Barcelona dio el pistoletazo de salida. Apenas unas semanas después de que el resultado de las europeas abriera un escenario nuevo con diversas fuerzas alternativas sumando un gran apoyo social, nos llegaba una propuesta para recombinar ese fenómeno electoral con el tejido social pre y post 15M y traducirlo en una novedosa herramienta municipalista: Guanyem […]
Barcelona dio el pistoletazo de salida. Apenas unas semanas después de que el resultado de las europeas abriera un escenario nuevo con diversas fuerzas alternativas sumando un gran apoyo social, nos llegaba una propuesta para recombinar ese fenómeno electoral con el tejido social pre y post 15M y traducirlo en una novedosa herramienta municipalista: Guanyem Barcelona.
La presencia de Ada Colau como aglutinante y referente público la hacía aún más atractiva, pero no se puede olvidar que ese factor es solamente parte de su (brillante) puesta en escena. Muchos meses antes, en silencio como los zapatistas, se habían venido tejiendo alianzas entre algunas de las personas más destacadas del rico tejido social, cultural y académico de Barcelona. Se habían empezado a sentar unas bases y se había comenzado a buscar complicidades con el otro actor fundamental de un proyecto como ese: las organizaciones políticas. Tuvieron la inteligencia de combinar la exigencia de protagonismo ciudadano, que obliga a los partidos a dar un paso a un lado, con el reconocimiento de que sin ellos, o contra ellos, un proyecto así fracasaría.
La fórmula barcelonesa sirvió para que tomara forma esa idea que a tanta gente nos rondaba la cabeza. ¿Cómo unir en un plano de igualdad a distintas fuerzas políticas superando las dinámicas de negociación y dando un papel igualmente a la ciudadanía «no afiliada»? Guanyem era una fórmula ideal para ello y comenzaron a brotar iniciativas similares en muchas otras ciudades y municipios, en la mayor parte de lugares bajo el nombre de Ganemos, pero no necesariamente. Lo difícil, no obstante, era traducir esa iniciativa a las particulares circunstancias de cada localidad. Y así, enseguida se ha constatado que no era un camino fácil: en unos lugares esas iniciativas surgían impulsadas por algunas formaciones políticas, lo cual retraía a otras o a la gente que quería participar a título particular; en otros lugares el problema era el contrario y el rechazo hacia las organizaciones complicaba que finalmente dieran su apoyo. O, incluso en el caso de que la cosa comenzara con buen pie, se comprobaba que era difícil avanzar mucho en poco tiempo.
Esa falta de rodaje previo, en comparación con el caso de Guanyem Barcelona, es seguramente el principal obstáculo para extender un movimiento municipalista exitoso y que tenga cierta homogeneidad dentro de la diversidad. Eso ha llevado a que la gente de Guanyem haya lanzado una guía útil para la creación de iniciativas de este tipo o a que personas de Ganemos Madrid como Mario Munera sugieran cómo NO deben lanzarse estas iniciativas. Sin embargo, y aunque comparta la mayoría de observaciones de ambos escritos, en mi opinión se trata de una tarea condenada al fracaso. Incluso las experiencias más precoces y que parecen ir más avanzadas (Madrid o Málaga, por ejemplo) parten de un grado de voluntarismo e inmadurez organizativa mucho mayor que el que tenía Guanyem cuando salió a la luz pública. Muchas más deficiencias acumularán las iniciativas que surgen más tarde y más apresuradamente, y en entornos locales donde la riqueza del tejido social es menor que en las grandes ciudades. Habrá mucha improvisación y malas copias, pero en ocasiones no se podrá conseguir nada mejor.
Con ello quiero decir lo que hace unas semanas le comentaba a un amigo que participó en la creación de Guanyem Barcelona: «habrá que asumir que toda la descendencia que le salga a Guanyem será bastarda». Porque en la mayoría de lugares no hay condiciones ni sobre todo tiempo para hacer un trabajazo previo como el que hicieron en Barcelona, pero la necesidad de que cuajen estas fórmulas es tanta que no podemos dejarlo para la próxima ocasión. Por ello, añadía que » aunque tengan pecados de nacimiento de uno u otro tipo valdrán si ilusionan y empoderan a la gente», independientemente de cómo hayan salido a la luz.
