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Reseña del libro “Derechos humanos como arma de destrucción masiva” de Iñaki Gil de San Vicente y Concepción Cruz Rojo. Boltxe Liburuak. 2015.

La destrucción masiva de los que luchan por sus derechos

Fuentes: Rebelión

«…cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro es claro que hay algún necio que se niega a ser pacificado por la espalda o algún estúpido que se resiste a ser pacificado a fuego lento…» (Mario Benedetti) Hay distintos terrenos donde combate la vida. La […]

«…cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar

a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro

es claro que hay algún necio que se niega a ser pacificado por la espalda

o algún estúpido que se resiste a ser pacificado a fuego lento…»

(Mario Benedetti)

Hay distintos terrenos donde combate la vida. La vida viviente, la que en su totalidad toda participa del tremendo proceso de ir construyendo la verdad. La vida como criterio de verdad, no la vida muriente de lo ya aprendido con los renglones rectos y muy bien determinados (por los de siempre).

Hay distintos lugares y ámbitos donde presentarse a ese combate y Chiqui (Concepción) e Iñaki, en su vida militante, esta vez, combaten con las ideas. Hacen otro libro. Negro sobre blanco. Como dijo Fidel, batalla de las ideas, debates de carácter ético y de defensa de la justicia social pero que lleguen al pueblo concretadas. Que el pueblo avance con ellas.

En el ámbito de los libros, Iñaki y Chiqui debaten y concretan lo que pueden. Sus propuestas son firmes. Pensamiento fuerte. Quizá falten contendientes. Quizá no se atrevan. La mayor parte de la Academia recula tras las alfombras. Triste.

También hay distintas formas de afrontar ese combate y estas dos personas eligen el camino valiente, ese que nos invita a bucear en las profundidades. Debajo de admirables palabras como libertad, justicia y derecho, su pensamiento crítico, valiente y dialéctico como la vida y la ciencia, encuentra la lucha a muerte entre fuerzas antagónicas, entre los derechos burgueses y los derechos socialistas, entre el derecho/necesidad de la salud y la necesidad de la industria, de la ganancia.

Y para combatir se suben en los hombros de los que combatieron y, desde su altura, van a las fuentes. Tremenda claridad. Fuentes que con sus torrentes salpican todos los intentos de falsear la historia y la vida, fuentes elegidas con curiosa maestría y esfuerzo donde la contundencia del texto político no elude la belleza literaria que también conmueve, sino que aquilata contenidos, ofrece joyas. Y, entre muchos y muchas, citan a Marx, Engels, Lenin y Kolontai, a Néstor Kohan, Silvia Federici, Lerner o W. Reich. Y sacan sus conclusiones.

Aunque el libro tiene dos partes claramente diferenciadas, la primera (por el orden), Derecho burgués y derecho socialista antes del comunismo, de Iñaki, y la segunda (por el orden) La salud: una necesidad de los pueblos. Entre la biología y la política, de Chiqui; su deambular certero los engloba como una única obra, como un único texto donde los derechos profundos, colectivos y concretos del pueblo, chocan en la práctica, que es donde realmente se comprueba la veracidad y coherencia de la teoría, con los derechos abstractos, mentirosos y tramposos de la burguesía, de la inmensa minoría rica.

Desde la presentación hay claridad en las intenciones de desvelar cómo la ideología burguesa, con sus mitos de «derechos humanos» y de «democracia», es uno de los instrumentos clave para sostener la «invisible» dominación del capital sobre el trabajo y, a la vez, de justificación de las agresiones del imperialismo contra los pueblos que se resisten a claudicar a sus exigencias. Sistema de alienación que, junto con el fetichismo de la mercancía, ejerce su devastadora destrucción sobre la conciencia crítica.

Desde la presentación, desde el «derecho al tiranicidio» reconocido por Tomás de Aquino cuando beneficia al papado y la nobleza, desde la guillotina como símbolo decisivo de los «derechos» de la revolución francesa, la incipiente clase burguesa (con sus derechos humanos) utilizó toda la violencia a su alcance, toda la violencia necesaria, para destruir los derechos precapitalistas, sobre todo los derechos de los pueblos al beneficio de las tierras comunales. Un Marx joven, con 24 años, promueve en la Gaceta Renana Los Debates sobre la Ley a cerca del Robo de Leña:

Se ha llegado realmente en un lugar a convertir un derecho consuetudinario de los pobres en monopolio de los ricos. Se ha dado la prueba concluyente de que se puede monopolizar un bien común (…) La naturaleza del objeto requiere el monopolio porque el interés de la propiedad privada lo ha inventado (…) Esta lógica, que transforma a los servidores del propietario foral en autoridades del Estado, transforma a las autoridades del Estado en servidoras del propietario forestal…

Ya más tarde, en El Capital, con su acumulación de rigor teórico, político y filosófico, volverá a decir: «…Entre derechos iguales y contrario, decide la fuerza».

Se apunta como fase álgida en la que los derechos burgueses giran hacia la reacción para derrotar a los derechos populares a la Comuna de París de 1871, y a su punto crítico durante la revolución bolchevique de 1917, que actualiza la reflexión marxista sobre la extinción de Estado y del derecho en el mismo proceso de superación de la propiedad burguesa, de la ley del valor y del trabajo abstracto.

Y se llega al siglo XX y al XXI. Y se constata la irreconciabilidad de los derechos humanos de la burguesía (con su pomposa Declaración de 1948, como inicio de la guerra fría y con todo el cinismo que implica incluir el derecho de «rebelión») armada hasta los dientes, armada hasta el alma, con los derechos del resto de la humanidad explotada que necesita armarse de salud, de cultura y de vida digna. Antagónicos.

Frente a esos derechos «declarados, armados y abstractos de la minoría…» no queda otra que democratizarlos, descolonizarlos, desmercantilizarlos y despatriarcalizarlos en una lucha simultanea e interactiva, para la emancipación de la mayoría. Porque:

Toda reforma socialdemócrata de lo existente tiene fecha de caducidad: la decide El Gran Capital, de ahí que lo obvio sea que la única vía de emancipación democrática para construir una democracia real es el socialismo.

Porque no existe democracia sin socialismo y no existe socialismo sin conciencia de clase lo mismo que no existe nación sin conciencia de nación. Ahí está la clave.1

Y comienzan los capítulos de Iñaki. Que nadie se mueva. Empieza el combate.

1.- Dialéctica del trabajo. El ser humano determinante aunque determinado. Necesidad de comprender bien la dialéctica entre lo genérico de la especie humana y lo concreto de su realización en cada modo de producción. Dialéctica de lo concreto.

Necesita bucear en la contradicción fundamental trabajo/capital, definir y partir del trabajo abstracto2, trabajo social del ser humano que en la sociedad capitalista produce valor de uso y valor de cambio (como las mercancías) siempre mediado por el mercado, como clave para comprender todo lo que oculta la ideología burguesa en su contradicción originaria y también en sus derechos humanos abstractos. Sin la compleja dialéctica del trabajo no se acabará de entender cómo la propiedad privada (origen del capital) resulta de dicho trabajo alienado, d el ser humano al ienado como fuente creadora de toda riqueza, el trabajador pobre como origen de toda riqueza futura ( y por tanto del capital). Porque en esa contradicción originaria donde la burguesía habla del intercambio igualitario entre el trabajador que trabaja y el capitalista que le paga, el trabajador «vende» su propio ser, se da «a sí mismo» al poseedor que, a cambio, le da una cosa (dinero). El intercambio es desigual. «Hay una «inversión inmoral» en ese «aparente» o «ficticio» intercambio, que es infinitamente desigual».3 

Así, la persona enajenada (por todo lo que oculta la ideología burguesa) nunca comprenderá esto. Se necesita la dialéctica del trabajo para comprender la relación entre la propiedad y la alienación, para, además, desvelar todo el aparato jurídico, todo el derecho que hace aparecer ese intercambio nombrado como un intercambio libre entre personas libres.  

