, vivía o aparentaba vivir de forma austera, comía en sus hoteles, pagaba siempre en efectivo y no usaba el ordenador. Sin huellas, sin rastros, sin sombras. «Lo que sí se halló en su despacho fue una máquina de triturar papeles. Y cinco cajas fuertes vacías.» Y abogados, fieles defensores de la ley y sobre todo del orden, a su servicio por supuesto.
La realidad oculta de la cadena GPS estaba ocultada en la economía clandestina: «facturas simuladas, cruzadas entre cientos de sus sociedades que cambiaban de titular y sede con declaraciones ficticias y ganancias nunca superiores a 1.000 euros». La mayoría de las empresas estaban radicabas en Madrid y Barcelona, los dos grandes polos emprendedores del país. Se ocultaba en multitud de firmas. Tampoco, por supuesto, «pagaba nada por las transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados». ¡Por favor, no ofendamos a don FFC! El listado de 301 compañías de don FFC, señala Manresa, «parece la guía comercial de una ciudad de China, por sus denominaciones en claves silábicas».
¿De dónde la acumulación primitiva del capital de don FFC? Más o menos fue así: «El negociante creció al adquirir a grandes cadenas de hoteles viejos o de baja categoría que estaban fuera del mercado medio». En un cobertizo de la casa del hotelero, en Ibiza, «tres contables de nacionalidad china punteaban facturas y cuentas: los ingresos en efectivo de las cajas de bares y cafeterías». Los gastos de personal y de arrendamiento de hoteles se pagaba, obviamente, «en B» y en C si fuera necesario. Cada hotel tenía dos carpetas en las que se guardaba la doble contabilidad (como muchas otras empresas, como algunos partidos de gran renombre. ¿Cito?). Casi medio millar de trabajadores de países del este de Europa «eran contratados cada verano en Praga para trabajar en Ibiza, por 300 euros al mes y sin ser dados de alta en la Seguridad Social». ¿Huele a esclavismo o es término exagerado? Los trabajadores hacían a veces jornadas de hasta 16 horas, sin día de descanso semanal o vacaciones y dormían hacinados en sótanos «en condiciones totalmente contrarias a la dignidad humana». ¡La dignidad humana… ay, a dignidad humana! ¡El beneficio es el beneficio y la búsqueda del penique sigue siendo la búsqueda del penique! ¿No era eso el capitalismo realmente existente?
En 2010 don FFC fue detenido y encarcelado durante dos meses al estallar el escándalo de fraude. Desde entonces estaba en libertad, a la espera de juicio. Los investigadores apuntan, la conjetura les ha contado un montón antes de ser formulada, «que la enredada estructura de propiedad y gestión del grupo de turismo -de precios populares- (es decir, antipopulares) se tejió para dificultar precisamente el rastreo de sus números y escaparse de la lupa de Hacienda». ¡Vaya por Dios! Las sociedades no tenían ni patrimonio ni actividad real. Nada de nada, limpias como el aire tóxico. Durante meses, investigadores tuvieron que bucear entre números y balances. ¿Cuántos investigadores? Treinta trabajadores de la Administración. ¡Cuántos menos haya, cuánto menos molesten, cuánto más adelgacemos el Estado, la gran consigna de entre otros don Andreu Mas-Colell, mejor que mejor! ¿No es eso?
La cuestión de fondo: ¿la cosmovisión de largo alcance de este exitoso, hasta 2010, empresario emprendedor es singular o es la cosmovisión dominante de la clase empresarial dominante? ¿Hay disidencias? ¿Presenta diferencias esenciales la ideología de don FFC con la ideología de don Botín, don Fainé, don Amancio Ortega o don Millet por ejemplo? Más incluso: ¿y con los creativos empresarios europeos que operan en Qatar sobre la muerte y la explotación de trabajadores de India, Bangladesh y otros países asiáticos sin temblor en el pulso y con una poco de acidez en el estómago?
Nota:
[1] El País, 31 de marzo de 2014, p. 12.
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