Para pensar la educación y la universidad que necesita una sociedad republicana es necesario hacernos una pregunta de fondo. ¿Cómo podemos orientar la formación de las personas jóvenes, de las nuevas generaciones, que vivirán a lo largo del siglo XXI, y más allá, en una sociedad que han de ser capaces de mejorar de acuerdo […]
Para pensar la educación y la universidad que necesita una sociedad republicana es necesario hacernos una pregunta de fondo. ¿Cómo podemos orientar la formación de las personas jóvenes, de las nuevas generaciones, que vivirán a lo largo del siglo XXI, y más allá, en una sociedad que han de ser capaces de mejorar de acuerdo a los valores fundamentales de libertad, igualdad y fraternidad?
Cada modelo educativo responde a un modelo social determinado, a una concepción sociopolítica concreta. Por ello, frente a los intereses corporativos de grupos religiosos, profesionales y empresariales, que están convirtiendo los sistemas educativos en campos de batalla en los que, en nombre de la calidad, de la excelencia o de la competitividad, los grupos de poder ligados a partidos conservadores, jerarquías eclesiásticas o patronales del sector privado educativo, promueven «pactos educativos» desde las élites, nos sumamos a las propuestas de la comunidad educativa que reivindica un modelo de educación pública universal, desde infantil hasta la universidad, que sea gratuita, laica, equitativa, solidaria, coeducativa, personalizada, participativa, ecológica, integral, intercultural, inclusiva y democrática. Así como una investigación que responda a las demandas de la sociedad, centrada en las personas, cuyos objetivos se discutan con la ciudadanía y que forme personas con conocimientos sólidos y conciencia crítica. La mejor herramienta: más democracia.
El modelo de educación republicana que planteamos responde a una concepción de la educación a lo largo de toda la vida, entendida como un derecho humano fundamental y un pilar básico de las sociedades, pues favorece la emancipación y la cooperación de los pueblos, y contribuye a formar una ciudadanía más libre, crítica y con menos desigualdades. Por eso, la educación como derecho ha de ser pública, universal, gratuita, laica, equitativa, solidaria, coeducativa, personalizada, ecológica, integral, intercultural, inclusiva y democrática.
Pública por ser la única que garantiza la igualdad de derechos y posibilidades para todos y todas; que promueve la participación democrática de los distintos sectores implicados en el proceso educativo, incluido el propio alumnado en su propio proceso de enseñanza-aprendizaje; que respeta la libertad de conciencia y de creencias; que atiende a la diversidad del alumnado y se compromete con el interés común, al margen de intereses particulares ligados al adoctrinamiento ideológico o al negocio económico.
Creemos que justamente en este momento de cambio del país, debemos establecer las bases para un cambio de la educación que acompañe a esta nueva concepción social y del ser humano donde la prioridad sean las personas y no los beneficios económicos, donde la prioridad sea el bien común y no la competitividad y el emprendimiento egoísta, donde recordemos una obviedad que, a veces, tiende a ser olvidada intencionalmente: la educación no es, ni puede ser, neutra.
Es decir, cada modelo educativo responde a un modelo social determinado, a una concepción política concreta. El modelo educativo tiene coherencia con el modelo sociopolítico. Así pues, debe definir si se limita a reproducir el modelo social o aspira a transformarlo . Por ello, Paulo Freire, planteaba evitar un modelo de educación «bancaria» y defendía una educación crítica y liberadora. Es decir, huir de una concepción del sistema educativo destinado a satisfacer las demandas de un sistema productivo capitalista, cada vez más abocado a la acumulación en manos de unos pocos, creando el tipo de persona trabajadora que éste necesita y que el sistema educativo está llamado a construir y seleccionar.
Creemos que es necesario y urgente reconstruir un acuerdo de estado con la comunidad educativa en este país, asentado en unas bases diferentes a las que en el momento actual está imponiendo el modelo neoliberal, que ha ido consolidando un «pensamiento único» en nuestra sociedad en donde se vincula exclusivamente la educación al futuro mercado laboral. El sistema educativo se ha convertido en una máquina de etiquetar a las personas, de crear diferencias transformadas en jerarquías, para ponerlas al servicio del mercado de trabajo y facilitar así la selección de personal y la adecuación a las necesidades empresariales. Y en los últimos tiempos, en una nueva vuelta de tuerca, está derivando en un botín apetecible para quienes aspiran a obtener grandes beneficios. Ello implica la privatización de universidades, escuelas y servicios educativos de todo tipo, al mismo tiempo que conlleva una banalización de la educación, más atenta a la competitividad que al desarrollo humano.
Esta tendencia, unida a los intereses corporativos de grupos religiosos, profesionales, patronales, etc., están convirtiendo los sistemas educativos en campos de batalla en los que, en nombre de la «calidad», de la excelencia o de la competitividad, los grupos de poder ligados a partidos conservadores, jerarquías eclesiásticas o patronales empresariales del sector privado educativo, están construyendo toda una legislación y normativa que no sólo cambia profundamente el modelo educativo que propusieron los grupos políticos y las organizaciones educativas más progresistas tras la dictadura, marcados por un afán de recuperar las raíces de los maestros y maestras republicanas, sino que contradicen abiertamente todas las teorías pedagógicas consagradas por las ciencias de la educación.
Por eso es más oportuno que nunca una propuesta que acompañe, desde lo educativo, a un programa de cambio de este país con otra mirada puesta desde los gobiernos del cambio, si queremos construir una sociedad futura más justa, más libre y más fraterna.
Ahora, más que nunca, es necesario articular un amplio espacio de confluencia en la defensa de esta educación republicana. Y en ese empeño, intentamos proponer en el reciente libro que hemos publicado titulado La Educación que Necesitamos las líneas básicas, sólidamente fundamentadas, que avanzan hacia ese modelo educativo que contribuya al éxito escolar de todo el alumnado y a la formación de personas más iguales, más libres, más críticas y más creativas. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto. Educación o barbarie, no hay neutralidad posible.
Alberto Garzón y Enrique Díez. Diputado Nacional y Coordinador del Área Federal de Educación de Izquierda Unida, respectivamente. Coordinadores del libro La educación que necesitamos. Escuela, Universidad e Investigación. Líneas básicas para un pacto por una educación republicana. Madrid: Akal (2016). En el que han participado como autoras y autores: Víctor A. Rocafort. Rocío Anguita. Luis A. Castrillo. Emilio Criado. Loles Dolz. Alicia Durán. Josep Ferrer. Adoración Guamán. Mª Ángeles Llorente. Mª Jesús Martín-Díaz. Agustín Moreno. José Moreno-Arrones. Maite Pina. Rafael Pla. Ángel Ponce. Carmen Rodríguez Martínez. José Sarrión
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