Y los derechos humanos vienen a fundamentar todo ese aparato jurídico e ideológico del capital originario y de todo su posterior desarrollo. Desigualdad desde el origen que necesita de toda la palabrería sobre la libertad individual, la igualdad, el derecho ciudadano y hasta la rebelión (sin perder la compostura cínica, la racionalidad cínica) que la categoría de «derechos humanos» maneja a la perfección, para ocultar la realidad de la humanidad explotada, con sus escasísimas libertades de elegir otra vida.

Pero claro, r evertir la famosa (y tan irremediablemente real) tendencia a la caída de la ganancia del capital obliga a seguir multiplicando explotaciones y saqueos dentro y fuera. Y en este contexto, los derechos humanos juegan su gran papel de legitimar esa sociedad burguesa que los declara.

2.- Hasta Marx y Engels. Entendido el antagonismo total entre el derecho explotador y el derecho explotado desde la dialéctica del trabajo y partiendo del trabajo abstracto para comprender la abstracción y el idealismo del estado burgués, con este impulso, el texto recorre, desde el comunismo primitivo, el desarrollo histórico, político, social, patriarcal y económico de la cuestión de la propiedad, central en el debate sobre los derechos, y también de la apropiación y privatización del tiempo, de la vida y de los sueños por la clase poseedora de las fuerzas productivas.

Y van apareciendo las primeras escrituraciones del derecho, de los primeros conjuntos de leyes, como el realizado por el Rey Hammurabi en el 1785 a. C. en Mesopotamia, que, por cierto, sigue bien instalado en el museo del Louvre (el Estado y los sucesivos gobiernos franceses han ejercido su derecho a tenerlo desde principios del s XX. El siglo del expolio de todos los derechos, menos el del derecho a la propiedad privada), que van oficializando la opresión patriarcal.

Aparece la norma romana y el proverbio (Quoi servi, tot hostes -Todos los esclavos son enemigos-) y Espartaco. El Corán y la «ballesta». El derecho al «tiranicidio» y el absolutismo. Hobbes y Locke y las revoluciones burguesas. Europa y el «nuevo mundo». La acumulación originaria. La grandeza de la negritud de Toussaint y su pura y simple verdad.

Con todo, con el entronque histórico necesario, puede comprenderse bien la profunda radicalidad de la pregunta de Lenin directa al centro de cualquier reflexión sobre los derechos humanos: «¿Tiene armas la clase oprimida?»4; o el asombro (por decir algo) de D. Ricardo que, pese a sus aportaciones, muere sin descubrir la existencia del trabajo abstracto, inseparable de la teoría del valor, del fetichismo y de la explotación, pero muere después de ver como la sociedad civil burguesa a la que pertenece (por varón, por blanco y por propietario) manda su ejército, victorioso en Waterloo, a masacrar obreros y obreras que, en la calle San Peter de Manchester, se manifestaban contra la hambruna y el desempleo. Masacre de «San Peterloo» (1819) le llaman en homenaje. Inversión del ejército, inversión moral, desigualdad originaria.

Así, finaliza el capítulo con D. Losurdo:

La categoría de los derechos del hombre puede subsumir contenidos distintos y contradictorios entre sí: derecho del propietario a disfrutar y disponer a su antojo de la propiedad; o bien, por el contrario, derecho a la vida y a una existencia digna, garantizado mediante la intervención del poder público sobre las relaciones de propiedad, es decir, mediante una intervención que es una clara vulneración de los derechos humanos desde el punto de vista del propietario.5

3.- Desde Marx a Engels. Por una parte, los avances y retrocesos de la lucha de clases tras la oleada revolucionaria de 1830 facilitaron a Marx y Engels el inicio de la crítica radical de la ideología dominante, y por otra, la militancia revolucionaria confirmó que los derechos humanos abstractos son una construcción ideológico-política burguesa a la que hay que oponer una praxis democrático-radical de los derechos humanos concretos. Centralidad de la praxis.

El Marx joven de inicios de 1842 va modelando su ética inicial y que nunca abandonará. La Gaceta Renana y sus artículos sobre la Ley acerca del Robo de Leña, plantean la defensa de un derecho consuetudinario, anterior a cualquier forma de propiedad privada:

La división del Estado, la función de cada uno de los funcionarios administrativos, todo tiene que salirse de quicio para que todo se rebaje a un medio del propietario forestal, y su interés aparece como el alma que determina todo mecanismo. Todos los órganos del Estado se transforman en oídos, brazos y piernas con los que el interés del propietario forestal oye, espía, calcula, protege, coge y corre.6

Y sigue el genial Marx, con su juventud, adelantando las bases elementales de su ética y de su concepción de la libertad del «hombre mismo», diciendo en 1843:

Evidentemente, el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que la fuerza material tiene que derrocarse mediante la fuerza material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas (…) cuando se hace radical, ser radical es atacar el problema de raíz. Y raíz para el hombre es el hombre mismo.7

Cualquier «filosofía del derecho» que se aparte del derecho a la crítica radical, deja de ser un derecho material, concreto, retrocediendo a lo abstracto.

De forma magistral, en La cuestión judía critica radicalmente los conceptos de «igualdad» (Sociedad que hace que todo hombre encuentre en los demás no la realización, sino, por el contrario, la limitación de su libertad) y de «seguridad» (El concepto de seguridad no hace que la sociedad burguesa supere su egoísmo. La seguridad es, por el contrario, la «garantía» de ese egoísmo). Estado policial.

Y de igual manera pasa por los Manuscritos de París, por La situación de la clase obrera en Inglaterra, donde Engels en 1845 ,también, va adelantando cuestiones básicas:

El obrero es, de hecho y de derecho, esclavo de la clase poseedora, de la burguesía, y es su esclavo a tal punto que se lo vende como una mercancía, que su precio aumenta y disminuye como el de una mercancía

En el 47, con su respuesta a Proudhon en La miseria de la filosofía corrobora lo expuesto: «El derecho no consiste más que en el reconocimiento oficial del hecho», del hecho de que toda la legislación sólo hace verbalizar el poder de las relaciones económicas.

Y en el 1848 escriben los dos El manifiesto comunista y hablan de lo mucho que saben, de lo mucho que señalan al verdadero enemigo:

Vuestras ideas mismas son producto de las relaciones de producción y de propiedad burguesa, como vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase erigida en ley; voluntad cuyo contenido está determinado por las condiciones materiales de existencia de vuestra clase.

A la vez que señalan al enemigo apuntan las lecciones a aprender. La independencia política y la organización. La Liga de los Comunistas lo tiene claro: no se trata de reformar la propiedad privada, se trata de abolirla…no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva.

Para terminar el capítulo se habla de los textos donde se describen las atrocidades del colonialismo británico. Pese a las «acusaciones» recibidas por ambos autores (y por sus sucesores) de marcado eurocentrismo, algunos de esos textos seguro que inspirarían al también genial psiquiatra, filósofo y escritor Frantz Fanon que allá por el 1961 escribió su emblemático libro Los condenados de la tierra, luz para la liberación y emancipación de todos los pueblos oprimidos.

Con todo, mientras defendían el derecho de los pueblos explotados y colonizados a la violencia defensiva, en esos tiempos decisivos (1859-1866) multiplicaron sus esfuerzos porque se defendieran tres derechos concretos que aparecen a lo largo de toda su vida política: el derecho a la limitación de la jornada laboral, el derecho de asociación y el derecho de educación. La complejidad creciente del capitalismo y la adaptabilidad oportunista de la burguesía van convenciendo a Marx y Engels de la importancia que debe darse a la lucha jurídica y política, lo que va separándoles del anarquismo.

