Un nuevo consenso intenta romper la brecha de desigualdades raciales y sociales en la isla caribeña.
La aparición de un programa de gobierno para enfrentar la discriminación racial en Cuba, luego de más de medio siglo de Revolución en el poder, significa la aparición de un nuevo consenso en la dirección del país intentando romper la brecha de desigualdades raciales y sociales.
Se trata de un tema pendiente, que arrastra una trayectoria donde el conflicto raza-nación ha sido una característica inherente a una región cuya racialidad y nación fueron diseñadas como antítesis, desde el inicio de la colonización. La nación, por definición, fue considerada “blanca”, mientras que poblaciones originales y afrodescendientes no eran parte de ella y, simplemente, no calificaban como parte de la ciudadanía.
Aun para estados progresistas, romper ese mito de nación-blanca por definición y práctica social representa un gran desafío, porque sigue vigente desde un discurso cultural que ha contribuido a invisibilizar a las poblaciones no blancas, en casos como Brasil, Colombia e incluso en Cuba, donde al menos la mitad de su población es no blanca, aunque los censos reflejen otra realidad.
En ese contexto, la blanquitud ha sido ponderada como el espacio de las oportunidades y el éxito. En ese sentido, ser una persona de origen africano implica múltiples riesgos, desde el paradigma colonial que clasificó a esa identidad como inferior. En Cuba, a pesar de una cultura donde la africanidad matiza cada pedazo de la vida cotidiana, todavía determinados rasgos fenotípicos siguen representando barreras visibles e invisibles que van determinando el estatus de vida.
Desafíos del programa
En el contexto cubano actual, la aparición de un programa gubernamental no será una panacea en sí misma, sino una oportunidad para la cual no toda la sociedad está aun debidamente preparada, entre otras causas, debido al silencio que por seis décadas ha acompañado a un conflicto histórico que llegó a la actualidad.
De ahí que será oportuno iniciar una labor de concientización que acompañe de modo adecuado esta propuesta, para que pueda ir develando el conocimiento requerido acerca de un tema poco visible aún. Pero, sobre todo, será preciso promover espacios de diálogo, creación de estrategias y propuestas de acciones donde participen la diversidad de personas afrodescendientes del país, de modo que el Programa esté enriquecido con las opiniones de quienes sufren aún las consecuencias de la discriminación racial, debido a su experiencia empírica.
Un requisito indispensable es explicar que el racismo y su práctica, la discriminación racial, es parte de un conflicto de carácter global organizado por las empresas coloniales entre los siglos XVI-XIX, a partir de la trata esclavista transatlántica como la mayor violación a los derechos humanos cometida contra un grupo humano.
La trata fue un proyecto de secuestro masivo de poblaciones diversas, transportadas desde el continente africano a las Américas para ser utilizadas como fuerza de trabajo para el enriquecimiento de una élite. Paralelamente, es importante colocar al racismo en el contexto del desarrollo del sistema capitalista y la historia de la esclavitud africana como parte de la acumulación originaria del capital. Pero, además, es preciso conocer que la trata tuvo tres características importantes: primero, su duración: casi cuatro siglos; segundo, el número de poblaciones secuestradas y transportadas por la fuerza que han sido calculadas entre las cifras de 11, 15 y hasta 20 millones de personas por algunas fuentes, entre ellas La Ruta del Esclavo.
Y tercero, por el impacto cultural de la legitimación intelectual de la identidad de origen africano como criatura inferior, que ha sido el impedimento más devastador en la construcción de la ideología del racismo. De ahí la urgencia de eliminar la discriminación racial como un fenómeno naturalizado de una realidad per se, de una determinada situación social. El racismo es una ideología cuyo epicentro ha sido el sistema capitalista mundial; por tanto, habría que ubicarlo dentro de aquel versículo de la Biblia que dice: “el que esté libre de pecado que lance la primera piedra…”
Como una construcción social, el racismo y su corolario, la discriminación racial, no desaparecen espontáneamente, sino que exigen de un proceso de deconstrucción. Por lo cual, el tratamiento para su eliminación requiere de varias condiciones sociales, en especial por su capacidad de transformarse como un elemento alienígena que modifica su apariencia, pero conserva su esencia. En Latinoamérica, por ejemplo, se ha afirmado que el racismo es un conflicto exclusivo de la sociedad anglosajona, a partir de un enfoque que tiene sus raíces en la formación de la hispanidad y el proyecto colonizador iniciado en 1492, año del descubrimiento de América y también de la expulsión del mundo árabe-islámico-judío de la península Ibérica.
