Ya han pasado las elecciones y es hora de sacar conclusiones. Una de las muchas consecuencias que podemos extraer desde la izquierda es el absoluto desastre cosechado en las urnas por Izquierda Unida y sus coaligados en Catalunya. Tras conocer los resultados, Gaspar Llamazares declaró que no se presentará a la reelección al cargo de […]
Ya han pasado las elecciones y es hora de sacar conclusiones. Una de las muchas consecuencias que podemos extraer desde la izquierda es el absoluto desastre cosechado en las urnas por Izquierda Unida y sus coaligados en Catalunya.
Tras conocer los resultados, Gaspar Llamazares declaró que no se presentará a la reelección al cargo de coordinador general en la próxima asamblea. Gaspar no dice nada nuevo ya que según los estatutos de IU llevaba tres asambleas como máximo responsable y no podía optar a un cuarto mandato.
Vamos a centrarnos en tratar de analizar cuáles han sido las causas de esta derrota sin paliativos del conjunto de la izquierda transformadora.
Si bien no podemos obviar la tremenda injusticia de un sistema electoral que margina a la tercera fuerza en votos del Estado Español, esto no debe hacernos olvidar que en 1996 IU obtuvo la nada despreciable cifra de 21 escaños y cerca de 2.700.000 votos.
Debemos recordar que IU surge en 1986 a contracorriente del proceso de debilitamiento progresivo de las fuerzas políticas alternativas al capitalismo poco antes del hundimiento de la Unión Soviética.
En nuestro país, tras los malos resultados del PCE en 1982 y los sucesivos gobiernos del PSOE, surge una fuerza política que se articula en torno al cuestionamiento radical de la OTAN como instrumento militar de intervención y de control social, fuerza que planteaba un pleno empleo estable y con derechos, así como una nueva forma de hacer política basada en la participación en la toma de decisiones, un cuestionamiento profundo de la transición política y del marco económico neoliberal generador de exclusión social y de precariedad en el empleo entre otros argumentos.
A partir de los pactos con el PSOE del año 2000, IU ha ido abandonado sus principios fundacionales para instalarse progresivamente en el institucionalismo de la mano de prácticas exclusivamente burocráticas.
La línea política seguida desde la VI Asamblea federal basada en un acercamiento al PSOE y a los sindicatos oficialistas, un progresivo alejamiento de las líneas programáticas más transformadoras, un repunte de las decisiones arbitrarias y antidemocráticas patrocinadas por las diferentes direcciones, ha acelerado la percepción general de que IU actuaba como un satélite más de la socialdemocracia y no como una organización autónoma e independiente, con vocación de alternativa al sistema.
La obstinación por parte de los dirigentes federales en considerar al PSOE como parte de la izquierda y no como continuador de las políticas más neoliberales del PP, explica en parte la enorme fuga de votos por la izquierda de ciudadanos que ya no se fían de esta IU.
IU ha obtenido el peor resultado electoral en sus 17 años de historia, quedando por debajo de los 4 diputados que el PCE consiguió en las generales de 1982.
El retroceso electoral no es una novedad y se intensifica elección tras elección. No hay circunscripción en la que la bajada no sea notable.
¿Cómo explicar este paulatino hundimiento?
Como manifestaba hace poco el amigo Jorge López Ave en su último escrito, Llamazares y sus seguidores, se han empeñado estos últimos años en convertir una coalición de izquierdas en un engendro eco-socialista, una organización que se aleje de la izquierda antisistema y reivindicativa para que el PSOE la utilice a su antojo en las diferentes áreas de la gobernabilidad de las instituciones del capital, a cambio única y exclusivamente del dinero suficiente para mantener a flote las prebendas de los cargos públicos.