4.- Los Grundisse. Esencia del pensar teórico de Marx. Descubrimiento de las principales categorías y su orden. La cuestión del valor como fundamento del plusvalor.

Ajena a esto, la democracia burguesa se presenta como incapaz teóricamente de saber cómo funciona la producción social, y en esa incapacidad, dice basarse en la igualdad de las personas, cuando en realidad es una pura ficción que oculta una clara desigualdad entre personas y clases, entre los propietarios del dinero y los expropiados de todo excepto de su fuerza de trabajo. Convertida en vulgar mercancía. Así, la libertad burguesa se realiza en el momento de la «elección libre» de comprar o vender tal o cual mercancía, tal o cual valor de cambio. Y en su visión fetichista de las relaciones y de la vida, concibe esa «ficción de libertad de comprar y vender» como la base productiva, real, de toda igualdad y libertad. El mundo al revés.

Marx, otra vez genial, recurre a su famoso ejemplo del trabajador que compra la misma mercancía que el rey y que, por la ficción de la democracia burguesa, y en ejercicio del derecho de libertad de compra en igualdad, ante el vendedor, ambos son lo mismo, compradores (libres e iguales).

En cualquier caso es la tozudez del carácter histórico de la realidad (sí o sí) lo que imposibilita que los derechos humanos burgueses (libres e iguales ellos) sean eternos y estáticos, sin contradicciones. De igual forma ni Marx en los Grundisse , ni el marxismo, adelantan derechos humanos socialistas sin que los seres humanos en su praxis revolucionaria los vayan construyendo. Como la cultura. Nunca precocinada.

5.- El Capital. Brutal. No se priven.

Dentro de esos linderos (de la circulación e intercambio de mercancías), sólo reinan la libertad, la igualdad, la propiedad, y Bentham. La libertad, pues el comprador y el vendedor de una mercancía v. gr. de la fuerza de trabajo, no obedecen a más ley que la de su libre voluntad. Contratan como hombres libres e iguales ante la ley. El contrato es el resultado final en que sus voluntades cobran una expresión jurídica común. La igualdad, pues como compradores y vendedores sólo contratan como poseedores de mercancías, cambiando equivalente por equivalente. La propiedad, pues cada cual dispone y solamente puede disponer de lo que es suyo. Y Bentham, pues a cuantos intervienen en estos actos sólo les une su interés. La única fuerza que los une y los pone en relación es la fuerza de su egoísmo, de su provecho personal, de su interés privado. Precisamente por eso, porque cada cual cuida únicamente de sí y ninguno vela por los demás, contribuyen todos ellos, gracias a una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de una providencia omniastuta, a realizar la obra de su provecho mutuo, de su conciencia colectiva, de su interés social.8

La libertad, la igualdad, la propiedad y el individualismo, elementos básicos de la ideología burguesa y de sus derechos abstractos, operan feliz y despreocupadamente en ese mundo de ficción tan bien apuntalado (como hemos podido ver en la maravillosa e «histórica» campaña electoral que nos han regalado este diciembre del 2015).

Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza. Por eso, en la historia de la producción capitalista, la reglamentación de la jornada de trabajo se nos revela como una lucha que se libra en torno a los límites de la jornada; lucha ventilada entre el capitalista universal, o sea, la clase capitalista, de un lado, y otro obrero universal, o sea, la clase obrera.9

Siguen chocando permanentemente dos derechos fundamentales, el capitalista, a la libre explotación, y el comunista a acabar con ella de una vez por todas.

Títulos jurídicos y títulos de fuerza, ley y violencia son dos de los medios de que se vale el capital para imponer su disciplina al trabajo, socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre.

En cambio Marx propone el objetivo comunista máximo e irrenunciable: la Tierra es de la humanidad futura, y además, propone el paso adelante para derrotar a la burguesía y conseguirlo, la nacionalización obrera y popular de la Tierra.

Engels en su obra Dialéctica de la naturaleza, corrobora que todo eso «…exige una revolución total en nuestro modo de producción existente hasta ahora, y al mismo tiempo una revolución en todo nuestro orden social contemporáneo.

6.- Fin del derecho. De los estudios y aprendizajes de la Comuna de París de 1871, sale una obrita trascendental, La guerra civil en Francia, que sin ser un tratado teórico sobre derecho, justicia y ética, al sintetizar la praxis revolucionaria materializada en la Comuna, apunta hacia el fin del derecho burgués, del aparato judicial de los vampiros. Recuerda que el primer decreto de los revolucionarios de la Comuna fue para suprimir el ejército permanente y sustituirlo por el pueblo armado. Monopolio popular de la violencia. Por una vez. Derecho del pueblo.

Línea roja que Marx plantea cuatro años después en su Crítica del Programa de Gotha, ciudad donde se funda el actual SPD (1875). Con brevedad lacónica y directa, su crítica sobre el final histórico del derecho burgués frente a la dictadura revolucionaria del proletariado, es tan atronadora, que la burocracia socialdemócrata hizo todo lo posible por ocultarla. De hecho fueron publicadas por Engels 16 años después de ser escritas y mucho después de morir su autor.

Marx apunta al aspecto radical de la democracia burguesa, el derecho. Insiste en que la sociedad que acaba de salir del capitalismo presenta irrecusablemente en todos su aspectos (económicos, morales, intelectuales, etc.) taras de la vieja sociedad. Y dice:

En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo y, con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!10

Con todo, ya a comienzos del siglo XX, la mayoría reformista de la poderosa socialdemocracia estaba convencida de que podía y debía llegar al socialismo mediante el parlamentarismo pacífico, electoral, utilizando exclusivamente la «naturaleza progresista» de la democracia burguesa.

La tozuda realidad de la «gran carnicería del 1914-1918», e l avance histórico innegable que supuso la revolución bolchevique del 17 con su «exquisita radicalidad» de su Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado11 desmienten, con clara contundencia, esos convencimientos socialdemócratas. Porque como decían algunos soviéticos …ni el cielo, ni el sol, pues no sólo las fábricas, los palacios y las tierras de labranza, o sea, ni el universo en sí puede librarse del conflicto porque o bien pertenecen al capital o bien al trabajo, no habiendo punto intermedio.

Y en agosto de 1917 Lenin publica El Estado y la revolución, vuelve a Marx y Engels, y al Estado y al Derecho.

Es curioso que de todas las acepciones del concepto de «necesidad», en las durísimas condiciones del verano del 17, Lenin le da mucha importancia a la que hace hincapié en el proceso por el cual los sectores sociales menos concienciados, incluso los más reaccionarios (capitalistas, señoritos y truhanes), serán convencidos de la «necesidad» de observar las nuevas reglas socialistas. Y resulta curioso porq ue se puede enlazar c on el viejo maestro Mario Benedetti:

…el día o la noche que por fin

lleguemos

habrá sin duda que quemar las naves

así nadie tendrá riesgo ni tentación de

volver

es bueno que se sepa desde ahora

que no habrá posibilidad de remar

nocturnamente

hasta otra orilla que no sea la nuestra

ya que será abolida para siempre

la libertad de preferir lo injusto

y en ese solo aspecto

seremos más sectarios que dios padre…

Y se me saltan las lágrimas.

Burocracia mediante, sólo la sociedad comunista, con la nueva estructura y junto con la desaparición del Estado, se rebasará totalmente el «horizonte burgués del derecho» (Marx) y las normas elementales de convivencia, o las que regulan la distribución del trabajo perderán su carácter jurídico, o sea, su vinculación al aparato de coacción del Estado (Lenin).

