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La discreción y la furia. El viejo Sur confederado en femenino

Fuentes: Diagonal

Eudora Welty, Katherine Anne Porter, Carson McCullers y Flannery O’Connor tramaron una contranarrativa rural e intimista del sueño americano.

Una abuela nonagenaria reúne a toda su prole de hijos, nietos y otros tantos parientes y vecinos. Estos llegan juntos a su casa para un almuerzo de domingo. Hasta uno de sus nietos se escapa de la prisión (un día antes de acabar su condena) para no perderse el evento familiar.

Un padre y una madre están obsesivamente pendientes de todos los movimientos de su hijo con síndrome de Down. Perturbados por los problemas cotidianos que esto les acarrea, deciden alojarlo en un sanatorio por una temporada. Una joven periodista contrae una gripe letal. Tras superar los delirios de la fiebre y sobrevivir a la enfermedad, comprueba que su pareja ha muerto, contagiado por ella misma.

Una mujer fuerte e independiente se enamora, ante la perpejidad de todo el pueblo, de su primo lejano, un jorobado. Y éste se aprovecha de su confianza para ayudar al ex marido a volver con ella. Un vendedor de biblias seduce a una joven y le roba su pierna ortopédica.

Un niño, casi abandonado por sus padres, se hace bautizar en un río. Entusiasmado, al día siguiente intenta repetir la experiencia y se ahoga, arrojándose a las profundidades del mismo río.

No se trata de un concurso de guiones para miniseries televisivas. Ni de los estrenos cinematográficos de la próxima temporada. Tampoco son los titulares de algún medio de la prensa sensacionalista. Son sólo algunos de los plots (tramas) con los que un cuarteto de autoras encarnaron el imaginario del Sur profundo de Estados Unidos: apasionado, violento, racista y contradictorio. Eudora Welty, Katherine Anne Porter, Carson McCullers y Flannery O’Connor dejaron grabada en su obra la decadencia moral y económica de los antiguos Estados Confederados. Ese Sur profundo donde una decrépita aristocracia sobrevivió, naufragando en la nostalgia de un pasado de economía terrateniente y esclavista, para luego ser vapuleada por la Gran Depresión.

Sin embargo, la escritura de estas autoras no sólo admite la malla de una vertiente del realismo costumbrista. En su obra siempre está latente la indagación en la familia y los complejos vínculos de parentesco, especialmente, en los estructurados clanes sureños; así como las consecuencias de una religiosidad fanática o la añoranza racista del régimen latifundista.

De tal manera, en ese universo familiar, doméstico y rural, se las arreglaban para insinuar, con sutileza pero con decisión, la diversidad de la experiencia femenina. Sin embargo, del candor y la mirada perpleja ante la vida doméstica y rural en Eudora Welty a la violencia cotidiana de un pueblo de frontera en Katherine Anne Porter, se manifiesta un amplio ancho de banda donde se escucha todo un corrillo de diferentes voces al norte del río Bravo y en las orillas del Misisipí.

A pesar de la variedad de inquietudes que cada una plasmó en sus propios textos, las unen un mismo lugar y época, además de la suspicacia y la agudeza con las que revelaron las contradicciones y las miserias de los pueblitos del sur. En tal dirección, debemos señalar que las historias de Welty, Porter, McCullers y O’Connor se alejan sustancialmente de la obra de otras autoras como Harper Lee. En To kill a mocking bird (Matar un ruiseñor, 1960) Lee representó la desigualdad racial y la destrucción de la inocencia en un poblado ficticio de Alabama. Sin embargo, la evidencia de su voluntad didáctico-moralizante, con sus ejemplos de coraje, compasión y roles de género en el Sur norteamericano, ha cristalizado en el hecho de que su obra haya devenido en una lectura escolar obligatoria en los países angloparlantes. Esta novela se ubica en la tradición del clásico de Harriet Beecher Stowe Uncle Tom’s Cabin (La cabaña del Tío Tom, 1852), el relato «modelo» del abolicionismo, que condenó la inmoralidad y la maldad de la esclavitud a través de la prédica cristiana. Sin embargo, la corrección política de Beecher Stowe nada tiene que ver con la crudeza del determinismo cristiano presente en los relatos de O’Connor. En éstos, la gracia y el perdón divinos asumen formas inquietantes, así como la herencia mítica y bíblica de los fundadores de la nación se manifiesta sólo en los abusos de la religión.

En tal sentido, estas autoras han sido emparentadas con el gótico sureño de William Faulkner, Truman Capote y Tennessee Williams. Y eso porque en la narrativa de éstos suelen aparecer elementos extraños o exagerados, como la enfermedad mental o lo grotesco, para crear el argumento. Pero, a diferencia de la novela gótica europea, no se usan dichos elementos para instaurar el suspense, sino para explorar la cultura del sur de Estados Unidos. Y de esta forma, los retorcidos argumentos de O’Connor, la endogamia familiar en Welty, la violencia de la frontera en Porter o los atormentados personajes de McCullers dan cuenta del espejo roto de la normalidad en el ámbito doméstico y rural de cualquier respetable comunidad sureña.