Como un conflicto de larga data, la eliminación de la discriminación racial requiere de conocimientos que, generalmente, no forman parte de los currículos docentes ni tampoco del discurso cultural. Uno de los pretextos clásicos utilizados para negar el racismo ha sido el llamado mestizaje cultural como arquetipo estructural de la nación, una plataforma que se ha caracterizado por negar las desigualdades raciales. Está claro que el mestizaje, como fenómeno social, es también global, como han demostrado los estudios del ADN, incluso en Cuba. En interesante recordar que, justamente en esta región del mundo, son los pueblos de origen africano –calculados en más de 200 millones personas– los que ocupan las zonas de pobreza extrema, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y otras fuentes.
Es decir: la propuesta cubana de crear un programa gubernamental para asumir este conflicto representa un desafío, en el cual no son suficientes las publicaciones de excelencia literaria, sino que además es necesario promover el debate, junto a una labor de activismo social que contribuya a dotar a la sociedad de herramientas teóricas y prácticas sociales apropiadas para esa misión transformadora.
Rezago de la mentalidad colonial
Una categoría conceptual de impacto positivo al comienzo de siglo XXI fue esclarecer que el fin del colonialismo como ocupación física de un territorio no significó la liberación de una mentalidad colonial. La discriminación racial fue establecida como parte de un proyecto cultural que ha tenido a bien ocultar, muchas veces con maestría sofisticada, aquellos acontecimientos que marcaron una hegemonía mundial desde donde resulta complicado explicar tanto su origen como continuidad. Para acercarnos a su génesis, es importante conocer las propuestas acordadas en Durban en 2001, en la Conferencia Mundial contra el racismo y discriminación racial, donde se establecieron demandas básicas: las reparaciones,el Plan de Acción de Durban y la denominación de afrodescendientes,que sustituye estereotipos racistas históricos.
Uno de los grandes desafíos para conocer los orígenes del racismo y su práctica cotidiana, la discriminación racial, es que está inscrito en una confluencia de pensamientos que abarcan al unísono diversos conflictos, por lo cual es necesario contar con un diagnóstico previo específico de la realidad cubana, donde actúan varias perspectivas conceptuales de las ciencias sociales, no solo la Historia. Es decir, que se trata de fenómeno en el cual es imprescindible explorar el escenario económico en toda su magnitud, porque la falta de ese enfoque impide comprender qué papel juega en ese orden algo tan determinante como las desigualdades y, por tanto, la garantía de la justicia social como parte de la Revolución.
Pero ese análisis exige, además, ubicar aquellas ideologías que han formado parte de ideas como la Ilustración, la pseudo ciencia, el cristianismo, el progreso y una filosofía que favorece a las personas de origen europeo y condena al resto de los seres humanos, como parte de una mentalidad que ha trascendido en el tiempo. Se trata de un itinerario conceptual que requiere de un acercamiento mínimo al estudio de la conducta humana, lo que significa además una observación de la Psicología como ciencia que estudia formas de comportamiento de la consciencia social, entre ellas la memoria histórica, la realidad familiar, el dolor y otras variables.
Y, finalmente, tendremos que añadir la Sociología como aquella ciencia que nos ofrece el conocimiento de la sociedad cual fenómeno integrador, donde están incluidos temas como las clases sociales, la cultura, las organizaciones y otros detalles no menos importantes. A lo cual habría que incorporar, ahora, el papel de las nuevas tecnologías y su discurso comunicacional, donde generalmente el asunto es presentado como racismo oculto, una variable predominante en el actual contexto cultural. Pero aun así, con esos conocimientos, deconstruir el racismo implica también lo que el pedagogo brasileño Paulo Freyre llamó desaprender.
