Guillem Martínez es periodista y escritor. Publica actualmente en el diario El País y ha colaborado en otros medios como Tiempo, Interviú o Playboy. Desde la convicción de que el humor es un lenguaje privilegiado para «describir las patologías de una sociedad idiota», trabaja también como guionista de televisión en programas satíricos tan populares como […]
Guillem Martínez es periodista y escritor. Publica actualmente en el diario El País y ha colaborado en otros medios como Tiempo, Interviú o Playboy. Desde la convicción de que el humor es un lenguaje privilegiado para «describir las patologías de una sociedad idiota», trabaja también como guionista de televisión en programas satíricos tan populares como Historias de la puta mili o Polònia (TV3). Ha dedicado su blog (guillemmartinez.com) al análisis crítico de la cultura española de los últimos 30 años. Su último libro es Barcelona rebelde; guía histórica de una ciudad (Debate).
Ya lo cantaban los Housemartins en Freedom: «nos dicen que hay distintos puntos de vista, pero sólo son los diferentes tonos de una misma tristeza». El guión que prescribe los límites de lo que puede pensarse en España se llama Cultura de la Transición y se edificó sobre la derrota de los sueños de emancipación de los años 70.
«Matrix es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad». Eso le dice Morpheo (Laurence Fishburne) a Neo (Keanu Reeves) en la primera parte de la saga. ¿Sería la Cultura de la Transición nuestra Matrix cañí? ¿Qué nos muestra ese mundo? ¿Y qué nos oculta? ¿Cómo decodificarla, cuál es tu método?
La CT es algo más parecido a lo que dice el malo de Matrix al chico de Matrix: «sois humanos, imperfectos y vuestro olor me da naúseas». Es vamos, un producto humano, sensible de ser opinado y de ponderarle placer o nauseas. Es una cultura, vamos. La cultura con la que los humanos de aquí abajo se han dotado en democracia. Es la cultura española actual, que no debe nada a la Guerra Civil y que lo debe todo a la Transición. Básicamente, y explicada en un plis-plas, consiste en una cultura vertical, en la que el Estado -y en ocasiones la empresa, que por lo que sea se identifica con el proyecto o los negocios del Estado- gestiona la agenda de accesos a la realidad. Marca lo que debe de aparecer en un artículo, un libro, una peli, para ser reconocidos como objetos culturales y no como la obra de un colgado. Es una cultura que, básicamente, oculta todo lo que sea problemático. O decide lo que es o no problemático. Eso, insisto, no se realiza desde el despacho del Doctor NO. Es una dinámica cultural, que se realiza mediante mecanismos culturales, que son esas cosas invisibles e inverbalizables que hacen que una sociedad coma, tranquilamente, pelotas de mono, mientras que otra considere lo más natural no quedarse ceporro cuando lee o mira una peli, un diario o una novela española ad-hoc.
¿Cómo decodificar la CT? Todo lo que sea problemático no es CT, cualquier objeto creado para crear problemas no es CT. No es sólo una cuestión de temas. Es también una cuestión de estética, de estilo, de humor, de lenguaje incluso. Me empecé a interesar por el asunto cuando mis temas, mi estética, mi estilo, mi humor y mi lenguaje me ocasionaban cierto malestar. Estuve observando mi malestar un tiempo. De ahí han salido varios libros y un bloc, en el que durante dos años intenté describir la CT a tiempo real, conforme me la iba encontrando frente a las narices a diario. Ahí está todo eso. Creo que tiene su juego de piernas, a pesar de estar escrito por un periodista. Un periodista, en fin, es un pollo que escribe de lo que ve. No, necesariamente, de lo que ve todo el mundo para luego explicarlo en 59″.
Dame unas pinceladas sobre la construcción histórica de la CT
La CT es la gran aportación de las izquierdas a la Transi. Posiblemente, es lo único -o, al menos, lo más ganso- que aportan. En un momento en el que para realizar una determinada transición democrática se decide hacer un esfuerzo de cohesión, las izquierdas, zas, desarticulan la cultura, que deja de ser el territorio en el que se crea lo problemático, para ser un territorio más en el que se crea la cohesión esa de las narices. De hecho, la CT es la única cultura europea que tiene como principal función denunciar e impedir lo problemático, y crear cohesión full-time. A una cultura de Primera División, por ejemplo, se la trae al pairo que los objetos que cree desunan. Es, en fin, una cultura tutelada que tutela. Para el referéndum de la OTAN, la CT ya estaba equipada de serie y funcionó a tutiplén. De hecho, los intelectuales locales practicaron entonces la cohesión y el NS/NC -algo, en fin, muy CT-, a gogó y con una espontaneidad y rapidez muy llamativa. Desde los inicios de la Transi, en fin, el intelectual no se mete en política salvo para darle la razón a la política. Desde esas fechas hasta esta mañana a primera hora nuestra cultura y nuestros intelectuales no practican la problematización. Y cuando el Estado se lo pide, practican la cohesión. Denuncian y señalan lo que el Estado considera problemático. Puede sonar muy gore. Pero es que es gore. Recuerden, en fin, el 11-M, cuando hasta el gato hizo durante tres días lo que le dijeron por teléfono, incluso cuando no se lo dijeron por teléfono.