7.- La Declaración el 48. Tremendo debate que continúa la histórica lucha entre los dos bloques, ahora concretados en la alianza hasta 1940 entre el fascismo y el liberalismo, por un lado, y por otro, el bloque revolucionario. Vencido el fascismo (por el Ejército Rojo más que les pese), la lucha continuó entre el liberalismo y el marxismo. Y ha dado para mucho. Muchísimo.

D. Losurdo recuerda las protestas en los años ochenta de Hayek, el ideólogo fundamental de lo que más tarde se definió como «neoliberaismo», por la firma de esa declaración, que bajo su punto de vista combatía la tradición liberal occidental con principios de la malvada «revolución marxista rusa». Principios de un «Preámbulo» que justifica el derecho a la rebelión contra la opresión e injusticia, y de un articulado que prohibía las torturas y otros medios de opresión. Todo intolerable. Hayek no llega a entender que en las condiciones en que se realiza la declaración, la ideología burguesa de esos derechos humanos abstractos, era el colchón propagandístico, la artimaña legitimadora que el imperialismo necesitaba para seguir con su dinámica de ataque a la «humanidad trabajadora». Y de aquellos polvos, estos lodos.

En este contexto, la ambigüedad y la ambivalencia axiológica de la Declaración del 48 venía muy bien al imperialismo porque podía justificar cualquier guerra con la excusa de que la hacía para apoyar el derecho de rebelión de los pueblos aplastados por el «oso ruso», por la URSS, o algo más tarde por China Popular…Podía argüir también que intervenía en cualquier parte del mundo para defender el «derecho de propiedad» amenazado por las guerrillas comunistas o grupos de bandoleros: los decadentes imperialismos francés, belga, holandés y británico utilizaron esa interpretación burguesa de la Declaración para justificar sus inhumanas atrocidades en África, Asia y Oceanía, y más tarde lo harían el portugués y el español en África. Sin duda, la interpretación burguesa del «derecho a la rebelión» es la que sostiene la aberrante tesis militarista e imperialista de las «guerras humanitarias», de la «acción preventiva», de los exterminios atroces en Irak, Libia, Siria.12

8.- Vivienda, mujer, el Corán y la Biblia. Desde ese contexto de ambigüedad y de ambivalencia axiológica de la Declaración del 48, temas como la vivienda, pero entendida no sólo como casa sino como «derecho de construcción social del espacio y del lugar , así como del proceso activo de «habitar» en función de prácticas y relaciones sociales, que está implicado en el concepto más amplio de «hogar»»13, temas como el patriarcado o la religiosidad, no escapan a la profunda controversia entre los derechos abstractos burgueses y los derechos socialistas de liberación y emancipación humanas.

La guerra cultural, simbólica, política y económica que esa calculada ambigüedad declarativa propicia, es el tema de desarrollo de todo el capítulo.

9.- Utilizando el derecho burgués. La cuestión del uso político de las instituciones burguesas, de su parlamentarismo, y de las posibles acciones legales bajo su derecho, han sido muy debatidas por los pensadores marxistas desde mediados del s. XIX. Así, el mismo Engels defendía el uso de las libertades políticas de la época (burguesas), del derecho de asociación y de libertad de prensa para la lucha por el socialismo, siempre que no significara el reconocimiento del estado de cosas existente. Sabiendo del antagonismo.

En 1905 ese antagonismo confirmó la tesis de la clave dialéctica de la cuestión. Rosa Luxemburgo lo desarrolló con claridad:

…para el proletariado la lucha parlamentaria no puede ser más que la tendencia a llevar su propia violencia al poder. Si detrás de nuestra actividad legal y parlamentaria no está la violencia de la clase obrera, siempre dispuesta a entrar en acción en el momento oportuno, la acción parlamentaria de la socialdemocracia se convierte en un pasatiempo tan espiritual como extraer agua con una espumadera.14

En cualquier caso es lógico que un liberal hable de «democracia» en términos generales. Un marxista siempre debe preguntar ¿Para qué clase?, como decía Lenin.

En 1955, y después de afrontar el macartismo, el gran especialista en Marx, S. Moore, Catedrático emérito de la U. de California, San Diego, afirmaba en su Crítica de la democracia capitalista que: «Comenzamos con la tesis de que la democracia es la mejor cobertura política del capitalismo. Finalizamos con la tesis de que, en el Estado imperialista, la protección del capitalismo requiere la abolición de la democracia»

Al hilo del debate sobre democracia y derechos, y dándole la razón a Marx, aunque el viejo no hubiera conocido la famosa Declaración del 48, dice D. Harvey que esta es «un documento fundamental para un individualismo burgués basado en el mercado, y como tal no puede proporcionar la base para una crítica general del capitalismo…sería un error.»

Como ya hemos dicho, según el marxismo, en el choque de dos derechos, decide la fuerza, pero hay autores y autoras que insisten en que «…la idea del derecho normalmente se pone al servicio del poder y es un instrumento hegemónico de control, pero a la vez puede otorgar un arma valiosa a aquellos que se resisten a él. Hoy día resistirse al derecho en nombre del derecho ya no es una contradicción. Es algo indispensable para revertir la actual situación de violación sistemática de los derechos por parte del poder».

Idéntica enseñanza ha extraído la lucha feminista por un derecho no-patriarcal.

Se sabe, se intuye, que las manifestaciones, los gritos de protesta, sirven poco en los momentos decisivos contra un poder con capacidad de reprimir y fuertemente armado. Resurge el debate tan antiguo como el grito desarmado ante la injusticia.

De momento terminamos con preguntas:

¿Qué atenta más contra la democracia, la reivindicación o la represión? ¿qué bienes se defienden con la reivindicación y cuáles con la represión? ¿a quiénes benefician esos bienes? ¿es que los conflictos sociales perturban la paz o es que la paz es alterada por la injusticia? (…)es violenta toda injusticia y es injusta toda acción que viole el principio de igualdad esencial entre los seres humanos.15

10.- Avanzando al derecho socialista. Desde luego, las respuestas a esas preguntas están en la historia de los derechos del pueblo explotado. Desde Ho Chi Min supeditando los derechos de los productores de licor de arroz a los del pueblo hambriento por la colonia francesa, y animando el descomunal esfuerzo de su pueblo por alfabetizarse, especialmente las mujeres, hasta Mao y su decálogo para la reforma agraria.

También responden a esas preguntas Fidel Castro y el negro Amílcar Cabral. Diciendo lo que hacen y haciendo lo que dicen. Al pueblo no se oculta nada porque la verdad es concreta y radical. El gran Amílcar siempre decía: «Desenmascarad las mentiras cuando alguien las cuente. No disimuléis las dificultades, los errores, los fallos. No anunciéis victorias fáciles».

Los oprimidos y desposeídos de la tierra, los condenados y excluidos siempre tienen la opción de plantear lo que sería un gran micro-macro relato: «Y si nos diera la gana de ser violentos ¿qué?». Cualquier debate serio sobre los derechos humanos incluye inevitablemente esta pregunta…y su respuesta.

Después de más de cien definiciones de terrorismo, el maestro Chomsky aclara: el terrorismo no es un arma de los débiles, sino de los fuertes, de los que tienen el monopolio de la violencia. Ahí queda.

11.- Contraofensiva imperialista. Desde la misma Declaración y su Preámbulo, en la circunstancias de posguerra y teniendo que contrarrestar la avalancha antifascista forjada desde las bases de la resistencia del pueblo, la mayor parte de la propaganda ético-política del imperialismo se dedicó a anular la posible eficacia práctica o legitimidad de esos derechos (por muy abstractos que fueran), sobre todo del de rebelión. De hecho, una de las mayores victorias de la burguesía fue conseguir que se tachara de «terrorismo» toda rebelión popular. En cualquier parte del mundo mundial.

