Finalmente, luego de cuatro años de gobierno, Joe Biden decidió cumplir la promesa que hiciera al asumir su función como Mandatario de los Estados Unidos y dispuso el retiro de Cuba de la denominada “Lista de Países que patrocinan el Terrorismo” y que arbitrariamente maneja la Casa Blanca para castigar a sus adversarios en el escenario mundial.
Como lo ha señalado la Cancillería Cubana, ésta es una medida insuficiente, pero dada en una dirección correcta. Insuficiente porque no modifica las bases del bloqueo a Cuba, que mantiene intacto el gobierno norteamericano desde hace más de seis décadas.
Pero está dada en un camino correcto porque precisamente por esa vía es que puede normalizarse la relación entre los Estados Unidos y otros países. Es decir, renunciando a las presiones, la fuerza y las amenazas, que constituyen la característica preeminente en el accionar de Washington,
Se trata, por cierto, de una medida que no merece aplauso ni gratitud de parte de nadie; porque implica una decisión que nunca debió ser adoptada por Estados Unidos y que si hoy es revocada, eso hay que atribuirlo al rechazo generalizado que concitara en el escenario mundial.
De todos los rincones del planeta, en efecto, el gobierno norteamericano recibió críticas y resistencia creciente, a más de un consistente repudio. Bien puede decirse entonces que esta disposición ha sido arrancada por Cuba y los pueblos ya que implica una derrota de los guerreristas y sus adláteres,
Esta medida debió haber sido asumida por Joe Biden al inicio de su gestión gubernativa, en el 2020. No sólo porque formaba parte del legado que dejara el anterior mandatario Barack Obama -también del Partido Demócrata- sino además porque el propio Biden se comprometió a adoptarle una vez que fuera restablecida aviesamente por Donald Trump en su anterior gestión Republicana.
Ahora, el peligro que se divisa en el horizonte tiene que ver precisamente con el ascenso de Trump al gobierno de los Estados Unidos, hecho que se cumplirá en pocos días. No debiera sorprender entonces que el Republicano nueva mente en el Poder, pretenda revocar la decisión dada a conocer ayer 14 de enero, y busque encender nuevamente el fuego de la confrontación contra Cuba.
La designación del Senador Republicano Marco Rubio, conocido por sus vínculos con los grupos terroristas anticubanos que operan en Miami, como Secretario de Estado de los Estados Unidos, constituye un augurio nefasto para América Latina y una amenaza real contra Cuba y otros países.
Debemos ser conscientes, entonces, que la batalla continúa. Ella no concluirá sino cuando se ponga fin al bloqueo genocida contra Cuba y la Casa Blanca reconozca que cada país tiene derecho a buscar su propio camino de progreso y desarrollo al margen de los intereses del Imperio.
Mantener y acrecentar la solidaridad con Cuba, constituye un deber esencial para todos.
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