Afirmas que la CT define la actualidad mediante tres monopolios: sobre los temas, las palabras y la memoria. Explícame esto. ¿Y mediante qué otros mecanismos se reproduce?
Más a lo bruto: la CT crea lo que Lakoff denomina «marcos». Y los gestiona en régimen de monopolio. Algo que da canguelo, si recordamos que la CT es una cultura vertical, en cuya cúspide está el Estado. Cuando cualquier objeto se sale de los marcos de la CT, deja de ser percibido como objeto cultural, para pasar a ser otra cosa. Un producto marginal, por ejemplo. Lo cual es para pensárselo dos veces. Los límites de lo posible, los límites de los marcos, son por otra parte más pequeños que en cualquier otra cultura europea, por lo que es muy fácil salirse del marco. En ese diminuto espacio del marco de la CT vive el grueso de los profesionales de la cultura local, un colectivo obligado a practicar un máximo común divisor de las mismas ideas, los mismos posicionamientos, las mismas tendencias, las mismas opiniones, en una competencia extraordinaria sin apenas diferencias en su producción, lo que invita a pensar que el trabajo, en este tipo de trabajos, es un premio. Posiblemente, más que a la obra, a la conducta. Es el premio a no crear problemas.
¿Cómo se manifiesta la CT en los medios y el periodismo? ¿Cuál ha sido tu experiencia personal al respecto? ¿Y en la cultura (cine, literatura o arte)?
Se manifiesta no creando problemas y aceptando como problemas los que te propone el Estado. Ejemplos mil: los medios no informan de la crisis, informan básicamente de las medidas gubernamentales, que son otra cosa, posiblemente en las Quimbambas de la crisis. Literatura: no existe la crítica literaria. Eso algo problemático, por lo que las reseñas locales consisten en loar. Son, posiblemente, otro premio al comportamiento. Cine: las tramas tienden a la sentimentalización y carecen, por lo común, de problemática, pero es imposible comunicárselo a Almodóvar porque, lo dicho, no hay crítica por escrito. Arte, a lo bruto: como en el resto de disciplinas artísticas, prima lo valorado por culturas con crítica. Triunfa lo que triunfa en el extranjero y lo que imprime un valor nacionalista al arte local. El riesgo de abogar por otros puntos de vista y por otras posibilidades, en fin, es fabricar objetos en el vacío, la perdida de crédito. Vamos, ser un freaky o un colgado para todo el mundo salvo mamá.
Dices que el 11-M fue a la vez «el colmo y un fracaso» de la CT. ¿Qué pasó?
El 11-M fue el do de pecho de la CT. El Estado consiguió imponer, sin esfuerzo y rapidito, su punto de vista. Y lo hizo durante tres bravos días tres. Eso, tanto tiempo y lejos de Corea del Norte, no se consigue practicando la autoridad. Eso se consigue, únicamente, por mecanismos culturales. Autoritarios o, al menos, sensibles de ser sometidos a cachondeo como tales. Durante esos tres días, la cultura y sus profesionales hicieron lo de siempre desde hace 30 años. Lo que su cultura espera de ellos. Lo que su cultura ha dibujado como su oficio. No desautorizar al Estado o, incluso, darle la razón. Practicar la cohesión, vamos. La CT funcionó, en ese sentido, a la perfección y más allá del deber. Y, me temo, volvería a funcionar a la cojonésima en el futuro y en un caso parecido, pues la CT sigue siendo la cultura local en pleno vigor. EL 11-M fue, en fin, un ejemplo didáctico de cómo funciona la cultura española cada día. Su único fracaso fue externo. Fue el resto del planeta, que ajeno a la CT explicó lo que veía sin el tamiz cultural de la CT. Los corresponsales extranjeros, verbigracia, carentes de CT en las arrugas de su cerebro, no le dieron crédito al Gobierno ni durante un segundo. Y no tuvieron que plantearse salirse de ningún marco para explicarlo.
