1. ¿Considera usted que el gobierno de Santos es sincero en la búsqueda del diálogo? Hoy se habla mucho de su voluntad política, pero se deja de lado el hecho de que han sido las FARC las que han dado pasos concretos para conversar y lograr un acuerdo que conduzca a la paz. ¿Cuál es […]
Si el gobierno de Santos es sincero en la búsqueda del diálogo o no, es algo que solamente se podrá responder con plena certeza a medida que el proceso avance o cuando logre llegar a algún resultado, sea negativo o positivo. Creo que el gobierno de Santos ha mostrado voluntad para dialogar; de hecho, ha firmado una agenda con las FARC-EP y ha iniciado un proceso de negociaciones con miras a la paz. Voluntad política para dar este paso sí ha tenido y ha dado los pasos concretos para llegar a este punto, pese a la oposición ciega de los elementos recalcitrantes en el bloque dominante, comandados por Álvaro Uribe Vélez.
Ahora bien, si ha tenido esa voluntad política, como he expresado en ocasiones anteriores, es porque la situación política y social, es extraordinariamente volátil debido a la miseria y desesperación a la cual el neoliberalismo y el capitalismo militar-mafioso han arrojado a buena parte de la población, sin dejarle más oposición que la resistencia en cualquiera de sus múltiples formas. También la realidad del conflicto armado permanece, y desestabiliza los planes de la oligarquía de incrementar la inversión en industrias extractivas y agroindustriales, que se han definido como los ejes de acumulación capitalista para Colombia. Mientras la insurgencia ha sostenido su invitación a la resolución política del conflicto, la oligarquía se ha dado cuenta que la solución militar tocó techo y que ahora comienzan a sufrir reveses.
Independientemente de ello, el problema ahora no es si el gobierno de Santos tiene voluntad de diálogo o voluntad de paz, sino si tiene voluntad de solucionar los problemas estructurales que están en la raíz del conflicto social y armado. Una cosa es la paz de las multinacionales, del neoliberalismo, del cementerio; otra muy diferente es la paz con justicia social que se propone desde las organizaciones populares. El problema en verdad es si tiene voluntad de cambio. Y creo que ahí está el gran problema, en que la insurgencia y el gobierno tienen concepciones distintas sobre el significado de la paz y lo que significa solucionar el conflicto. Concepciones que, huelga aclarar, están asentadas en la dinámica concreta de la lucha de clases en Colombia y las cuales son irreconciliables. Esto significa que la oligarquía estará dispuesta, en su «voluntad de cambio» a hacer tantas concesiones como sienta tiene que hacer debido a la presión popular. Dudo que renuncie al más mínimo privilegio de buena voluntad, sino que lo hará en el entendido de que no hacerlo puede ser a la larga más costoso para ella. Es decir, el pueblo no puede confiar en la voluntad del bloque en el poder sino que debe exigirle las transformaciones necesarias para lograr la superación de las causas estructurales del conflicto.
2. ¿Cuál es el papel de las organizaciones sociales como la Marcha Patriótica, para haber llegado a este punto y qué le parece el secretismo inicial de las conversaciones en las cuales ha estado involucrada Cuba y Venezuela?
Creo que el rol que han jugado las organizaciones populares colombianas es clave, porque el conflicto colombiano, antes que armado, es social. El componente armado del conflicto, es una expresión distorsionada de la lucha de clases, debido a los niveles completamente criminales de represión a la más mínima expresión reivindicativa del pueblo, y a la práctica sistemática y constante del terrorismo de Estado.
Desde luego que existe una creciente movilización social reclamando una serie de derechos y que se frenen los componentes más agresivos de las políticas económicas del gobierno; estos pedidos están, necesariamente, vinculados a la solución negociada porque también perpetúan el conflicto armado. El pueblo colombiano ha perdido el miedo a demandar la solución política y creo que instancias como el Congreso de Barrancabermeja de Agosto del 2011 fueron importantes momentos que marcaron la pauta al movimiento popular y en el cual se demostró que la supuesta unanimidad en torno a la solución militar no es tal, que el pueblo piensa de otra manera que la oligarquía, las clases acomodadas urbanas o los medios oficialistas. El impacto de estas iniciativas no es menor, porque sensibilizó a la opinión pública sobre las demandas de los movimientos campesinos e indígenas que exigen la solución política al conflicto, no por ser menos costosa, sino por un sentido básico de justicia, porque es lo correcto, porque es necesario para los postergados y oprimidos.
Sobre el «secretismo a voces» con el que se manejó el contacto entre las partes, creo que es un asunto que concierne a las partes. Me parece que sobretodo desde la perspectiva del gobierno era necesario, por la oposición que tal acercamiento en ciernes generaba en los mandos militares y en el uribismo recalcitrante. Ahora bien, creo que el secretismo, que no es lo mismo que discreción, no es la mejor manera de seguir conduciendo el proceso si se quiere incorporar al pueblo y a la sociedad colombiana a él, como efectivamente debe ocurrir. Debe encontrarse algún punto en el que los medios no conviertan esto en un faranduleo perverso y para que no todo el mundo se sienta con el derecho a estancar el proceso, pero que a la vez exista transparencia, comunicaciones eficientes, sana retroalimentación con otros sectores sociales, y una participación decisiva de las organizaciones sociales que viven en carne propia el conflicto social y muchos de los efectos del conflicto armado.
