En las muertes por accidente, incidente o enfermedad laboral siempre se le achaca la responsabilidad de su final a quien muere. Las campañas publicitarias sobre la prevención de accidentes laborales siempre piden a quienes curran que cuiden de su salud y de sus vidas. Dicho más claro le piden que recen para que no les […]
En las muertes por accidente, incidente o enfermedad laboral siempre se le achaca la responsabilidad de su final a quien muere. Las campañas publicitarias sobre la prevención de accidentes laborales siempre piden a quienes curran que cuiden de su salud y de sus vidas. Dicho más claro le piden que recen para que no les ocurra nada. Quienes mueren en accidente laboral son personas sin rostro, ni nombre, ni situación familiar, ni amistades. Nunca he visto en los medios de comunicación que nos hablen de si quien ha fallecido era una persona de tal o cual manera, si le gustaba esto o lo otro, de cómo se quedaba su familia, sus amistades, de qué había aportado en su trabajo. Nada de nada de nadie.
Las instituciones, los medios de comunicación, la sociedad en general tratamos a este tipo de lacra que son los accidentes, los incidentes, las enfermedades laborales, como algo consustancial al trabajo asalariado. Vamos, como si ya fuese incluido en el salario que te pagan.
Detrás de cada muerte por accidente o incidente laboral hay otros miles de personas heridas, enfermas, que en muchos casos arrastrarán de por vida las secuelas de «su torpeza». Porque «la torpeza del currela» es la única explicación que nos dan a este tipo de lacra. Porque no te pones las prendas de seguridad. Porque no atiendes a las decenas de normas que te hacen firmar como recibidas. Porque no llegas al curro olvidándote de tus preocupaciones, sociales, familiares, económicas, políticas. Porque en el trabajo hay que estar a lo que se está: a que la patronal gane todo lo que pueda y lo más rápido que se lo puedas hacer ganar.
Desde luego que se dan algunas respuestas de denuncia o protesta a estas situaciones, pero a la vista está que no sirven para evitarlas. La patronal y las instituciones que la acunan, potencian la baja autoestima de la gente asalariada. La patronal y las instituciones que la acunan, disfrazan estos crímenes como errores individuales de quienes los sufren. Quienes forman la patronal y las instituciones coinciden en muchos intereses empresariales y de negocios.
Ni la patronal, ni las instituciones, deberían intervenir en la investigación de estos accidentes, incidentes, enfermedades laborales, por tener un interés directo en sus causalidades. Así las cosas, parece lógico que este asunto fuese asumido de forma ejecutiva por las organizaciones propias de la gente asalariada.
Entretanto propongo que a cada una de las víctimas mortales de accidente, incidente o enfermedad laboral se le homenajee, dando a conocer su identidad, su rostro, loando sus aportaciones en el trabajo, en su círculo familiar, de amistades, en el barrio o pueblo, porque de seguro que habrá hecho tantas cosas positivas como cualquier miembro de la patronal o de las instituciones.
Si muere alguien de la patronal se suceden los panegíricos, las condolencias, los homenajes, las loas ¿Vale más la aportación a la sociedad de la patronal que la de los currelas?
* Javier Ruiz es activista social