Con un agudo sentido de la sutileza, plasmaron con eficacia «el ruido y la furia» latentes en aquellas profundidades geográficas, para plasmar una contranarrativa compleja e inteligente, pero discreta en sus pretensiones artísticas. Y quizás éste sea el delicado complot, la conspiración silenciosa que tramaron en sus diferentes obras todas estas representantes de la mejor narrativa norteamericana del siglo XX. //

Katherine Anne Porter (1890-1980)

Tuvo una vida errante y nómada. Trabajó de publicista, periodista y hasta de actriz y bailarina. En los años ’20 vivió en México, apoyando a la revolución obregonista. El espacio mítico de la literatura de Katherine Anne Porter es la frontera entre el norte de México y el estado de Texas, pero sus ejes narrativos son variados. Por un lado, la subversión de los mandatos intergeneracionales, el peso de la historia y la cultura heredadas inauguran suculentos conflictos. Sin embargo, en sus relatos hay un análisis agudo de las relaciones familiares, donde un realismo incisivo anuncia la regulación del deseo (bajo la mirada de los otros) presente en el imaginario cheeveriano. La editorial Lumen tradujo, por primera vez, sus cuentos completos al castellano en 2007. Esta obra, que le valió el National Book Award en 1965 y el premio Pulitzer en 1969, actualmente ha sido reeditada por la editorial De- Bolsillo (2009). //

Carson McCullers (1917-1967)

Nacida Lula Carson Smith, adoptó el apellido de su dos veces esposo Reeves McCullers y, al igual que (Mary) Flannery O’Connor, renunció a su nombre de pila, para despistar a los lectores y ocultarse en la androginia de un doble apellido. Fue una pianista frustrada, a la vez que una talentosa «niña prodigio» de la literatura. Asistió a los prestigiosos cursos de escritura creativa en la Universidad de Columbia y la de Nueva York, y con sólo 24 años publicó su primera novela The heart is a lonely hunter (El corazón es un cazador solitario, 1940). El derrotero de su vida sentimental y su delicada salud inspiraron innumerables biografías y artículos periodísticos. La totalidad de su obra se encuentra traducida al castellano en el catálogo de Seix Barral. //

Flannery O’Connor (1925-1964)

Mary Flannery O’Connor, nacida en Savannah (Georgia) asistió a los célebres cursos de escritura creativa de la Universidad de Iowa. Cuando tenía 26 años le diagnosticaron lupus, la misma enfermedad degenerativa que mató a su padre. Por eso volvió a Georgia, y se afincó con su madre en una granja, donde se dedicó a la escritura y la cría de aves, y en la cual murió a la edad de 39 años. Fervientemente católica (descendía de inmigrantes irlandeses) probablemente creyó incondicionalmente en la capacidad purificadora del rayo de Dios. Y eso lo demuestra su literatura, que abarcó el terror íntimo, los miedos colectivos y las pulsiones violentas de una comunidad rural sureña y mayormente protestante. En sus novelas y relatos Mary Flannery O’Connor demuestra una capacidad insuperable para desplegar el mal y presentar turbadoras formas de redención en sus personajes. //

Eudora Welty (1909-2001)

Su escritura modeló un universo doméstico, insular y endogámico. Sin embargo, la mirada de Eudora Welty siempre está focalizada en las inminentes derivas de los roles femeninos tradicionales. A pesar de ello, sería muy torpe reducir sólo a este aspecto la riqueza de su exploración en las menudencias cotidianas de los clanes sureños. Tuvo el beneficio de una meteórica carrera académica y profesional. Estudió en Oxford y Cambridge e ingresó al staff del New York Times Book Review. En los años ’30 trabajó de publicista para la Works Projects Administration, la agencia del New Deal que intentó reducir los efectos de la Gran Depresión. Como fotógrafa destacó con su trabajo realizado durante aquellos años, posteriormente compilados en One time, One place (1971). En España se ha publicado recientemente The Optimist’s Daughter (La hija del optimista) en la editorial Impedimenta. Novela que recibió el Pulitzer en 1973 y que presenta el conflicto de una viuda de mediana edad que viaja desde la ciudad hasta su pueblo natal para acompañar a su padre, quien se recupera de una intervención quirúrgica, conoce a la nueva esposa de su padre, una arribista más joven que ella. Además de publicar La hija del optimista (2009) Impedimenta ha traducido por primera vez al español la novela-río Losing Battles (Las batallas perdidas, 1970). A lo largo de más de 500 páginas, esta obra monumental nos arrastra por las divertidas y candorosas experiencias de las tres generaciones de una familia en un pueblito del sur durante la Gran Depresión.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/La-discrecion-y-la-furia-El-viejo.html