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Contextos y contrarreformas

La doctrina del shock, el contexto de una anunciada reforma antiobrera

Fuentes: Rebelión

Vamos a intentar que las palabras no nos quiten visión. Estamos en un escenario, que se suma a otros previos, que tiene como guión básico no una «reforma laboral» que suena a modernidad, a avance, a necesaria revisión de lo periclitado y antiguo, sino ante una contrarreforma laboral en toda regla, que se suma a […]

Vamos a intentar que las palabras no nos quiten visión. Estamos en un escenario, que se suma a otros previos, que tiene como guión básico no una «reforma laboral» que suena a modernidad, a avance, a necesaria revisión de lo periclitado y antiguo, sino ante una contrarreforma laboral en toda regla, que se suma a otras agresiones, que nos sitúa, que nos está situando poco a poco, en lo vivido en décadas anteriores, aniquilando conquistas obreras que costaron esfuerzo, lucha, militancia y sufrimiento.

¿Qué procedimiento se está siguiendo para implantarlas? Básicamente, el expuesto admirablemente por Naomi Klein en La doctrina del shock. Resulta evidente que a la admirable activista internacioalista canadiense la leen con devoción, y tomando notas, sus propios adversarios.

El escenario que se dibuja y divulga: más de cuatro millones de parados; brotes verdes que rápidamente se marchitan; precariado en aumento; sueldos de y para la miseria; durísimas condiciones de trabajo; contratos laborales reconvertidos, en el caso de los jóvenes, en contratos de aprendizaje sin remuneración; ciclos formativos, medios y superiores, al servicio del capital y el mal; doctorados mileuristas que siguen en precario; trabajos alienantes que no pueden satisfacer a ningún ser humano que no haya dejado de ser una inteligencia sintiente; prolongación de la edad de jubilación; permanentes y estudiados anuncios de crisis de las futuras pensiones; posibilidad recurrente del copago en la sanidad pública; empeoramiento por disminución de personal de servicios públicos tan esenciales como la sanidad y la educación; feminización de la pobreza también en España; menor financiación de la ley de dependencia; embrutecimiento juvenil alentado; divisiones ficticias entre las clases trabajadoras; banalización de la violencia; posibles disminuciones, directas o indirectas, en las ayudas a los sectores más desfavorecidos; angustia en las gentes; desesperación y miedo; nihilismo político como no se recordaba; creencia generalizada que la política es el reino de la corrupción y el choriceo, y que no sirve para nada ni tiene sentido intervenir en ella; encubrimiento, por servilismo acrítico, de instituciones y fuerzas como la Iglesia católica y romana, la Monarquía y el empresariado; dominio cultural casi absoluto de la cosmovisión neoliberal en franjas no solo conservadoras sino en sectores sociales próximos al PSOE; competitividad extrema, no competencia, como norma de vida; la solidaridad e incluso la compasión arrojadas al baúl de los trastos inútiles y antiguos. Y así siguiendo. Shock cívico, desesperanza ciudadana, temor, temblor y miedos (en plural) en los rostros y almas.

En estas condiciones, una nueva estocada. La gastada metáfora no es improcedente.

No hace falte entrar en la letra del decreto que el gobierno «republicano de izquierda socialdemócrata» aprobará el próximo 16 de junio. Sin acuerdo desde luego; o con acuerdo, tanto da. Se sabe que la generalización del contrato de 33 días de despido será la base del nuevo ataque del gobierno. Mayor abaratamiento del despido en traducción simultánea, uno de los nudos centrales reivindicados por la patronal del señor Gerardo Díaz Ferran [1] y sistemas diabólicos afines.

Lo esencial de la situación, como ha recordado Ignacio Escolar [2], ha sido dicho por el vicepresidente de la infame patronal española de la CEOE. «Claro que la reforma laboral va a implicar una rebaja de derechos». De derechos laborales quiso decir obviamente. Añadió el señor vicepresidente: si lo que algunos quieren es aumentarlos, están soñando, es una pura ilusión. ¿Recuerdan aquella afirmación de 2006 del ciudadano usamericano Warren Buffet, un multimillonario que tiene los pies en el suelo, en su suelo de oro, especulación y explotación? «Hay lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y estamos ganando».

En el fondo, vamos a ponernos en la mejor de las hipótesis, algunos dirigentes políticos bienintencionados creen que la única posibilidad para seguir tirando, cualquier otra opción es pura quimera y nos llevaría al desastre, es contentar a «los mercados» y capear el temporal como se pueda. Saldremos y estaremos bien en poco tiempo. Es una hipótesis falsa: los mercados son insaciables y la única forma de capear el temporal es resistir. Resistir y resistir para poder avanzar algún día.

Non serviam: hic Rodhus, hic salta. Suena a lo de siempre pero es la única alternativa. No hay otra más razonable. Lo que es lo de siempre es entregarse a los desmanes crecientes de los poseedores de la tierra y confiar que en su gran e interminable comilona algunas migajas, aunque sea por descuido o por tener poco cuidado al comer, serán destinadas a los hambrientos. Ni a eso juegan.

Notas:

[1] ¿De dónde surgen singularidades así? ¿Qué condiciones sociales, familiares, culturales, psicológicas, posibilitan la irrupción exitosa de esos representantes de las peores aristas de la condición humana?

[2] Ignacio Escolar, «Una operación con anestesia». PÚBLICO, 3 de junio de 2010.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.