En perspectiva conceptual aparece la necesidad de incorporar el tema en los espacios docentes, comunicacionales y políticos, donde la labor de quienes lo han estudiado por muchos años deberá contribuir a fortalecer el Programa Gubernamental. Un elemento a tener en cuenta será revisitar aquellas pocas figuras de la historia patria que tuvieron el coraje y la lucidez intelectual de comprender las implicaciones de ese conflicto. Dígase Antonio Maceo y José Martí. Y en épocas más cercanas, pensadores como Raúl Cepero Bonilla, Rogelio Martínez Furé, Manuel Moreno Fraginals, José Luciano Franco, Pedro DechampsChapeaux, Walterio Carbonell, Fernando Martínez Heredia, Reynaldo González y Eliseo Altunaga, entre otros, quienes tempranamente alertaron, ya en época de la Revolución, la urgencia de un análisis de aquellos pensamientos en que la discriminación racial ha tenido una incidencia con un espacio social compartido.
Fortalezas
Pero, al mismo tiempo, Cuba posee una condición excepcional y es su capacidad institucional creada y fortalecida al paso de los años, lo cual le otorga una ventajaen temas de equidad social, como educación, salud, ciencia, cultura y un fuerte legado de solidaridad, que ha propiciado ayuda internacional en espacios de transformación social.Al inicio de 1959, la Revolución promovió iguales oportunidades, un proyecto que si bien abrió una puerta a la inclusión, no fue suficienteporque no tuvo en cuenta que todos los grupos sociales no venían del mismo punto de partida.
Para intentar dar una respuesta a todos estos enfoques, en el contexto cubano resulta imprescindible colocar entonces el pensamiento de Fidel Castro, su mirada acerca de la discriminación racial y su eliminación como única posibilidad de una sociedad justa. Por eso es necesario tener en cuenta que no es la primera vez que la Revolución cubana intenta eliminar la discriminación racial. Quiero recordar, en el contexto actual, “la cuarta batalla”, para comprender la significación de esa propuesta.
La cuarta batalla
El domingo 23 de marzo de 1959, ante más de un millón de personas, en el balcón del antiguo Palacio Presidencial –hoy Museo de la Revolución–, Fidel Castro realizó su primera convocatoria a lo que él llamó “la cuarta batalla”. Con el aire aún fresco de la guerrilla triunfadora, el líder de la Revolución cubana, en una alocución donde su voz se confundía con aplausos reiterados, comentó acerca de cuatro batallas decisivas en ese momento: lucha contra el desempleo, rebajar el costo de la vida, aumentar el salario de trabajadores que recibían menos y la cuarta batalla.
¿Qué era la cuarta batalla?
Puedo llamarla una cuarta batalla, dijo el líder y agregó: “Porque acabe la discriminación racial en los centros de trabajo. […] De todas las formas de discriminación racial, la peor es aquella que limita el acceso del cubano negro a fuentes de trabajo. […] Porque es cierto que ha existido en nuestra patria en algunos sectores el bochornoso procedimiento de excluir al negro del trabajo”.
Pero su llamamiento no tuvo el apoyo esperado y, por primera y única vez, Fidel trató de aclarar sus palabras solo tres días después de su paradigmático discurso. El 25 de marzo, en el programa de televisión Conferencia de Prensa, trasmitido por el entonces canal 12, radicado en la calle P y 23, hoy Informativo del ICRT, el líder comentó de modo coloquial sus experiencias con distintas personas que le hicieron saber su desacuerdo con su propuesta antirracista, a pesar de la disposición incluso de dar la vida por la Revolución.