En este sentido, yo no pondría la lupa en cómo se han dado los primeros pasos, sino en el escenario que abren. Si son capaces de articular cauces de participación que desborden la capacidad de control de las organizaciones y los círculos activistas habituales serán procesos lo suficientemente interesantes como para que no les miremos la partida de nacimiento. ¿Cuáles son para mí las claves para considerar que una candidatura se construye con protagonismo ciudadano?
- Basar todo el proceso en la movilización y activación de la máxima gente posible, lo más variada posible. Es decir, no quedarse en la «zona de confort» de partidos o activistas, incorporar a gente no organizada, que nunca ha participado.
- Dar protagonismo a caras nuevas en el proceso: en portavocías, en tareas de coordinación, de moderación, etc. Gente que, aunque sí sea reconocible por su tarea en otros ámbitos, hasta el momento no se haya implicado en la política institucional, no por marginar a quienes sí lo hemos hecho, sino para hacer visible esa composición plural y novedosa a la que hacía referencia en el anterior punto.
- Abrir el debate programático a todo el mundo, no solo formalmente sino dando garantías para que efectivamente sea así. Eso supone abrir cauces diversos, porque dependiendo del formato de reuniones o herramientas que usemos habrá gente que esté más o menos cómoda. No será fácil sentar en la misma mesa a alguien que participa colectivamente por primera vez, con el típico militante acostumbrado a hacer largas intervenciones y a una profesional de un determinado sector que quiere hacer aportaciones técnicas muy concretas. Hay que hacer un proceso de escucha y abrir una gran conversación por múltiples cauces adaptados a distintos tipos de personas.
- Decidir la composición de las candidaturas mediante la participación y no mediante la negociación. La pertenencia o cercanía a una formación política u organización social ni debe garantizar la participación en la lista ni puede ser un obstáculo para ello. La composición de la candidatura debe ser fruto del resultado que se derive de una votación directa abierta a toda la ciudadanía que se quiera implicar en el proceso.
- Por último, conseguir que todo este protagonismo ciudadano no esté reñido con el reconocimiento a los partidos que deciden jugar un nuevo papel y que tengan garantías de que no se tiran a una piscina sin saber si hay agua. De nuevo, Guanyem es buen espejo en el que mirarse.
Veamos si hay posibilidades en cada una de las iniciativas para llegar a un escenario como este, independientemente de cómo hayan surgido. ¿Son iniciativas pensadas para dejarse desbordar por la participación de la gente? O incluso, aunque no fuera así. ¿Son iniciativas que van a quedar desbordadas si conseguimos que la gente participe? Ese, creo yo, es el debate fundamental.
Tocará perdonar muchas cosas en este proceso, y tragar sapos. Habrá quien sea reticente a participar allí donde alguna gente haga un discurso de tabula rasa con cualquiera que haya militado en algún partido. Habrá quien eche en cara a IU haber impulsado la iniciativa o no saber actuar con una nueva cultura que garantice la autonomía del proceso. Igualmente, a Podemos se le reprochará que su participación en estos procesos (si se da) sea meramente táctica y no una apuesta sincera. O incluso se podrá decir que si Equo participa en ello es por pura necesidad de supervivencia. Y seguramente algo de razón tendrán en todos los casos, pero quien dé al traste con estas experiencias por mirar minucias no estará entendiendo la necesidad crucial de que tengan éxito. Necesidad no para mis siglas, ni para las tuyas, sino para la gente que necesita un instrumento de intervención política que le permita poner las instituciones al servicio de la mayoría, antes de que nos dejen sin nada. Y ese instrumento, que no debe servir solo para ganar las elecciones, sino para transformar la realidad después, debe aglutinar a ciudadanía, activistas y a quienes ya se lo vienen peleando en las instituciones.