3. ¿Quiénes serán los principales contradictores de la paz? ¿Cuál será el papel de EEUU y de los militares colombianos? De igual manera, ¿los empresarios neoliberales aceptarán esta vía del santismo, si han sido ellos los auspiciadores de la Seguridad Democrática?
El principal contradictor de la paz será Uribe Vélez y el sector que lidera, con importante asiento entre la narcoburguesía terrateniente, los ganaderos, los paramilitares trasnochados, y ciertos mandos militares activos y en retiro. Ellos se opondrán a cualquier acercamiento, a cualquier espacio político para la insurgencia. Eso ya se ve; ahora la pregunta es, si la paz que se comienza a vislumbrar es una paz con justicia social, el número de enemigos de la paz en la clase dominante se ampliará. Me explico, si hay un importante sector del empresariado colombiano que hoy apoyan la paz, es porque esperan que esta sea poco más que la desmovilización de la insurgencia y que de esa manera se facilitará la penetración del capital vía inversiones en territorios hoy azotados por el conflicto o controlados por la insurgencia… inversiones en las áreas de la megaminería y las plantaciones extensivas a industriales. Los empresarios neoliberales no se abanderan ni con la guerra ni con la paz, sino que se inclinan por la una o por la otra dependiendo de qué crean que les traerá más beneficios. Por ello es que quieren mantener al pueblo lo más lejos de las discusiones sobre la paz, porque saben que el pueblo si se moviliza y si asume este momento histórico como una oportunidad para demandar sus proyectos largamente silenciados por el fusil, pueden inclinar la balanza en un sentido muy distinto al que quiere la oligarquía, imponiendo una paz con justicia social que no es la que quieren los cacaos ni los gamonales.
El papel de los EEUU está por verse. Dudo que estén interesados en perder su plaza fuerte en la región. A su vez, la situación en el continente no es la misma que cuando las negociaciones del Cagúan, por lo que pienso que podrán estar dispuestos a permitir un mayor espacio de decisión autónoma para el pueblo colombiano porque nos les queda de otra, porque les toca y el riesgo de que el conflicto siga escalando es muy grande. De momento, EEUU respalda plenamente a Santos y tiene a Uribe en la mira, porque no le conviene que éste se convierta en un factor de desestabilización. Lo presionarán vía los paramilitares presos y vía Santoyo, para que se quede tranquilo… si no, un avión de la DEA lo estará esperando.
El tema de los militares colombianos es más complejo: la incorporación de gente como Naranjo obviamente apunta a mantener tranquila a la oficialidad. La cual ya ha expresado, al menos verbalmente, apoyo al proceso, a diferencia de los retirados que parecieran estar más unánimemente cuadrados en el uribismo. Sin embargo es un sector susceptible de cambiar de posición debido a la agitación uribista en los cuarteles, y no queda claro que tan sincero es su respaldo a Santos. Hace apenas unos meses hubo ruido de sables y se rumoreaba sobre la posibilidad de un golpe. No sé qué puede pasar a medida que el proceso avance, pero es diciente que el ministro de defensa de luz verde para el escalamiento del conflicto militar y de los ataques. Mientras se habla de paz, se profundiza la guerra. Eso no es nuevo, pero preocupa por lo mismo que no se esté dispuesto a avanzar en el tema del cese al fuego. La pregunta, en última instancia es, ¿qué hará ese medio millón de hombres cuando se les acabe la guerra? ¿Qué harán esos generales estirados y llenos de medallas cuando los dólares de la asistencia militar dejen de llegar al país? La guerra es un negocio y la respuesta a estas preguntas influirán, en cierta medida al menos, la posición que adopten los militares, o al menos, la oficialidad, que se beneficia de la guerra sin arriesgar el cuero, porque el cuero lo ponen soldados pobres que creo que tienen tanto interés como los guerrilleros en el cese de hostilidades.
4. Las FARC-EP están debilitadas y por ello se han visto obligadas a dialogar, afirman algunos. Otros señalan que es una jugada de Santos frente a las elecciones. Por otro lado, qué le parecen los puntos de la agenda para las discusiones.