La década de los 80 fue brutal. La contraofensiva imperialista fue tan agresiva que Fidel llega a catalogarla como «década perdida para los pueblos».

Al interior del occidente eurocéntrico el enemigo, además de los derechos concretos, es el autodenominado Estado del Bienestar. Se acabó lo que se daba.

M. Albright, en el 1996, embajadora de Estados Unidos en la Naciones Unidas. No se le caen los anillos al afirmar que claro que mereció la pena el embargo internacional a Irak, declarado por su gobierno, pese a la muerte de medio millón de niños y niñas. Iraquíes. Claro. Después vendría el exterminio total. La edad de piedra.

En 2001. J. Ziegler, relator de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación habla, sin tapujos, de «genocidio silencioso» de los pobres y excluidos. Y dimite, claro. Incluso pensando en ser acusado de cómplice si algún día hubiera justicia popular.

Tontos no son. Se dan cuenta que determinados derechos sociales conquistados por las clases explotadas, e incluso la misma democracia burguesa (por lo que pueda tener de democracia) se han convertido en obstáculo para la acumulación capitalista. Las contradicciones internas saltan. Así, el ataque burgués a los derechos socialistas conquistados se centra en el derecho a la huelga. La huelga como fuerza colectiva consciente.

La burguesía sabe, porque tonta no es, que debajo del derecho a la huelga late el derecho a la rebelión, porque puede radicalizarse. Salirse del control estricto de los sindicatos oficialistas de la «paz social» y enfrentar las fuerzas represivas. A por ella.

12.- Se endurece la ofensiva imperialista.  No puede ser menos. Y le dan el Nobel (que inventó la dinamita) de la Paz a Obama. Y Pérez Esquivel lo califica de «esclavo del sistema de dominación y del complejo industrial militar».

Oponerse y luchar contra el mercado capitalista es ponerse del lado de los enemigos de la Humanidad toda y de los derechos humanos todos. La racionalidad cínica y cada vez más fría de la «democracia occidental» afila sus garras. Las de siempre. Más tecnológicas, si cabe.

Contrainsurgencia de manual. Blackwater. Guerra social total contra los trabajadores y trabajadoras. Contradicción originaria en efervescencia. ¡¡Viva el mal!! ¡¡¡Viva el capital!!! Que diría la bruja Avería.

Las consecuencias de estos ataques generalizados se estudian con detalle. Por evidentes. Hasta en la universidad. Ni caso. ¿Cuántos tanques tiene esa parte de la universidad, esa parte de la alta academia? Ni caso, pues.

Con todo lo expuesto hasta ahora se va confirmado la tesis marxista de la irreconciliación de los derechos burgueses, de los derechos de los poseedores, con los derechos humanos concretos directa o indirectamente relacionados con la propiedad social, colectiva, comunal, comunista o como se la quiera definir.

Así, con todo, se va comprendiendo que cada vez sean más los movimientos populares y sociales, las organizaciones progresistas y revolucionarias que, a escala mundial, se movilizan para que se redacte una Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad que defina lo poco de común que van dejando los derechos humanos.

El agua, la comida, la salud, los bosques, el aire, las lenguas y las culturas. Y pasar a la ofensiva de convertir esos bienes comunes y colectivos -comunistas de toda la vida- en necesidades-de-derecho humano-básico.

Recordando a Fidel hay que insistir en que la dignidad de las personas y la libertad de los pueblos son características elementales de los derechos socialistas. Pensamiento fuerte donde los haya. Sin complejos.

Que hay que democratizar, descolonizar, desmercantilizar y despatriarcalizar los derechos y la vida toda. No hay otra.

Que sobran ejemplos de la racionalidad cínica y asesina de la práctica diaria de los derechos humanos burgueses, que celebran Foros Internacionales sobre sus derechos y sobre sus humanos en lugares como Marruecos, monarquía corrupta con mucha sangre debajo de sus lindas alfombras. Y brindan al sol.

Que en plena orgía de su democrática desfachatez, son capaces de reconocer, como P. Krugman que aunque les vaya bien en apariencia, en realidad están muy asustados, porque el populacho está cansado y siempre queda la posibilidad de que reaccionen. Por eso no hay que pasarse. Por eso también tienen a Hollywood. Poli malo, poli bueno. Chico mono, chica mona, final feliz en casita unifamiliar en calle arbolada. O las galaxias.

Que saben que los bloqueos y sanciones unilaterales como en Cuba, Zimbabwe, Irán o la Franja de Gaza son violaciones de sus propios derechos humanos. ¿Y qué?

Para eso, y para hacer del mundo todo su «centro comercial», su «centro de la sociedad del espectáculo» (Lex Mercatoria) tienen sus ejércitos públicos, y cada vez más, sus ejércitos privados. ¡Viva el Estado de Derecho!

«Leviatán nos mira», el nuevo derecho penal neoabsolutista los delata, los descubre asustados en su racionalidad cínica que se dirige, imparable, hacia la irracionalidad más destructiva.

«El pueblo late».

Iñaki Gil de San Vicente firma su parte en Euskal Herria el 4 de agosto de 2015, y descansa. Y es en hora buena. Hasta la victoria. Siempre.

La salud: una necesidad de los pueblos. Entre la biología y la política.

Sin perder el hilo ni un tantito así. Concepción Cruz, desde su perspectiva de mujer, de mujer andaluza, de mujer andaluza profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública, y de militante, luchadora y marxista, aborda el tema de la salud de la gente y del mundo.

Y para no perderse en los determinismos mecanicistas que abundan en las ciencias, y también en las de la salud, bucea todo lo que puede en el método materialista y dialéctico precisamente para hacer ciencia, para conocer y actuar como científica, para alejarse igualmente del idealismo que también abunda en las ciencias, incluidas las ciencias sociales.

La ciencia es sumamente dialéctica y por eso es más fácil llegar a su comprensión cuanto más consciente se es de ella. Leucipo dijo «La materia es una unidad de lo lleno y lo vacío». Y R. Havemann en su Dialéctica sin dogma estudió cómo los pares dialécticos de la identidad y la diversidad son el punto de partida de una lógica formal que, para comprender, separa lo que en la realidad va junto. Separación y análisis que luego sintetizamos en una unidad más profundamente comprendida. Y ese conjunto de superación de la lógica formal inicial, es la lógica dialéctica. Una concepción activa de la totalidad. Que vuelve a juntar lo separado para comprender. No sólo para interpretar. También para resolver. Arduo empeño.

Porque analizar la salud desde un prisma dialéctico implica relacionar lo biológico con lo social y lo político, con los procesos que dificultan o favorecen el logro de una sociedad donde prevalezcan los derechos comunales de todos y todas.

Pretender quedarnos en los determinantes biológicos es tan insuficiente como quedarnos solo en los sociales y políticos. Porque es biológica la corporalidad viviente de las más de 50 millones de personas desplazadas forzosamente, más que durante la llamada Segunda Guerra Mundial (aunque América Latina y África no participaran). Porque son políticas las causas de este tremendo desastre para la salud de las que se desplazan. Porque la vida y la muerte en Gaza, las bombas y los misiles termo-báricos, el fósforo en la piel, son tan biológicos como políticos. Quién lo va a negar.

Por eso, en este contexto actual de profunda crisis social, debemos analizar la salud de las poblaciones en su totalidad. El sufrimiento, la falta de ilusiones, el desempleo, la precariedad y los desahucios enferman y matan a las personas.

El aumento de las desigualdades sociales y de sexo-género que sufren las mujeres ocasiona la pérdida de salud y de una vida plena. ¿Alguien lo duda?

Por eso hay que rescatar el sentido de estos acontecimientos que, aunque parezcan percibidos como inevitables, por ser históricos, son precisamente fruto de políticas concretas de gobiernos concretos que, por eso mismo, son transitorios y revocables. No sin dificultad.

