Antonio Gramsci amplía la noción de Estado al incorporar a la sociedad civil y a la sociedad política. Mientras la primera es aquella donde usualmente se ubica la función hegemónica, es decir, la dirección cultural e ideológica que se desenvuelve mediante instituciones como la iglesia, sindicatos, partidos, medios masivos de comunicación y escuelas. La segunda, […]
Antonio Gramsci amplía la noción de Estado al incorporar a la sociedad civil y a la sociedad política. Mientras la primera es aquella donde usualmente se ubica la función hegemónica, es decir, la dirección cultural e ideológica que se desenvuelve mediante instituciones como la iglesia, sindicatos, partidos, medios masivos de comunicación y escuelas. La segunda, a la sociedad política se le puede considerar como el aparato de coerción estatal, el cual, busca conservar el sistema hegemónico establecido, mediante órganos represivos como la policía y el ejército. Por lo tanto la coerción ocupa un segundo lugar en las sociedades hegemónicas, pero puede pasar al primero en momentos de crisis.
Como podemos ver la relevancia radica en demostrar, que en las sociedades contemporáneas, la manera como se mantiene el poder es mediante la producción hegemónica y sólo secundariamente a través de la coerción, [1] por lo que las instituciones de la sociedad civil cobran gran importancia, especialmente las educativas, siendo lugares de reproducción y construcción hegemónica.
Las escuelas para Gramsci son el instrumento para formar a los intelectuales, donde la complejidad de la función intelectual en los distintos Estados se puede medir objetivamente por la cantidad de escuelas especializadas y por su jerarquización. Con respecto a esto, Gramsci dice lo siguiente: «cuanto más extensa sea el área de la enseñanza y más numerosos los grados verticales de la escuela, tanto más complejo será el mundo cultural, la civilización, de un determinado Estado» [2].
Los intelectuales constituyen un instrumento de la supremacía que ejerce la clase dominante en la sociedad, lo que Gramsci define como dirección cultural y moral, es decir, como hegemonía.
De modo que para Gramsci, la conquista del poder no puede consistir simplemente en la conquista de los órganos de coerción, sino también previamente en la conquista del consenso de la mayor parte de la población, consenso que se logra actuando en el aspecto cultural para poder conseguir la hegemonía del nuevo bloque emergente, ya que sin el consenso, no se puede lograr con éxito la transformación social y una de las instituciones para llevar acabo el consenso es la escuela.
En el caso de Gramsci la creación de una nueva cultura no debe ser un saber enciclopédico, dónde sólo se ve al hombre y la mujer como un recipiente que hay que atiborrar de datos empíricos. Es la pedagogía gramsciana la que supone organización y disciplina, es mediante el desarrollo de la conciencia por lo cual se llega a comprender el valor histórico, la función de la vida, los derechos y obligaciones que a cada uno de nosotros le corresponde. En la escuela es la práctica pedagógica, donde el maestro y el alumno son sujetos activos, con relaciones recíprocas, es decir, «todo maestro sigue siendo alumno y todo alumno es maestro» [3]. En consecuencia vemos que la relación hegemónica implica una relación pedagógica.
Las escuelas deben ser un instrumento para desarrollar una contrahegemonía, que cuestione la visión del mundo, los modos de vivir y de pensar que la clase domínate ha logrado expandir en los diferentes sectores sociales.
[1] Cabe aclarar que la fuerza coercitiva puede pasar a primer plano en sociedades que se encuentran e crisis (como ya lo mencione).
[2] Manacorda, Mario, La alternativa pedagógica, 6ª ed., México, Fontamara, 2001, p. 55. El libro es una compilación de textos de varías obras de Gramsci, con algunos comentarios de Manacorda.
[3] Ibidem . p. 47.
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