En las enfermedades auto-inmunes, las defensas se vuelven contra el propio cuerpo. ¿Ha pasado algo así con la Nueva Derecha, que ha llegado a criticar al Rey, a acusar a la policía y a la guardia civil de responsabilidad en el 11-M, a reescribir la historia de la Guerra Civil y a desafiar otros muchos consensos políticamente correctos? Es decir, ¿qué relación se establece entre la CT -obsesionada por la cohesión- y la Nueva Derecha (o la «Cultura Brunete», como tú la llamas también), ofensiva y desestabilizadora?
La Cultura Brunete es la prima de Zumosol de la CT. Parte de la misma función, practicar cohesión y defender el marco político de la democracia española y el proceso de Transición -perfecto, inmejorable, chachi y piruli- que nos la trajo. Pero enfatiza todo ello en una interpretación aún más reaccionaria y aún más abierta hacia un futuro reaccionario: puede interpretar cualquier cosa que nos depare el futuro de manera rápida, certera y utilizando palabros como constitución y libertad, para emitir mensajes políticos de cohesión. La CB es, ciertamente, desestabilizadora: desestabiliza a todo lo que quede al margen de una idea (aún más) integrista de la Transi y del pack constitución-democracia. La otra originalidad de la CB -aún más llamativa- es que realiza todo ello sin Estado -si descontamos las CC.AA. y los municipios peperos-. Carece de esa herramienta descomunal que es el Estado. Ahora parece como pocha y reiterativa. Pero cuando vuelvan al poder dejará de ser pocha, si bien no reiterativa. Campañas como la del ácido bórico, como la defensa de Camps o como la defensa de la cuadratura del círculo, hace tan sólo unos años sólo hubieran podido llevarse a cabo con toda la máquina y patena estatal. Un inciso, que puede señalar el carácter rampante de la CB: Aznar jamás practicó la CB. Practicó una CT de manual, más intensificada. Ejemplos: sin salirse de la CT consiguió que bajo el trade-mark «terrorismo» se colara cualquier formación política que no fuera el PP. Y bajo los palabros libertad, democracia, constitución, tótems de la pornografía CT, consiguió colocar una sola formación. Y, gracias a la CT, esa cosa vertical, no le resultó muy difícil.
En general se piensa que la ND sólo es una nueva versión del nacional-catolicismo «de toda la vida», sin embargo tu has escrito que es la única novedad en la CT desde hace tiempo. ¿Cuál es esa novedad? ¿Crees que el público de la ND es también nuevo o sólo el viejo «franquismo sociológico»? ¿Cómo explicas la gran sintonía de la ND con el malestar social?
En la primera legislatura PP, la FAES realizó algún tipo de convenio para intercambiar lenguaje con el Republican Party de los USA. Esa noticia pasó inadvertida, pero se ha confirmado como el gran jalón en la historia de la derecha española, que en su segunda legislatura, y en un tiempo record, disponía de las herramientas culturales y de un lenguaje que al Republican Party le costó construir más de 20 años y muchos millones de dólares. La derecha española, ahora un tanto apollardada -denle tiempo-, es así un caso único en Europa. Igual que en los últimos milenios, carece de contacto con las derechas democráticas europeas, pero posee un contacto íntimo con la nueva derecha USA, esa maravilla de la comunicación, esa construcción cultural que niega lo de siempre con un discurso y unas palabras mágicas, nuevas y electrificantes. La fascinación de la derecha española con los USA es recíproca. En un viaje a la España de Aznar de un gran ideólogo republicano, este señalo que España era, glups, la consecución de un modelo de cultura aún no alcanzado -otro glups- en los USA. Como la derecha USA, la derecha española fabrica construcciones intelectualizadas y difíciles. Verbigracia a): la incorporación del franquismo dentro de campos semánticos de palabros como libertad y liberalismo -dos grandes palabras en USA y en España-. Verbigracia b): su negativa a la Ley de la Memoria Histórica. Una ley absolutamente CT que, junto a la amnistía del 76, deja, definitivamente, al franquismo impune y, por el mismo precio, elimina la simbología franquista de las calles, por si alguno le da por verlas y pensar que la historia de este país es una XXXX pinchada en un palo. Otra derecha de otro país hubiera no firmado, sino promulgado esa ley. El PP, en ese sentido, es una derecha tan sofisticada que incluso pide más CT de la que la CT puede dar de sí. Pero la consigue. Cuando vuelvan al poder volverán a realizar juegos muy difíciles, pero factibles gracias a los mecanismos verticales de la CT. Como cultura, carecemos de defensa ante la CT. Imagínate ante la ultra-CT que ha hecho una ITV en los USA.