1.- Salud y política alimentaria. Derecho socialista a la salud y a la alimentación. Según la FAO, casi mil millones de seres humanos sufren desnutrición crónica. La desnutrición es producto de la política industrial, el hambre y la pobreza.

Cuando el suizo Jean Ziegler era todavía el relator especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, allá por 2008, afirmaba, antes de dimitir, que en el mundo se producen alimentos para alimentar a 12.000 millones de personas, es decir el doble de la población mundial. Así, no es difícil concluir que cada niño que muere de hambre es un vil asesinato, que cada persona que sufre malnutrición, es un grito desgarrador sobre la cara de nuestra indigna opulencia.

Opulencia que no es otra cosa que el reverso de la misma política que lleva a la alimentación desequilibrada por exceso de calorías y grasas saturadas, déficit de vitaminas y minerales, etc. Malnutrición que, está más que demostrado, favorece el desarrollo, entre otras, de enfermedades vasculares del corazón y cerebro, tumores malignos y epidemias de enfermedades infecciosas.

Y el nexo común de esta moneda y su reverso, de la desnutrición y de la malnutrición es el modo de producción capitalista en esta fase tardía y decadente.

Y empiezan los datos. La Encefalopatía Espongiforme Bovina de Gran Bretaña. La intoxicación de animales y humanos por dioxinas en Bélgica y Alemania. Los arrastreros (muy occidentales) y sus «descartes» esquilmando costas (muy africanas y sur americanas) a base de pesca intensiva. La Pesadilla de Darwin.

Los beneficios de la pesca artesanal en la preserva de los ecosistemas, en el ahorro energético, en el empleo, en la cultura y en su futuro, ni se nombran. Se ocultan.

La implantación de los transgénicos. La vergüenza de la publicidad engañosa que alaba la semilla modificada genéticamente y sus beneficios (para los pocos) y oculta las consecuencias (para los muchos). Monsanto, DuPont, Bayer, BASF y el «agente naranja».

Y el Estado Español a la cabeza de la Unión en hectáreas de cultivo experimental a cielo abierto, Y Andalucía invadida. La Plataforma Andalucía libre de Transgénicos señala la casi desaparición del cultivo del maíz ecológico. Mienten los de la coexistencia.

La soberanía alimentaria, como derecho socialista básico para la salud de los pueblos, la reclamamos para Andalucía. La OMC y el nuevo y secreto TTIP a lo suyo. Vergüenza de los pueblos.

Nuevamente se muestra como el derecho burgués (individual, de unos pocos) atenta contra el derecho de toda la población a una alimentación sana y equilibrada.

2.- Salud y contaminación ambiental. Derecho comunal a un medio ambiente saludable. Los movimientos ecológicos coherentemente materialistas deben superar el eterno dualismo entre antropocentrismo y ecocentrismo y analizar la sostenibilidad desde un plano social. La lucha medioambiental es una lucha inevitable contra el gran capital que es el que atenta contra las condiciones de vida saludables para la población a todos los niveles. Local, regional y mundial. Contra la naturaleza toda. Por el beneficio. Por la ganancia.

Frente a esto, o pese a esto, el escritor, poeta y político autodidacta Christopher Caudwell (1907-1937), que cayó en el frente del Jarama como miembro de las Brigadas Internacionales, y que según el sociólogo de la Universidad de Oregón y editor de la prestigiosa Monthly Review, fue el mejor pensador marxista de su generación, publicó:

La plena comprensión de esta mutua interpretación del movimiento reflexivo de los hombres y la Naturaleza, con la mediación de las relaciones necesarias y en evolución, a las que llamamos sociedad, es el reconocimiento de la necesidad, no sólo en la Naturaleza, sino en nosotros mismos y, en consecuencia, en la sociedad. Vista objetivamente, esta relación sujeto-objeto es la ciencia; vista subjetivamente, es el arte. Pero, en cuanto conciencia que surge en activa unión con la práctica, es, sencillamente, vida concreta: todo proceso de trabajar, sentir, pensar y actuar como individuo humano en un mundo de individuos y Naturaleza.

Se puede decir mucho con poco.

En la década de 1920 la incipiente URSS con su democracia socialista avanzó por el ecologismo, por el estudio de la biosfera y de la geobioquímica con un enfoque holístico. El ascenso de la burocracia lo arrinconó junto con la democracia socialista.

Ahora, las cada vez más monopólicas industrias del sector energético como las petroquímicas, la minería, la energía nuclear, el fracking o el almacenamiento de gas, al margen de beneficiar económicamente al estrecho sector de la élite burguesa (que aunque sólo disfruta del verde de los dólares, pero bien que se relaja en las playitas selectas de Tahití o de Mallorca, o en sus islitas privadas), contaminan la vida, el aire, la tierra, el mar y el paisaje. Con sus gentes dentro.

Ahora, denunciar todo esto resulta tan urgente y vital como su sustitución por las energías renovables. Los datos abruman. También en Andalucía.

Y las puertas giratorias, girando. Y por ellas, entre muchos, el «socialista» y «obrero» y «español» Felipe González pasa, sin ruido, desde la presidencia del Consejo de Participación de Doñana al papel de consejero independiente de la empresa Gas Natural Fenosa, beneficiaria de la construcción de los gaseoductos que atravesarán el parque.

Y la infamia de las minas de Aznalcóllar. Y Dragados y Construcciones, S.A. y Boliden. Y la bahía de Algeciras. Y Huelva. De los entornos más contaminados del mundo. Aquí cerquita. Ni la periferia de la metrópoli se salva.

La evidencia de que el cambio climático, de que el calentamiento global no es una cuestión científica o técnica, sino política y económica choca, descaradamente, con la propiedad privada, con las grandes empresas nacionales y transnacionales que tienen claritas sus prioridades. Tampoco las ocultan.

Sólo si el pueblo planifica su economía sin despilfarro y basándose en el derecho socialista de distribuir a toda la población los recursos naturales de forma limpia y sostenible, se podrá hacer frente al derecho burgués de apropiarse de dichos recursos, esquilmándolos y contaminándolos.

3.- Salud y servicios sociales y sanitarios. El derecho público, de todas, a una sanidad y servicios sociales esenciales. En las democracias capitalistas occidentales cuando se habla de lo público (sanidad, educación y otros servicios) se entiende que los Estados se responsabilizan a través de los impuestos y otras contribuciones de las personas trabajadoras. Y lo hacen. Pero lo que ocultan es que debido a la sacrosanta propiedad privada, todo lo público está a su servicio, está supeditado a cómo le vaya el negocio a lo privado. Y en tiempos de crisis (de ganancias) la perversa coexistencia de ambos ámbitos se desplaza, se escora hacia la potenciación de lo privado.

En sanidad preocupa la introducción de la llamada «gestión privada». Siguiendo el modelo británico de Thatcher, en Valencia y Madrid abundan los ejemplos. Con sus correspondientes «puertas giratorias» para políticos empresarios o empresarios metidos a políticos, que niegan, lógicamente, la evidencia de que la mayor calidad y el menor precio se produce siempre en la gestión pública.

También preocupa el escándalo de las patentes, de los laboratorios indios fabricando antirretrovirales a mínimo coste para las personas afectadas y en los tribunales por las grandes farmacéuticas que alargan y alargan, hasta la indecencia, los períodos de dichas patentes. O el de los pacientes de la Hepatitis C, donde sólo su lucha y la presión desesperada han provocado la rectificación del gobierno español y la extensión del nuevo tratamiento.

La mercantilización de la ciencia y de la salud, bajo el paraguas del derecho burgués de los beneficios monetarios (que lo compra todo, con la salud adentro), siempre estará en flagrante contradicción con el derecho a la vida saludable del resto de la humanidad.

