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La era post-Santos y la estafa electoral presidencial

Fuentes: Rebelión

Abordar el tema electoral a una semana de la fecha de elección de Senadores y Representantes a la Cámara del Congreso colombiano, es tarea atípica para un análisis desde la óptica de la izquierda desarmada en Colombia. ¿Existe esa izquierda?; o mejor aún, comenzar por explicar qué es la izquierda en Colombia. No se puede […]

Abordar el tema electoral a una semana de la fecha de elección de Senadores y Representantes a la Cámara del Congreso colombiano, es tarea atípica para un análisis desde la óptica de la izquierda desarmada en Colombia. ¿Existe esa izquierda?; o mejor aún, comenzar por explicar qué es la izquierda en Colombia.

No se puede descontextualizar el panorama colombiano del latinoamericano y mundial. Por izquierda se entendía una teoría propia para la acción en la lucha contra el sistema capitalista dado, a fin de cambiar esas estructuras, en la búsqueda del fin de la explotación del hombre por el hombre, propia del escenario de la lucha de clases y en la que una ideología: la del proletariado o clases explotadas, buscan la toma del poder por y para los trabajadores, mediante la creación de un partido, que tiene como brújula la toma de ese poder, con la finalidad de la construcción del socialismo. Esta es una concepción propia de la izquierda revolucionaria y guía para la acción de los cuadros revolucionarios. No ha finiquitado en el escenario de la lucha por las utopías. Pero hoy, en el sistema globalizado y el orden económico mundial imperante se habla de una izquierda enfocada en la consecución de las grandes transformaciones sociales, que tome las riendas de un gobierno y/o el manejo de las riendas del Estado, mediante la consolidación del poder político, bajo la fórmula de gobiernos alternativos ante la etapa más salvaje del capitalismo, conocido como el neo liberalismo privacionista o de privatizaciones.

Se concibe una izquierda como brújula dirigida a elevar el nivel de calidad de la población. El paso a los gobiernos alternativos se surte bajo prontuarios progresistas y socialdemócratas; operados o imbuidos bajo políticas frentistas o de frente. En esta concepción el salto cualitativo de la izquierda es la toma del gobierno, no la toma del poder. Esto es lo sucedido durante los últimos treinta años en Latinoamérica con la conformación de gobiernos alternativos o triunfos de gobiernos de izquierda (Venezuela, Brasil. Ecuador, Bolivia, Nicaragua). No han significado la toma del poder político. Así entendido, el Estado de la Revolución Bolivariana, es un Estado capitalista. Explicable, que las negociaciones del gobierno bolivariano con la oposición venezolana en Santo Domingo enmarcan dentro de las relaciones capitalistas. Cuando el hecho político de una negociación se da, en cualquier país del mundo, es para que lleguen a feliz término. Pueden sucederse varios intentos, pero el derrotero final será el acuerdo. Es propio del carácter imperativo de los pactos sociales. Si el Estado bolivariano fuera de y/o para los trabajadores, pues no hubiere conversaciones con la oposición; puesto que significaría que triunfó la revolución socialista; en la que no existe oposición sino unidad nacional en torno a la construcción del Socialismo. Otra cosa es que la injerencia del imperio haya dado al traste con las conversaciones en Santo Domingo entre el gobierno bolivariano y las fuerzas opositoras y se haya circunscrito un acuerdo, así explicado y comprendido, con un espectro menos amplio de la oposición venezolana, actualmente, en torno a las próximas elecciones en ese país.

Volviendo a la realidad colombiana, me acojo a que entiende por izquierda Boaventura de Sousa Santos: Izquierda significa el conjunto de teorías y prácticas transformadoras que, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, han resistido a la expansión del capitalismo y al tipo de relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que genera, y que surgieron con la convicción de que puede existir un futuro poscapitalista, una sociedad alternativa, más justa por estar orientada a la satisfacción de las necesidades reales de los pueblos, y más libre, por estar centrada en la realización de las condiciones del efectivo ejercicio de la libertad.(1). Véase Boaventura de Sousa Santos: «Una izquierda con futuro», en Rodríguez Garavito, C., et al., La nueva izquierda en América Latina. Sus orígenes y trayectoria futura, Bogotá: Norma, pp. 437-457 (2005).