El periodista y escritor Sixto Gastón Agüero en el libro Racismo y mestizaje en Cuba, publicado por la editorial Lid en 1959, señaló:
…acabamos de presenciar en Cuba, con motivo del anuncio del doctor Fidel Castro, en que exponía que la Revolución se proponía terminar con todos los tipos de segregación de los cubanos determinados por el color de la piel. El anuncio produjo alarma. Una enorme, enormísima zona de cubanos se consternó ante la posibilidad de que se prohibiese el establecimiento de divisiones de los cubanos por motivo del color de la piel; para esas zonas esa división es un principio inviolable. Y la prueba más elocuente del infantilismo racional que inspira el principio segregacionista es que el punto que parece más grave, más amenazador, más propiciador de catástrofe, es la posibilidad de que se establezca como norma que en los bailes participen cubanos de todos los colores.[…] A instancias de sofismas, dogmas, tradiciones y pasiones, a la totalidad cutánea del individuo se ha dado en nuestro medio una categoría de tal envergadura que, llega a convertirse en un factor que determina la imposibilidad de que dos cubanos de las mismas condiciones morales y culturales puedan alternar en un mismo centro social. Y se da el caso que el doctor Fidel Castro, que contando con la devoción y decisión de su pueblo al sugerir que terminen las diferenciaciones de estimación basadas en el color de la piel, provoca que haya sectores que se sientan ofendidos, otros que presagien que el planteamiento de esa cuestión pueda crear cismas y hasta sangre, y, hasta no faltan hombres que echaron y echan sus vidas en respaldo a las directrices del doctor Fidel Castro, pero que en este planteamiento contra las segregaciones estimativas sociales y materiales de los cubanos no respaldan al líder de la Revolución [1].
El comentario de Sixto Gastón Agüero, poco conocido aún al analizar la propuesta de Fidel para eliminar la discriminación racial, explica, como testigo de ese momento, las argumentaciones que se oponían a un proyecto contra la discriminación racial. Durante mucho tiempo, escritores cubanos y extranjeros afirmaron que no hubo una voluntad política real para combatir la discriminación racial, lo que en cierta medida es verdad. Pero, en mi opinión, resulta imprescindible colocar el contexto que predominaba al inicio de la Revolución en relación con la racialidad cubana. Por esa razón es necesario mostrar con claridad los impedimentos que surgieron en aquella primera época, para conocer las dificultades que presentaron la discriminación racial y la urgencia actual de asumirlo como país.
Es preciso explicar, en particular a las generaciones más jóvenes, la significación del racismo y la discriminación racial en Cuba, en 1959. Con una mentalidad cuyo mito fundacional era la hispanidad, promovía una unidad nacional mítica y no inclusiva, que privilegiaba a las clases sociales en poder, donde la blanquitudidentitaria –y no la diversidad– representaba al modelo de nación. Una realidad regional que es posible observar hoy día, cuando la población originaria aún sigue formando parte del estereotipo social, como es posible observar ahora mismo en Bolivia. Se trata de la legitimación de una blanquitud ficticia, que sigue vigente como identidad soñada y deseada, prevaleciendo por encima de la realidad social. En este sentido, convendría recordar a Alejo Carpentier:
…la noción de coloniaje nace con el descubrimiento de América […] Esta idea de colonización parece ya perfectamente instalada. Pero la historia tiene sus sorpresas, y no contaba con un elemento imprevisto: el esclavo africano. Traído del continente africano, el negro que llega a América aherrojado, encadenado, amontonado en las calas de buques insalubres, que es vendido como mercancía, que es sometido a la condición más baja a que puede ser sometido un ser humano, resulta que va a ser precisamente el germen de la idea de independencia. Es decir, que con el transcurso del tiempo, va a ser ese paria, ese hombre situado en el escalón más bajo de la condición humana, quien nos va a dotar nada menos que del concepto de independencia [2].
Quisiera repetir dos conceptos explicados por Fidel; el más reciente en el libro Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, edición de 2006:
Nosotros, después de la victoria, éramos bastante ignorantes acerca del fenómeno de la discriminación racial, porque creíamos que bastaba con establecer una igualdad ante la ley, y eso se aplicaría sin discusión. […] Para nosotros, luchar contra la discriminación racial es un principio sagrado. Cuando hablé la primera vez de eso, se produjo un estado de opinión tremendo; volví a hablar, tres veces hablé, de qué significaba la discriminación racial, que no significaba obligar a nadie a unirse a nadie, sino que acabara la discriminación aquella, las injusticias, las desigualdades en el trabajo, en la recreación, en la educación. Entonces éramos suficientemente ingenuos como para creer que establecer la igualdad total y absoluta ante la ley ponía fin a la discriminación. […] La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados por todos los ciudadanos de cualquier étnica y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra del país. Los negros viven en peores casas, tienen los trabajos más duros y menos remunerados y reciben entre cinco y seis veces menos remesas familiares en dólares que sus compatriotas blancos [3].
