«La derecha venezolana es una cobra de dos cabezas que serpentea al ritmo de la flauta de Estados Unidos«(Laila y Basem Tajeldine) Nuestro país se ha convertido, desgraciadamente, en el estercolero de la derecha venezolana (en expresión de Marcos Roitman), dando argumentos al Presidente Nicolás Maduro en sus frecuentes ataques a nuestro indecente Gobierno. El […]
(Laila y Basem Tajeldine)
Nuestro país se ha convertido, desgraciadamente, en el estercolero de la derecha venezolana (en expresión de Marcos Roitman), dando argumentos al Presidente Nicolás Maduro en sus frecuentes ataques a nuestro indecente Gobierno. El PP y Ciudadanos, y un amplio sector del PSOE, se han empeñado en promover en nuestro territorio las bondades de la «oposición» venezolana, y en presentarla como víctima de la «dictadura chavista» de la Revolución Bolivariana. Es un proceso que no es nuevo, ya se viene dando de forma activa desde la colaboración de Aznar en el intento fallido de golpe de 2002, durante la etapa de Hugo Chávez. Los medios de comunicación dominantes nos presentan cada día la cara oscura y caótica de las calles venezolanas, mostrándonos un paisaje de cuasi guerra civil. No entran a detallar las verdaderas causas de dichas movilizaciones, ni a explicar los verdaderos motivos del desabastecimiento de productos básicos. Esconden la extrema violencia de los «opositores» al chavismo, y nos presentan, como siempre, una visión sesgada e interesada de la realidad venezolana. Su alianza con la extrema derecha norteamericana es evidente, así como con el resto de países donde el sistema neoliberal campa a sus anchas. Es ese mismo sistema el que quiere volver a sus fueros, derrotando todas las conquistas populares del chavismo, que lógicamente disminuyen los privilegios de los más ricos y poderosos.
Pero incluso todo ello ha llegado a expresarse en nuestras ciudades, en forma de una nueva escalada en las estrategias desestabilizadoras, donde también cortan el tráfico, agitan pancartas, persiguen a los diplomáticos, boicotean manifestaciones de los que defienden el gobierno venezolano, abortan actos públicos, amenazan de muerte a los que no se alinean con sus tesis, y promueven la violencia para derrocar al régimen chavista. Nuestro gobierno y muchos líderes políticos de la derecha, así como los ex Presidentes Aznar y González, han celebrado numerosos actos de acogida y expresión de ciertos personajes de la derecha venezolana, tales como el padre del golpista Leopoldo López, su mujer Lilian Tintori, o María Corina Machado, así como algunos líderes de la MUD. Como ejemplo de todo ello, el pasado jueves 11 de mayo se perpetró un ataque a la sede de la Embajada de Venezuela en nuestro país, donde se celebraba un acto informativo del Comité de Víctimas de la Guarimba y el Golpe Continuado. Dicho local como es lógico goza de inviolabilidad diplomática, pero sin embargo, las fuerzas de seguridad del Estado permanecieron pasivas ante el ataque de los violentos manifestantes (de hecho, se confirmó que la Delegación del Gobierno había dado órdenes de no intervenir). A raíz de todo ello, más de 100 organizaciones sociales han denunciado en un Manifiesto que la oposición venezolana está exportando su violencia callejera al Estado Español, al sentirse perfectamente acogida por nuestras autoridades (con algunas excepciones, claro está, como por ejemplo la Alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ejemplo de tolerancia en la inmensa mayoría de asuntos).
A todo este clima de acoso al legítimo Gobierno de Maduro se unen por supuesto los medios de comunicación dominantes, propiedad de los grandes grupos económicos y financieros, que no sólo hacen continuo eco de la tensión vivida en las calles de Venezuela, sino que además insisten en su manipuladora campaña de presentar al gobierno bolivariano como corrupto y autoritario, mientras difunden el papel de una oposición que únicamente desea para su país libertad y democracia. Nada más lejos de la realidad. Lo que se está viviendo en Venezuela es lo más álgido de un proceso de desestabilización conspirado a nivel internacional por las derechas de los países latinoamericanos (auspiciados por la OEA, de la cual Venezuela ha salido recientemente), y bajo el paraguas de la derecha imperialista norteamericana. Y nuestro país, por supuesto, bajo el Gobierno del PP y de sus aliados de la triple alianza, participa de forma entusiasta en la desestabilización del régimen, bajo indecentes proclamas que dicen interesarse «por un país amigo como Venezuela». La derecha no tiene amigos en ningún sitio, sólo obedece a intereses. Y cuando dichos intereses se ponen en juego, son capaces de desatar la violencia más extrema para revertir los procesos democráticos y populares que los amenacen. Como se indica en el manifiesto de referencia, estamos ante una actuación absolutamente coordinada con las campañas de injerencia del PP contra la República Bolivariana de Venezuela, junto con otros partidos políticos del arco parlamentario neoliberal, y la constante manipulación de los medios de comunicación.
Resulta muy significativo comprobar hasta qué punto Nicolás Maduro tenía razón cuando indicaba al eje «Madrid-Caracas-Miami-
¿Por qué todo esto en Venezuela? ¿Por qué este clima de terror callejero, de violencia continua y extrema? ¿Por qué el desabastecimiento de comercios, de alimentos y productos básicos? ¿Por qué tanto eco mediático, cuando otros puntos del planeta resultan más calientes para la destrucción de los derechos humanos? Está bien claro, pero ofrece varias vertientes: Venezuela está en el punto de mira porque desde la llegada al poder de Hugo Chávez representa un mensaje que postula democracia frente a dictadura de los mercados, que postula fraternidad contra racismo, que postula cooperación y solidaridad contra discriminación, que postula servicios públicos frente a privatización, que postula patriotismo frente a entreguismo, que postula paz frente a violencia golpista y terrorista, y que postula educación, salud y asistencia social para todos, y de forma gratuita, frente a recortes y «planes de ajuste estructurales». Y a su vez, Venezuela es un país rico en petróleo y recursos naturales, esencial para controlar la geopolítica de la región, pero que se niega a servir a los intereses de las grandes corporaciones y empresas transnacionales, representantes del gran capital, cuyos siervos son estos indignos políticos de tres al cuarto que dicen «luchar por los derechos humanos». Por último, Venezuela, sobre todo durante los mandatos de Chávez, ha conseguido sembrar esa semilla, la semilla del Socialismo del siglo XXI, por muchos sitios de América Latina, desmontando las organizaciones que servían a los intereses imperialistas norteamericanos, y avanzando en la auténtica integración regional de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Todo eso es lo que pretende ser destruido. No lo permitamos. ¡Hasta la Victoria Siempre!
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