Esto implica luchar y reivindicar, desde donde estemos, para ir desovillando la madeja de conexiones que nos oprime, desde el Banco Mundial a la Troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional, Comisión europea).

4.- Salud y condiciones laborales. Derecho socialista a la salud laboral y al trabajo creativo. Aquí y ahora la relación entre la tasa de desempleo y la mortalidad está consistentemente estudiada y avalada. Igual de demostrado que la relación entre el trabajo asalariado precarizado y la pérdida de la salud.

La salud laboral llegará cuando el trabajo sea rico y creativo y hayamos puesto en el basurero de la historia al trabajo asalariado o explotado.

Ese trabajo rico y creativo fue fundamental en la hominización que, según Freud tuvo carácter libidinal. El ser humano trabajó por placer, por ese juego de aptitudes que buscaban un satisfactor de necesidades de la vida. Trabajo vivo. Cultivar la naturaleza y autocultivarse en un ambiente de cooperación aseguraba ese placer original.

El proceso histórico de transformación que desemboca en el trauma del trabajo alienado no es tema de este trabajo, pero sería necesario seguir investigándolo como herramienta para alcanzar una sociedad libre donde el trabajo cumpla su función originaria.

Por todo, las clases dominantes, por explotadoras, han tenido que crear toda una ideología que oculte el proceso básico de la alienación. W. Reich, desde el psicoanálisis y el marxismo aportó cuestiones importantes.

En general, y en el Estado Español en particular, las sucesivas reformas laborales han hecho empeorar drásticamente las condiciones de la clase trabajadora y, por tanto, la salud laboral. En Andalucía es brutal. Los datos cantan. En 2013, 36% de desempleo (66% en menores de 25 años). De locura.

El alargamiento de la jornada laboral, el agotamiento físico y psíquico que produce y los accidentes laborales se suman a la lógica del sistema capitalista donde la explotación de la fuerza de trabajo es la base de su existencia.

Las leyes de prevención de riesgos laborales poco pueden hacer. Puro teatro.

Estudios realizados en el Estado español y en el francés muestran un enorme subregistro de los cánceres laborales y, en general, de las enfermedades laborales. Impunidad empresarial y las instituciones mirando al cielo. Por si llueve.

5.- Salud y represión patriarcal. El derecho de las mujeres a su liberación. La batalla contra el terror patriarcal es decisiva porque de su resultado depende la emancipación humana.16

El sistema patriarcal, supuso y supone, una situación de opresión y sufrimiento de las mujeres, nada comparable con otro tipo de opresiones y requiere un esfuerzo por superar objetiva y subjetivamente toda una praxis que ha pesado sobre las cabezas de mujeres, y de hombres, durante milenios.

La creación del patriarcado. Con Gerda Lerner se comparte que el patriarcado es un sistema histórico, y como todos, tiene un comienzo y por tanto puede tener un fin, y que destaque las contribuciones de Engels y del marxismo sobre el tema, aunque disiente de las corrientes que insisten en subordinar las relaciones de sexo a las de clase.

Con ella también hace un recorrido histórico desde el desarrollo de la agricultura que impulsa el «intercambio de mujeres» entre tribus.

Afirma que una de las consecuencias más dramáticas de la represión patriarcal y machista ha sido la eliminación, la ausencia de una historia de mujeres y que la violencia machista (prefiere la autora este término más que el de «violencia de género», que considera más neutro) es una constante histórica expresada de múltiples formas.

La caza de «brujas». Aquí la referencia es Silvia Federici y su genial y recomendable El Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Ed. Crítica, Barcelona 2010) y comienza un recorrido desde la Europa de los siglos XIV y XV diezmada de población por la peste negra y las hambrunas (se pierde hasta el 30-40% de las gentes) y de disciplina debilitada ante tanto sufrimiento, pasando por la respuesta de las clases dominantes. Entre otras, fue fundamental la caza de «brujas» que demonizó cualquier control de la natalidad y de la sexualidad no procreativa. La procreación se puso al servicio de la incipiente acumulación capitalista.

La acusación de «brujería» cumplió una función similar a los castigos actuales por «terrorismo».

La necesidad actual de luchar contra el patriarcado. En los últimos siglos, las luchas y resistencias de las mujeres y los movimientos feministas más radicales (por ir a la raíz) han producido avances y cambios que llegaron a tener su máxima expresión en la revolución bolchevique que instauró toda una legislatura a favor de las mujeres, como ninguna otra de las democracias burguesas del momento. Alexandra Kollontai fue una figura clave en el impulso y en el estudio de estos avances cualitativos del bolchevismo sobre las mujeres. Pero también hubo retrocesos. De hecho la propia Kollontai fue perdiendo influencia tras la muerte de Lenin y ya, a finales de la década del 20, cambiaron las prioridades y las asociaciones independientes de mujeres fueron abolidas, llegando a ser retiradas del Ejército rojo.

W. Reich, más tarde, desde el psicoanálisis también criticó esa involución de la Unión Soviética, recordando que si se vuelve a la familia patriarcal, que tan bien reproduce la ideología de la dominación, los cambios a otros niveles puede que no sirvan de nada.

Dice, y dice bien, que la vida personal de las luchadoras y luchadores por el cambio social, se encuentra plagada de contradicciones tales, que sus posibles logros políticos serán humo si sus vidas afectivo-sexuales siguen ancladas en el pasado, en el machismo más recóndito que todos llevamos dentro.

Y avanza recorriendo los 80 con Reagan y Thatcher y el boom publicitario del culto al cuerpo y a la belleza, a un tipo estereotipado de belleza, infantilizando los cuerpos y las mentes y dejando patente la profunda conexión entre «la belleza y la reacción».

Y llega a Irak y a Ciudad Juárez. Las «brujas» del siglo XXI. Y a la derrota de la Ley del gobierno del Partido Popular sobre el aborto.

Y a decir que una sexualidad saludable no es competencia única del ámbito educativo, sino que lleva como premisa imprescindible la mejora de las condiciones socioeconómicas, laborales, psicológicas y sanitarias. Porque sustentan la posibilidad de tiempo libre, de placer por el trabajo, por la convivencia y por la cooperación humana, de todas y de todos.

La lucha internacional contra el proletariado. La opresión de los sistemas patriarcales sobre la mujer es generalizada a nivel mundial y manifiestan sus peculiaridades en los países periféricos y colonizados, como el caso de México, la India o el sudeste asiático. Concretamente en la India, el colonialismo británico implantó por primera vez la propiedad privada y la mercantilización de la tierra, incrementando la división social y dinamitando la dinámica de los consejos comunales. También prohibió expresamente a las mujeres la posesión de la tierra.

Distinto fue la Burkina Faso del genial Thomas Sankara. La tierra de los hombres íntegros. Donde la mujer burkinesa tenía derechos a créditos, a poseer la tierra y a una actividad económica autónoma. Mujeres dignificadas en África como nunca antes, ni después. Decía Sankara que «…la prostitución no es otra cosa que el microcosmos de una sociedad donde la explotación está a la orden del día (…) La liberación de la mujer, un a exigencia d el futuro».

Entre todo lo demás, las conquistas populares alcanzadas eran incompatibles- intolerables por las potencias neocoloniales (especialmente la Francia del muy socialista F. Mitterrand) que, pagando a traidores internos, aplastó la heroica revolución con el terror y el asesinato impune. El primero en caer fue este excepcional dirigente marxista, Thomas Sankara, el 15 de octubre de 1987. Todavía lo lloran.

La lucha por la liberación de la mujer empieza por nosotras. En los países occidentales las desigualdades se han agudizado con la crisis y esto afecta especialmente a las mujeres disparando la aberrante «brecha salarial».