Santos es un político de lo más zorro que hay y siempre ha logrado mantenerse en las esferas del poder, independientemente del presidente de turno. Ciertamente la re-elección juega un rol en sus cálculos. Ahora bien, si la insurgencia acepta negociar es porque se sabe fortalecida en relación a mediados de la década pasada. Ha asimilado los golpes recibidos con la implementación del Plan Colombia y con la ofensiva paramilitar, ha logrado recuperar terreno político y militar, y readaptar sus tácticas de combate de manera bastante eficiente. Creo que la negociación misma es prueba de sus fortalezas. Respecto a la agenda, creo que toma en lo esencial, aspectos centrales de lo discutido en el Caguán, que en lo esencial, retomaba también la agenda de las negociaciones de Tlaxcala. Ha habido, en un cierto sentido, una continuidad en lo que es la esencia de las FARC-EP, en el elemento que le ha dado continuidad por varias décadas que es el tema agrario y los problemas del campesinado. Desde luego hay temas ausentes, algunos de ellos de indudable importancia, como son los derechos laborales o el tema de recursos naturales. Temas muy sensibles que tienen que ver con el modelo económico y que deben ser tratados si existe una incorporación de capas más amplias de la sociedad. Sin embargo, confío en que la movilización popular que hoy se alza contra la locomotora de la megaminería sabrá plantear esos temas en la agenda.
5. ¿Usted cree que la guerrilla negocie la paz a cambio de un puesto o una curul en el senado o en el congreso o por un puesto ministerial?
Creo que esa perspectiva sería desastrosa para el pueblo colombiano. Se ha planteado la solución política pues la violencia en Colombia tiene raíces estructurales y si estas no son tocadas, la posibilidad del surgimiento de nuevos ciclos de violencia, aún más letales que los anteriores, queda latente. Esa es la principal lección de los procesos de desmovilización anteriores en Colombia y también de los acuerdos de paz en Centroamérica. Personalmente, dudo que la insurgencia colombiana carezca de sentido histórico y de un sentido de responsabilidad ante lo que está en juego.
6. ¿Las FARC han renunciado a la toma del poder? ¿O puede lucharse por el poder por otra vía en Colombia?
Las FARC-EP han dicho que no renuncian a la toma del poder por el pueblo, como lo expresan. No plantean que ellos, como ejército guerrillero, se sienten solitos en la Casa de Nariño o que su Estado Mayor sea el futuro gobierno de Colombia. Plantean la toma del poder como una movilización generalizada de masas, que en ocasiones han visto como fruto de un proceso de democratización abierto en el marco de las negociaciones, y que en otras ocasiones, cuando las vías de diálogo han estado cerradas, como un proceso de movilización de carácter insurreccional. En ambos casos, el rol de la insurgencia es el de apoyar este proceso, sea facilitando el espacio democratizador mediante el diálogo político, sea facilitando el avance de la movilización golpeando a las fuerzas represivas. Eso es cómo ellos mismos entienden el proceso de la toma del poder según lo entiendo de sus documentos históricos y recientes.
7. ¿Qué perspectivas ve a estos diálogos si hay temas candentes en relación a: presos políticos, guerrilleros presos en EEUU condenados injustamente, derechos humanos, restructuración del ejército criminal colombiano, las bases gringas?
Insisto, hay muchos temas candentes que no están necesariamente en la agenda inicial de diálogo, como la intervención norteamericana, que el pueblo sabrá plantear si toma parte activa en el proceso, si se moviliza decididamente y reclama su voz deliberante en la construcción de un nuevo país. Incluso los mismos presos de guerra y políticos, que hoy se movilizan y luchan desde la celda en toda Colombia, demuestran que es solamente la movilización popular, no la buena voluntad del gobierno, la que pondrá en el tapete estos temas. Por sí solos no. Esto solamente se puede lograr mediante la movilización popular. Lo que los diálogos sí pueden hacer es ayudar a articular visiones alternativas de país, propuestas políticas surgidas desde las expresiones del pueblo organizado.
8. ¿Los diálogos llevarán a desmontar el modelo neoliberal?
Por sí solos no. Esto solamente se puede lograr mediante la movilización popular. Lo que los diálogos sí pueden hacer es ayudar a articular visiones alternativas de país, propuestas políticas surgidas desde las expresiones del pueblo organizado.
9. ¿Cuál considera que es el papel de los medios, de la industria mediática ante estos diálogos si históricamente han atacado a las FARC, acusándolas de terroristas y narcotraficantes?
Los medios de comunicación están en deuda con el pueblo colombiano, pues si bien siempre los medios representan los intereses de quienes los controlan, en este caso, de la oligarquía colombiana y sus compinches imperiales, la prensa colombiana ha jugado un rol extraordinario buscando idiotizar a los colombianos, mintiendo descaradamente, distorsionando la realidad del conflicto, ocultándola, negándola, poniéndose de manera descarada y completamente acrítica al servicio de una estrategia de guerra. Si la insurgencia no son sino narcotraficantes, entonces queda por verse qué es lo que se puede discutir con ellos, porque si son narcotraficantes en la agenda de discusión con el gobierno plantean temas como la reforma agraria integral y otros temas sensibles del desarrollo del país.
El problema, en realidad, es cómo hacer que la prensa del pueblo sea más eficiente, más efectiva, que comunique mejor a capas más amplias de la población. Si la oligarquía no da voz al pueblo o a quienes no se encuentran en su trinchera de la guerra, que sea la prensa alternativa la que sí lo haga. En este sentido, la construcción de una prensa popular, crítica, reflexiva, sin sectarismos, que no caiga en retórica fácil ni en excesos, es una tarea de primer orden.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.