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La delirante lucha contra el terrorismo

Fuentes: Rebelión

Un excelente artículo publicado en «Sin Permiso» -versión electrónica- el pasado 23 de diciembre da pie a hacer algunas consideraciones sobre el actual modelo de lucha antiterrorista. El artículo en cuestión se titula «El macroproceso 18/98 y la peligrosa normalización de la excepción, y está firmado por Jaume Asens (colegio de Abogados de Barcelona) y […]

Un excelente artículo publicado en «Sin Permiso» -versión electrónica- el pasado 23 de diciembre da pie a hacer algunas consideraciones sobre el actual modelo de lucha antiterrorista. El artículo en cuestión se titula «El macroproceso 18/98 y la peligrosa normalización de la excepción, y está firmado por Jaume Asens (colegio de Abogados de Barcelona) y Gerardo Pisarello (profesor de Derecho Constitucional) y se extiende en comentarios sobre la sentencia de la Audiencia Nacional en el Sumario 18/98, con la crítica general de fondo de la restricción de libertades que está suponiendo la actual lucha contra el terrorismo. Al comienzo del artículo se menciona una sentencia del Tribunal Constitucional de 1995, que deja sentado que «la manifestación pública, en términos de elogio o exaltación, de un apoyo o solidaridad moral o ideológica con determinadas acciones delictivas, no puede ser confundida con tales actividades» (STC 42/95).

Hace unos días la prensa nos informaba de que una de las condenadas lo había sido por manifestar públicamente que el atentado de la T-4 era una respuesta de ETA a la política del gobierno. Pues bien, en el marco de la sentencia, se entiende que estas declaraciones suponen una justificación del atentado. El silogismo es preocupante. Si lo trasladamos a otro caso bastante más grave de terrorismo, como son los atentados del 11-M, quien quiera que defienda que esos atentados tuvieron que ver con la ocupación de Iraq, se verá, con el mismo razonamiento, acusado de justificar la masacre del 11-M.

La lógica es del todo absurda, y unos ejemplos nos ayudan a calibrar de qué estamos hablando. El pasado 23 de diciembre, el diario «Público» destacaba unas declaraciones del general de marines Doug Stone. Dice Stone: «Si detienes sin razón a 150 personas en un pueblo, acabas de crear 150 pequeños terroristas». Stone, que tiene a su cargo 30.000 presos iraquíes «y es consciente de que muchos de ellos hace tiempo que deberían haber abandonado las celdas», parece «comprender» que el terrorismo pueda estar causado por la aplicación injusta de medidas. En la lógica de la sentencia 18/98, y en la lógica más general que se va adueñando del actual modelo de lucha contra el terrorismo, unas declaraciones como éstas le sitúan a uno en el «entorno» del terrorismo. Naturalmente, si no tienes el blindaje de un general de marines, porque si eres de los que critica la guerra, declaraciones como éstas te sitúan en un pantanoso terreno que suele denominarse «entorno» del terrorismo, muy cerca de esa figura jurídica tan elástica de «colaboración con banda armada».

En otro artículo publicado en «El País» el pasado 21 de diciembre, Rafael Domínguez Martín dice que «la desigualdad genera inestabilidad social y política». ¿Qué es eso de la «inestabilidad»? ¿Querrá decir algo parecido a que puede que haya violencia si hay desigualdad? ¿Y eso no es justificar la violencia en la nueva doctrina antiterrorista? En su libro «Hegemonía o supervivencia», Noam Chomsky aporta dos citas interesantes: el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos considera que el seguimiento del modelo neoliberal arrastrará un incremento de la violencia y el terrorismo en el futuro en todo el mundo. Por otro lado, el Mando Especial (planificadores militares estadounidenses) prevé que la globalización seguirá incrementando la distancia entre los que tienen y los que no tienen, y que este hecho provocará un aumento del malestar y de la violencia entre los que no tienen. Nuevamente, desde el punto de vista de la sentencia 18/98, encontraríamos en estas previsiones una justificación del terrorismo. ¿O quizás es que las mismas cosas dichas por un general estadounidense o por un miembro de los servicios de inteligencia, constituyen un análisis objetivo, pero dichas por un activista se interpretan como justificación de acciones terroristas?

Hemos podido ver uno de tantos casos sangrantes en esta sentencia en la condena de Sabino Ormazabal a nueve años por colaboración con ETA. Uno alucina si lee la entrevista que el pasado 27 de diciembre publicaba el diario «Público». Ormazabal declara que está en contra de ETA y que defiende el camino de la no violencia. Como quiera que es un defensor de la desobediencia civil y ETA ha hablado de esto últimamente, la sentencia considera que la desobediencia civil que practica de la Fundación Joxemi Zumalabe, a la que pertenece Sabino Ormazabal, está a las órdenes de ETA. Y se han quedado tan anchos…

En el mismo diario, el día 28 de diciembre Javier Sádaba se declara amigo de Ormazabal y de algún otro condenado. La misma lógica perversa debería declarar a Sádaba como otro miembro del «entorno» de ETA. Y como a mí me cae bien Javier Sádaba, y, aunque no gozo de su amistad, he intercambiado con él algunas comunicaciones, podemos estirar un poco más la cuerda (parece que de eso se trata) y considerar que yo también estoy relacionado, como también lo estará cualquiera que se relacione conmigo, y así sucesivamente…

La lógica es simplemente delirante. Hace unos años, un matemático demostró que era posible establecer una relación entre dos habitantes cualesquiera del planeta en no más de siete eslabones. Si hacemos bastante más pequeña la escala, como puede ser considerar nuestro país, ¿pueden ustedes imaginar cuántos eslabones pueden hacer falta para relacionarnos a cualquier de nosotros con un miembro de ETA? No creo que hagan falta la mitad de los siete que son necesarios, como máximo, para relacionar a dos habitantes del planeta, por alejados que estén sus países, sus ambientes o sus idiomas.

El modelo de justicia imperante, tanto en España como en Estados Unidos (ya se sabe que aquí copiamos estupendamente lo peor del imperio), es para echarse a temblar. No sabemos si el terrorismo puede acabar con la democracia, pero si estamos viendo ya que la lucha contra el terrorismo es perfectamente capaz de hacerlo.