La ideología patriarcal se deja sentir con tal intensidad en el inconsciente colectivo, que sigue siendo uno de los aspectos más difíciles de liberar. Son los aspectos subjetivos los que, por el propio proceso histórico del poder, va penetrando en las «cabezas» de las personas produciendo una autoalienación destructiva y empobrecedora. Es el machismo que sufren los hombres pero, sobre todo, las mujeres.

Es la hipocresía del pensamiento eurocéntrico y androcéntrico la que de forma sutil y terriblemente perniciosa sigue inculcando en el inconsciente de niños y niñas, y en otras edades, la preponderancia y superioridad de lo masculino.

Autoras como Carolina Martínez Pulido (en su apasionante libro El papel de la mujer en la evolución humana) desmontan el mito del «hombre cazador» -y la carne como elemento esencial de la evolución humana- para llevar el alimento a la mujer «pasiva» y en «casa», admitido y divulgado como verdad inamovible. Esta autora y otras tantas muestran todo lo contrario: La importancia de la alimentación vegetal y de pequeños animales, el carroñeo y la necesidad de una larga crianza para el desarrollo del cerebro con todo lo que suponía de innovación de utensilios y comunicación entre madres y crías. El mundo al revés. Patas arriba. Que diría Galeano.

Con todo, la posición de las mujeres progresistas (y también de los hombres) es imprescindible pues el ejemplo de nuestra vida personal pesa tanto o más que el ejemplo de la lucha política y social. Porque las mujeres han demostrado que tanto en lo personal como en lo político a «la hora de la verdad» han sabido situarse en primera línea del frente, tanto en las huelgas como en las guerrillas. Las mujeres kurdas de hoy mismo lo corroboran. Tenaces.

Insiste en que debemos ser las mujeres las que, en primer lugar, actuemos, denunciemos y visualicemos todas las injusticias realizadas incluso por hombres que se autodenominan revolucionarios.

Se van desgranando los efectos del machismo y su violencia taimada o brutal, reconocidos por los organismos nacionales e internacionales sanitarios y no sanitarios.

Porque la opresión patriarcal sintetiza y entrecruza todos los determinantes de la opresión, la liberación de la mujer la debemos ir alcanzando paso a paso, salto a salto, solas y acompañadas, en los grupos donde militemos y donde trabajemos. Construyendo desde abajo y a todos los niveles, gérmenes, parcelas de poder popular antipatriarcal, de poder femenino en esa futura sociedad.

6.- Salud y represión: Conclusiones. La represión, la otra cara de los derechos humanos para el pueblo. La represión, en sus múltiples facetas, es la más palpable constatación de la ausencia de verdaderos derechos colectivos. Y la historia canta. Los nazis en la Unión Soviética, Japón en China, el Estado francés en Indochina y África, Estadios Unidos en más de medio mundo y, recientemente la OTAN en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria…

¿Dónde queda el derecho a la rebelión? ¿Y la prensa, la falacia mediática? Y Obama declarando, impune y perverso, que el gobierno soberano de Venezuela es un peligro para la seguridad del país más armado del mundo. Como nunca antes. Infame.

El Estado español está en la OTAN, coloca concertinas y promulga la llamada «Ley mordaza». Y la «prisión permanente revisable». La cadena perpetua. Alguien da más. Y las cárceles llenas de gente pobre.

Lo más nuevo contra los activistas sociales es la represión económica. Freír a multas a la gente que protesta. Estrangulamiento económico como en Cuba, Irak o más recientemente en Rusia.

Lo que quieren es meter miedo, porque saben que paraliza.

Por eso sabemos, de sobra, que enfrentarse a él nos da soberanía sobre nuestras vidas y nos hace realmente libres y coherentes con lo que pensamos y sentimos. Por eso hay que ser conscientes de la necesidad de romper los miedos que nos rodean y seguir unidos para conseguir una sociedad que participe desde el pueblo y para el pueblo, con un papel fundamental para la mujer y su lucha.

Porque se puede, porque el materialismo dialéctico ha mostrado la posibilidad real de cambiar nuestra sociedad. Organizándonos para poder transformar las estructuras económicas y políticas capitalistas y construir sociedades nuevas en donde el bien colectivo, el bienestar y la salud de la mayoría de la población sean el centro de atención.

Concepción Cruz Rojo firma su parte en Cádiz (Andalucía) el 6 de agosto de 2015, y descansa. Y es en hora buena. Hasta la victoria. Siempre.

Este que escribe la reseña poco más puede aportar. Se ha aprovechado de la oportunidad y ahora sabe más. Ha crecido. Y lo agradece. Quizá rememorar, salvando las distancias, que Marx, en su tremenda lucha intelectual con los que se autodenominaban demócratas en la Europa de mediados del siglo XIX, decía que el Socialismo no formulaba apelaciones, sino exigencias. No hablaba de derechos sino de una nueva forma de vida libre de estructuras coactivas para las mayorías de los pueblos, para la clase trabajadora (la que vende su pellejo, su fuerza de trabajo, que es lo único que tiene).

De igual forma, salvando las distancias, este libro, sobre sus hombros y también sobre los de otros y otras, valiosas, tremendas y valientes, frente a los demócratas de ahora, provoca, grita, propone y exige.

Han hecho su tarea intelectual. Muchas gracias. Nos toca la otra.

Notas

1 G. Ezkurdia. Trasfondos de ilusiones, Euskal estatua eginkizun, hacia un Estado vasco, Bilbo, nº 256, 2015.

2 E. Dussel. 16 tesis de economía política. Interpretación filosófica. Siglo XXI. México. 2014. Pag. 27. Aquí Dussel dice: Al sujeto de trabajo indeterminado, no todavía objetivado en ningún producto (y todavía no subsumido en ningún sistema productivo concreto), lo llama Marx «trabajo vivo». Es el punto de partida de todo el campo productivo y económico (…) es el arranque radica l y ontológico del campo productivo…

3 E. Dussel. 16 tesis de economía política. Interpretación filosófica. Siglo XXI. México. 2014. Pag. 71

4 V. I. Lenin, El Estado y la Revolución, Obras completas, Progreso, Moscú 1986, tomo 33, pag. 77.

5 D. Losurdo. La lucha de clases. El viejo Topo, Barcelona, 2014. pag. 114.

6  K. Marx. Los Debates sobre la Ley acerca del Robo de Leña, En defensa de la libertad, Los artículos de la Gaceta Renana 1842-1843, Fernando Torres Editor, Valencia 1983.pag. 226.

7 K. Marx. Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hege. Los anales franco-alemanes, Martínez Roca, Barcelona, 1973, pag. 109.

8 K. Marx. El Capital, FCE, México 1973, Libro I, pag. 128-129.

9 K. Marx. El Capital, FCE, México 1973, Libro I, pag. 180.

10 K. Marx. Crítica al Programa de Gotha, Obras escogidas, Progreso, Moscú 1976, tomo III, pag. 15.

11 Apéndice A del texto.

12 Cita textual. Derechos humanos como arma de destrucción masiva.pag. 199.

13 J. Gledhill. El derecho a la vivienda. Revista de Antropología Social, U. Complutense, Madrid 2010, vol. 19. Pag. 103.

14 R. Luxemburg. Una vez más el experimento belga, Debate sobre la huelga de masas, PyP, nº 62, Cartago, Argentina 1975. P. 110.

15 I. Vasilachis. Pobres, trabajo, identidad y conflictos sociales. Herramienta. Buenos Aires, nº 23, invierno de 2003, pag. 152.

16 C. Tupac. Terrorismo y civilización. Boltxe Liburuak, Bilbo 2012, «Presentación», pag 15.

José Manuel López Alcaraz. Militante del SAT. Unión local de Cádiz.

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