La agresividad inusitada que la extrema derecha ha desplegado contra la coalición progresista mayoritaria, formada por el PSOE y Unidas Podemos, ha sido superada gracias al apoyo de un soberanismo democrático, por tanto republicano, que ha dado finalmente la victoria al socialista Pedro Sánchez, el candidato que el rey no tuvo más remedio que proponer. […]
La agresividad inusitada que la extrema derecha ha desplegado contra la coalición progresista mayoritaria, formada por el PSOE y Unidas Podemos, ha sido superada gracias al apoyo de un soberanismo democrático, por tanto republicano, que ha dado finalmente la victoria al socialista Pedro Sánchez, el candidato que el rey no tuvo más remedio que proponer.
Todos los partidos franquistas, por tanto monárquicos, viendo amenazada su hegemonía, han cerrado filas en torno al rey, arremetiendo con insultos y amenazas contra el candidato propuesto por el monarca, lo que a primera vista puede parecer contradictorio. Sin embargo no lo es, pues sus fervientes partidarios tan solo expresan lo que el rey no ha podido explicitar en estas circunstancias, obviamente desfavorables a su persona.
Los exorbitantes privilegios que la Constitución otorga al monarca, analizados en el marco de la situación político-social que las políticas neoliberales han generado, hacen del régimen vigente una trampa letal para nuestra democracia. En efecto, dentro de la estructura de poder impuesta por la Transición, cuya dirección real ostentó el franquismo, es inviable que los actuales conflictos sean resueltos de forma duradera.
La rabiosa embestida de los partidos monárquicos manifiesta una peligrosa voluntad desestabilizadora, una deriva autoritaria que pone en grave riesgo las libertades democráticas y derechos sociales más elementales. No debería de ser necesario aclarar que gracias al PCE fue legitimado el rey Juan Carlos, último jefe de la dictadura. Resulta también indignante que la portavoz de la coalición EH Bildu, la diputada Mertxe Aizpurua, vilmente humillada por las bancadas monárquicas, lo haya sido con presuntas injurias cuando menos sorprendentes, pues todo el mundo sabe que ETA abandonó hace años la vía armada y está felizmente disuelta. Quizá estos hooligans de la derecha nacional-católica añoren aquellos tiempos de plomo y furia de los que tantos réditos políticos obtuvieron.
Por otro lado, los sucesivos gobiernos del Reino de España, contra toda evidencia, vienen haciendo aspavientos de la exquisita pulcritud democrática de las Fuerzas Armadas, negando que existan actitudes franquistas en su seno. Lo cierto es que en vez de poner remedio a esta potencial amenaza armada, ocultan irresponsablemente la realidad, ya sea por debilidad, ya sea por motivaciones tal vez nada confesables, que se traducen además en graves sanciones a militares demócratas ejemplares que osan denunciar esta situación.
El monárquico-franquismo es la ideología dominante en la cúpula del ejército, con la consiguiente quiebra de los equilibrios internos necesarios para el mantenimiento de la debida subordinación y respeto a las decisiones del Gobierno, legítimamente constituido. Durante estos últimos cuarenta años hemos podido constatar actitudes militares manifiestamente golpistas, que no parecen incomodar a las autoridades judiciales competentes.
El bochornoso espectáculo de las bancadas monárquicas durante la sesión de investidura, su maleducado griterío, sus estridentes vivas al rey, su abominable concepto de España -una siniestra España de consejos de guerra y sacristía, de paredones y garrote vil- prueba la pulsión letal que sigue anidando en la extrema derecha franquista, la misma que agredió militarmente a los pueblos y naciones históricas de nuestra vieja patria. Una patria plurinacional que libre y pacíficamente se había constituido en forma de República, dotándose de una avanzada constitución democrática.
La obscena instrumentalización que los partidos monárquicos hacen de la bandera bicolor, heredada de la dictadura, cuya ley de sucesión sigue vigente, no es más que una subliminal advertencia de la sanguinaria victoria militar que les otorgó el poder, con apoyo del terror nazi-fascista, que quizá sueñen revalidar.
Las libertades y derechos sociales otorgados por una constitución fraudulenta, en algunos de cuyos artículos sigue incrustado el franquismo, han sido recortados en sucesivas ocasiones, teniendo como telón de fondo a altos mandos militares monárquicos, enemigos de la democracia, como prueban las recurrentes salidas de tono, con presiones inadmisibles a su Gobierno, legítimamente constituido.
Por todo ello, parece aconsejable la búsqueda de alianzas políticas a escala europea que ayuden a nuestro país a impulsar un proceso de normalización democrática, a fin de contribuir eficazmente a frenar un neofascismo rampante, que renace de sus cenizas poniendo en peligro la paz.
Es urgente la desarticulación de ese peculiar «gobierno de los jueces» que está bloqueando cualquier actuación política orientada a resolver el gigantesco desaguisado político-judicial creado por el poder monárquico-franquista entre Catalunya y el Reino de España. Inaplazable, pues, la puesta en libertad de los eurodiputados catalanes presos, así como del resto de los republicanos catalanes injustamente encarcelados y condenados.
Manuel Ruiz Robles. Capitán de Navío.
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