¿Cuál es la relación de la CT y las demás culturas consensuales que se crearon más o menos al mismo tiempo en Occidente (pensamiento único, posmodernidad del fin de los relatos y las ideologías, etc.)?
La desarticulación de la cultura es un fenómeno planetario desde el 68. La originalidad española / CT es que esa desarticulación no la ha producido la mercantilización de la cosa, sino la firme voluntad de apuntalar un determinado acceso a la democracia. Y, ya puestos, un límite llamativo a la democracia. Es, vamos, una cultura que está a huevo para explicar cosas como la Transi, el 23-F o la ilegalización de tres partidos para que todo eso resulte no sólo normal, sino épico. Los trade-mark que citas, digo yo que no son culturas. Son interpretaciones del sign of the time que, en ocasiones, ha comprado algún político para verbalizarse, más que para que le verbalicen. ZP, por ejemplo, está como loco con Philip Pettit y su republicanismo cívico, en lo que es un ejemplo de que a) los políticos no leen mucho y escogen sus gurús al azar, o de que b) ZP se puede verbalizar, glups, a través del indicio de los trazos autoritarios y antiparticipativos del ideólogo ese. Pettit es un tipo al que le enrollaría la CT.
¿Cómo se reproduce una cultura esencialmente vertical en una sociedad cada vez más «sociedad-red», cada vez más horizontal, con formas de vida distintas a las de los 70 u 80? ¿Cómo ha variado tu análisis sobre el «tapón generacional»?
Sobre el triunfo de una cultura vertical: ilustra que la sociedad en la que triunfa no puede ser muy horizontal. No sabemos, de hecho, el grado de brutalidad efectiva de nuestra sociedad, en tanto, por ejemplo, nuestra cultura, la CT, no sirve para observar nuestra sociedad. Sirve, lo dicho, para cohesionarla. Por otra parte, no sé tú, pero yo no vivo en una sociedad-red. Vivo en una sociedad que comunica con mucha facilidad. Pero comunicar es el grado 0 del lenguaje. Uno en fin, no hace artículos, novelas, pelis para comunicar, sino para explicar.
Sobre el tapón. Hace la tira pensaba que existía, que unos pollos de 30 tacos en el 77 lo copaban todo e impedían que generaciones -3 o 4-, más preparadas, con otros puntos de vista, accedieran a las posibilidades de la edad adulta. Algo de eso hay. Pero ahora creo que el tapón no es generacional. Es cultural. Todo aquel que quiera formar parte del tapón sólo tiene que practicar la CT. El grueso de los jóvenes intelectuales que se van colando en el tapón -un tapón, me temo, más grande que la botella-, creo que cree que la CT es la única cultura posible. Es la cultura, a secas. Es lo normal. Son las reglas de juego. Si quieres jugar, pues toma moreno.
Has escrito que la CT «se está muriendo». ¿Muerte natural, suicidio asistido, asesinato…? ¿La está matando quizá una una nueva cultura consensual pero ya simplemente de mercado, light al cuadrado, esencialmente despolitizada, más basada en el entertainment que en las consignas de ningún tipo?
Se muere de vieja -los viejos, a su vez, y si uno se fija, se mueren, básicamente, de aburrimiento, por lo que en ocasiones mueren durante mucho tiempo-, ninguneada por la cultura que viene y que siempre ha estado: la cultura de mercado. Se le parece mucho, salvo en el hecho de que no está subvencionada y carece del chip que le obliga a estar dale que te pego con la cohesión. En el resto de Occidente esa es la cultura preeminente tras el 68, y coexiste con una demanda menor, pero vigorosa, de cultura problemática, de malrollo. Está por ver si aquí también existirá ese público, que Ortega, harto de vino, fijaba en los 20’s en 5.000 lectores. También hay nuevas dinámicas culturales que están jubilando la CT. Las nuevas generaciones consumen una cultura en la que los diarios y el Estado no son intermediarios. Es posible que, incluso, ignoren el staff de la CT.