Sin embargo, la sensación general entre los pocos sectores conscientes de la militancia que quedan en IU indica que estas prácticas no son nada nuevas puesto que ya se intentó hacer esto en la última etapa de Carrillo, en la época en la que los dirigentes de Nueva Izquierda nos prometían que jamás acabarían en el PSOE, así como en la última escisión por la derecha de Iniciativa pel Poble Valencià en Esquerra Unida del País Valencià.
Los últimos resultados indican que la responsabilidad de Llamazares y sus acólitos en el desastre supera a la del resto de la organización que, a pesar de los diferentes ataques recibidos estos últimos años, y de las concesiones al PSOE, a los regionalismos de derecha (como en el caso del PNV en Euskadi o del BNV en el País Valenciano) y al grupo mediático afín a la socialdemocracia (me refiero al grupo PRISA), ha trabajado incansable y disciplinadamente para tratar de reconducir la situación.
El uso de la prensa y de los recursos de la organización para atacar al PCE y tratar de imponer las tesis liquidacionistas a las federaciones (como el caso de EUPV) que se negaban a integrarse a la deriva derechista patrocinada por el aparato federal, ha quemado a muchos militantes válidos, hartos de las trampas y las triquiñuelas de los llamazaristas. De esas triquiñuelas saben algo Pasqual Mollà y Joan Ribó, obsesionados en destruir EUPV para entregársela en bandeja de plata al PSOE.
IU contará esta legislatura con un solo diputado ya que el obtenido por Barcelona pertenece a Iniciativa per Catalunya.
Sin embargo, cuando Julio Anguita era el máximo responsable de IU, la organización daba unas muestras de solidez en todas las manifestaciones de su acción política, generaba entusiasmo en muchos sectores sociales cansados de tanto colaboracionismo y subía como la espuma en las diferentes elecciones, disputándole el electorado de izquierdas a un derechista y corrupto PSOE.
IU aspiraba a superar al PSOE y a ser el referente de la izquierda honesta de este país con un discurso que ponía en solfa los grandes acuerdos en los que se basaba la tra(ns)ición española, articulando una alternativa política que ponía en aprietos a todos y cada uno de los palmeros de la monarquía borbónica (sindicatos mayoritarios incluidos).
Lo que queda claro es que cuanta más derechización, cuanto más se aleja IU de sus principios fundacionales, menos votos obtiene. En cambio, en la etapa en la que IU era percibida como una organización con un discurso propio, autónomo y basado en un programa de transformación social, se obtuvieron los mejores resultados de la historia. Conclusión: Los electores no avalan la línea derechista y la sumisión al PSOE.
Esto es una realidad incontestable que fue muy molesta para los que querían resucitar «la casa común de la izquierda» con el único objetivo de neutralizar a la izquierda alternativa.
Las elecciones nos dejan otras consecuencias entre las que destacamos el triunfo absoluto del modelo bipartidista y el estrepitoso batacazo de la coalición de BNV con la Iniciativa de Pasqual Mollà; lo que denota también el fracaso de la línea colaboracionista y entreguista de esta nueva formación, organización creada alrededor de una coordinadora de cargos públicos emanados de las listas de EUPV, una especie de camarilla de notables muy del estilo de Nova Esquerra.
La realidad es que nadie está en condiciones de asegurar que el proyecto de IU vuelva a ser un referente de lucha y de movilización tras tantos años de dependencia del PSOE y del pensamiento políticamente correcto.
En la próxima asamblea la militancia hablará y dirá hacia que modelo de organización debe dirigirse IU.
¿Será demasiado tarde para remediar tantos años de atropellos y equivocaciones?
De todos los que creemos en la necesidad de una Izquierda Unida como una herramienta útil para la transformación radical de la sociedad, depende una respuesta organizada y vertebrada para parar la triste realidad que nos rodea, en la perspectiva de que IU retorne a sus orígenes de izquierda alternativa de los que nunca debió salir.
* César Vilar es licenciado en Derecho, miembro del PCPV-PCE y militante del Colectivo local de EUPV de Sant Joan d´Alacant.