Conclusiones
Para concluir, mi punto de vista acerca de lo que significa en este momento encauzar un programa de gobierno contra la discriminación racial: habría que recalcar que se trata de un asunto sumamente complejo, teniendo en cuenta su carácter global y su existencia como fenómeno mundial mediático que reproduce y disemina una mentalidad racista, lo que dificulta deshacerse del mito histórico que inferioriza a las personas de origen africano. Como un fenómeno asociado a la colonización y al desarrollo del sistema capitalista, representa la posibilidad de promover sociedades más justas en toda su plenitud. Negarlo significaría mantenerlo, particularmente frente a los peligros cada vez más agresivos de Estados Unidos, que ha considerado este tema como una opción para debilitar la nación cubana y para ello ha desplegado disimiles y sofisticas recursos.
Al mismo tiempo, con el advenimiento del siglo XXI se ha ido abriendo paso una nueva producción de conocimiento que intenta transformar esa mentalidad colonial racista, en la cual la historiografía clásica ocultó o contó mal la verdadera historia de la emancipación, con un protagonismo decisivo de los pueblos africanos. Al paso de seis décadas, el contexto de la racialidad cubana es bastante diferente, porque la multirracialidad se ha extendido de modo vertiginoso, con familias de identidades mucho más diversas, y ahí se encuentran precisamente nuevas oportunidades. Por eso, para eliminar la discriminación racial será indispensable la participación del conjunto de la sociedad cubana, con todos sus componentes identitarios. Es necesario recordar la idea de Fidel expresada en 1959, como parte de la utopía revolucionaria que anuncia que un mundo mejor es posible:
El problema de la discriminación racial es, desgraciadamente, uno de los problemas más complejos y más difíciles de los que la Revolución tiene que abordar. […] Quizás el más difícil de todos los problemas que tenemos delante, quizás la más difícil de todas las injusticias de las que han existido en nuestro medio ambiente […] Hay problemas de orden mental que para una Revolución constituyen valladares tan difíciles como los que pueden constituir los más poderosos intereses creados. Nosotros no tenemos que luchar solamente contra una serie de intereses y de privilegios que han estado gravitando sobre la nación y sobre el pueblo; tenemos que luchar contra nosotros mismos […] Hay gente muy humilde que también discrimina, hay obreros que también padecen de los mismos prejuicios de que pueda padecer cualquier señorito adinerado. Y eso es lo que resulta todavía más triste.
Porque si aquí los que hubieran protestado de que yo abordara el problema de la discriminación, hubiesen sido los mismos que tienen latifundios, que tienen rentas, aquellos a quienes las leyes de la Revolución hubiesen perjudicado, tendría una lógica; pero lo absurdo, lo que debe obligar al pueblo a meditar, es que haya levantado ronchas entre gente que ni tiene latifundios, ni tiene rentas, ni tiene nada, que no tiene más que prejuicios en la cabeza. Y eso es realmente lo doloroso [4]. (2020)
* En el momento en que concluía este texto, titulado “La Cuarta Batalla”, se conoció del fallecimiento de Tato Quiñones, lo que ha me ha permitido convertirlo en un homenaje a su memoria, recordando su conferencia del 25 de enero de 2001, en Sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Notas:
[1] Racismo y Mestizaje en Cuba, Editorial Lid, 1958, p.: 11, 13.
[2] Revista El Correo de la UNESCO, Diciembre 1981.
[3] Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, edición de 2006, pp.: 228, 229,230.
[4] Fidel Castro Ruz: Comparecencia del Comandante en Jefe Fidel Castro en el Canal 12 de televisión, La Habana, 25 de marzo de 1959. http://granma.co.cu/secciones/fidel_en_1959/art-048.html
Gisela Arandia Covarrubias es investigadora y escritora cubana
Fuente: https://www.ipscuba.net/sociedad/la-cuarta-batalla-de-cuba/