Lo más llamativo de la CT es que se muere matando. Todos los all-stars de la CT desaparecerán, zas, como ninjas en cuanto se mueran. Eso es, de hecho, lo que está pasando con todos los cracks que nos están dejando. Y eso da mucha rabia. Un autor, en fin, no sólo escribe para acceder a la segunda residencia. Llega una edad en la que quiere ser inmortal, no morir. Y aquí sucederá algo parecido a lo que sucedió en la Restauración. ¿Quién recuerda algún autor de la Restauración? ¿Quién recuerda al primer premio Nobel español, un tipo que fue el rey del pollo frito, pero que nos ha legado una obra que no soportó el ridículo histórico con cambio de modelo cultural posterior? Todos los echegarais que han fundido su obra o su trabajo con el límite de lo posible tras la Transi, quedarán en la memoria en el mismo pack que la Transi. Posiblemente, el mismo, en cierta medida estética, que la Restauración.
Me llama la atención que no muestres mucho interés por el fenómeno de la Web 2.0. Si la CT es fundamentalmente poder de representación, centralizado y unidireccional, ¿no crees que lo agujerea la multiplicación de espacios de expresión, creación, intercambio…?
Lo creo. Pero no lo veo. Ahora molaría darme el pego, pero no veo de una forma clara la transformación de la cosa Wiki en una wikipolítica, en una wikieconomía o en un wikipitote. Posiblemente, el cambio ése será espontáneo y repentino. Y por barrios. Pero la wikicosa aún no da pistas de ello.
¿Y qué fenómenos actuales te interesan como esbozos de una cultura crítica alternativa?
No sé si hay esbozos de una nueva cultura predominante en la línea contraria de la CT. La línea contraria sería una cultura beligerante, problemática, no decorativa, que observe al Estado con cara de póquer, que le importe un pito cohesionar y que no le entre en la cabeza realizar trabajillos extras para los hombres G. Lo que sí que está habiendo son esbozos de que la cosa se está yendo al garete. Tiene su componente de belleza observar cómo, en esa cosa tan vertical como la CT, los medios de comunicación, por ejemplo, van perdiendo autoridad entre ERE y ERE. Un artículo de opinión de una firma que opina lo mismo desde 1976 empieza a carecer de peso específico, de autoridad. Lo que es un primer paso para el cachondeo. Por otra parte, ya hay una generación que se informa sin recurrir a los medios de comunicación locales, por lo que se informan sin recurrir a la CT. La cultura de masas más cutre -yo qué sé, la tele-, esporádicamente y en este prólogo de un pitote, aún lejano, de fin de época, realiza discursos exitosos en los que se salen tres pueblos, en ocasiones, del margen de la CT.
¿Tu trabajo sobre la Barcelona libertaria tiene el sentido de rescatar el recuerdo de un momento libre de la presencia asfixiante de la CT?
No es un libro sobre la Barcelona libertaria, sino de la Barcelona rebelde. Empieza cuando María-Castaña y finaliza después de la Transi. Es curioso que en Barcelona la rebeldía haya tenido tradicionalmente dos vías para realizarse: a) la vida privada -ya saben, liarla a solas o en pequeña compañía para acceder a destellos de libertad; Barcelona es de los pocos sitios en la Península en donde fue posible acceder a ese cacharro al menos desde el siglo XVII-; y b) la fricción con el Estado, que Barcelona ha tenido con todos los Estados que le han pasado por encima. Es posible pensar que, si algún día Catalunya es Estado, ese Estado deberá soportar la mosca cojonera barcelonesa. El llenapistas de ese tipo de fricción ha sido, históricamente, el anarquismo, una tradición más rica, atractiva y asombrosa de lo que uno puede pensar cuando observa sus cenizas. En muchos aspectos, el anarquismo es una cosa que, en todo el mundo, sólo ha sucedido en Barcelona. Y ha dado perlas, como un librito, publicado en el 36, en el que Chomsky cree ver el único proyecto económico anarquista escrito en el mundo mundial. La existencia de ese libro/metáfora dibuja 100 años anteriores de cultura antiautoritaria cachas. De una forma u otra, snif, duró hasta 1976.
Algo más de Guillem Martínez:
(entrevista en La Página definitiva)
http://www.lapaginadefinitiva.com/dbpolitica/transicion/45
(entrevista con Carlos Prieto en Minerva)
http://www.circulobellasartes.com/ag_ediciones-minerva-LeerMinerva.php?art=264
(diálogo con Isaac Rosa, Ignacio Echevarría, Luis Negró y Antoni Doménech, coordinado por Albin Shengor y Karim Sambá)