Traducido para Rebelión por Daniel Escribano
La Conferencia Episcopal española, en el marco de la campaña españolista y ultranacionalista que lleva desde hace tiempo, ha pedido a los creyentes cristianos que no voten al PSOE: dicen que quien negocia con ETA no merece la confianza de los españoles. Esta sugerencia no resiste en modo alguno un examen analítico: también el PP negoció con ETA y Aznar llegó a llamar a la organización armada Movimiento de Liberación Nacional Vasco. Por tanto, si están prohibidos el PSOE y el PP, ¿cuál deberá ser la opción de los españoles nacionalistas? No parece que lo pueda ser IU, desde luego. ¿Tendrá que ser alguno de los partidos ultras, falangistas y xenófobos que recomendó Fernando Sebastián? (ex arzobispo de Pamplona, que elogió, cuando aún ostentaba el cargo, la asunción de la «doctrina cristiana» por parte de diversas fuerzas de extrema derecha [n. del t.]). No, aunque legitime el voto a todos esos partidos, el partido de los obispos españoles es el PP. Habrá que pensar, por tanto, que negociar políticamente con ETA no está absolutamente bien o mal, es decir, que la bondad o maldad de esa negociación política es relativa: si negocia el PSOE, mal; si, en cambio, lo hace el PP, bien. La Iglesia que hace una encendida defensa de la moral absoluta, en consecuencia, decide el bien y el mal según sus intereses, según unos intereses determinados histórica e ideológicamente: aquí, la construcción de España.
La precampaña que le ha hecho la Iglesia al PP no ha tenido gran respuesta dialéctica por parte del PSOE: Zapatero se ha reunido con el nuncio del Vaticano para protestar ante Roma, pero no mucho más; ni siquiera ha mencionado los privilegios que tiene la Iglesia católica en España.
Pero ha habido, sí, otro tipo de respuesta, una respuesta simbólica muy clara: la semana pasada mismo el PSOE organizó un mitin en Toledo, concretamente dentro de una iglesia. Eligieron un lema significativo: Motivos para creer, e hicieron, de paso, una fotografía aún más significativa: Zapatero en el altar, para que las cámaras de televisión y fotógrafos le enfocaran desde abajo, y detrás, una cruz grande y brillante. Zapatero tenía el amparo del dios cristiano, tal y como lo podría haber tenido el PP.
El PSOE ha adoptado este escenario e imágenes directamente de los manuales de persuasión de los Estados Unidos. Allí la estructura religiosa es un marco publicitario importante. Todos los políticos se reúnen con todas las confesiones y sectas y participan en sus misas y liturgias. Es decir, la fotografía se enmarca en ese ambiente. La imagen de la cruz, la fuerza de la simbología, el enfoque, la espiritualidad, el juego de luces y sombras, la emotividad ─que, por lo demás, también Goebbels conocía y aplicaba─ es pura copia: la misma imagen mimética suelen utilizar todos los candidatos de uno y otro partido en los Estados Unidos. La distancia, la diferencia, entre el diseño de las campañas es cada vez menor entre Europa y América; allí y aquí se utiliza la misma mercadotecnia.
Alguien podría decir que ese escenario e imagen no se compadece con un partido socialista laico. Pero en campaña todo vale, si es para obtener el éxito y la victoria. Para Zapatero siempre ha valido todo. Los catalanes y los vascos ─de un modo más dramático─ conocemos bien ese talante de Zapatero, esa otra cruz de Zapatero: nos ha tenido largo tiempo bajo engaño, hemos seguido el guión que quería, sin percatarnos de que estábamos comprometidos con un guión. Un encantador de serpientes, habría dicho Platón.
* Ander Iturriotz es profesor de sociología
Berria, 23 de febrero de 2008