Antecedentes para abordar la era post santos

Comencemos por rememorar por qué se da la conversación del fin del conflicto armado y su conclusión a feliz término entre el Establecimiento colombiano y la insurgencia de las Farc-ep. Ello obedeció a que los factores de poder predominante en Colombia, esencialmente oligárquicos y excluyentes, tornaron en una corriente de fuerza conjunta, ante el fracaso del experimento contrainsurgente paramilitar, representados en la política de «seguridad democrática» del duplo gubernamental de Uribe Vélez (conocido como el innombrable). Así entendido, se impuso una política de CENTRO. En doctrina política, lo de Centro corresponde a un espacio político esencialmente autónomo. A el confluye, no en forma mecánica, sino en un proceso dialéctico de historia, la capacidad de recibir todas las aspiraciones positivas, que en un momento dado sintetiza las aspiraciones de una sociedad. De tal manera que el Centro- en política- no es la identidad de un individuo, sino la síntesis de creatividad (política) de la organización política, expresada en partidos, que inducen su energía propulsora a encauzar las fuerzas que confluyan en proyectos comunes, en el escenario de las conquistas sociales de los pueblos. Ese sería el panorama predominante que podemos registrar durante el duplo gobernante del presidente Santos, hasta la firma del Acuerdo de La Habana y el Teatro Colón, que selló el fin del conflicto armado interno con la insurgencia de las fuerzas armadas de Colombia, farc-ep. Esa tendencia del bloque oligárquico de poder predominante cambió y sus variables se notaron en el debate de la implementación de los Acuerdos. No hubo necesidad de hacerlos «trizas» como pregonó el discurso de la derecha militarista. Los proyectos comunes y la filosofía de armonía y equilibrio de poderes se enfrentaron con el juego del poder legislativo y la enredadera del poder judicial, aunada la incidencia de un activismo de la Fiscalía, que no representa función de control constitucional; el asomo de la Procuraduría, como para no quedarse atrás y el desface de una Contraloría, a contrario del mandato constitucional de incidencia en la suerte de los fondos para la materialización de la implementación de lo Acordado. Por lo dado y así analizado, podemos concluir, que logrado el desarme de la insurgencia fariana, como fin primordial del Establecimiento y ya en las postrimerías del desgobierno del presidente Santos, la tendencia política de Centro, cesó, se extinguió, para dar paso a una política de derecha en consolidación al bloque de poder oligárquico imperante, con la sumatoria de réditos políticos que ha implicado la entrega de las armas de las antiguas farc-ep y su extinción como fuerza beligerante contra el Estado colombiano.

De manera que como faro de referencia tomaremos la era Post Santos como de una tendencia predominante de derecha.  

Sustentacion de lo anterior

Sin necesidad de acudir a un mayor esfuerzo del racionamiento expuesto y en lógica consecuencia del funcionamiento de la política, importa detenerse en los actores y/o espectadores que intervienen en el actual devenir histórico de la vida política nacional. Para ese escenario las fuerzas propulsoras que ejecutan proyectos comunes o de identidad partidaria giran – en la actualidad en Colombia- entre la Derecha y la Izquierda. No es dable hablar de Centro.

Partiendo de lo entendible que significa la Derecha en el ejercicio de la permanencia del Establecimiento, o estados de cosas actual; detengámonos en el ejercicio por comprender qué es la Izquierda en Colombia.

Tradicionalmente se identifica la izquierda revolucionaria la adepta a cambios revolucionarios a través de la lucha armada. Desde la teoría del foco guevarista no se concebía izquierda que no fuera revolucionaria y no fuera armada. Esta izquierda siempre permaneció dividida entre varias organizaciones político- militares armadas. Por cuenta del Frente Nacional, etapa en que los partidos tradicionales de interés oligárquico se repartieron el botín burocrático del Estado colombiano milimétricamente entre ellos dos, excluyendo cualquier expresión de izquierda opositora; turnándose la presidencia los dos partidos que originaron la Violencia y por ende actores y coautores del genocidio político, que costó la vida a más de trescientos mil colombianas y colombianos. Durante el llamado Frente Nacional (1958 a 1974, dieciséis años) surgieron las guerrillas insurgentes comunistas FARC-EP, ELN, EPL y surgió una guerrilla, el M-19, a raíz del robo de las elecciones al Partido Anapo, el 19 de abril de 1990; por el que la oligarquía instauró al último presidente del llamado Frente Nacional Misael Pastrana Borrero. Guerrilla que se alejó del marxismo-leninismo, de inspiración y postura nacionalista- militarista. Esa guerrilla de extracción pequeñoburguesa de las ciudades y también vinculada al trabajo campesino, en menor escala, actuó desde el año de 1974 a 1994, caracterizándose por sus acciones espectaculares en las ciudades. Se desmovilizó durante el gobierno del presidente Virgilio Barco (1990-1994).

Luego del llamado Frente Nacional continuaron los mismos partidos oligárquicos tradicionales alternándose el poder. Periodo conocido como de las «dictaduras civiles» con estatutos de seguridad incluidos; violación a los derechos humanos y al Estado de Derecho e incremento de la guerra contrainsurgente con la aplicación de la doctrina militar, la del enemigo interno y saturación de la barbarie e ignominia de la crueldad de la guerra sucia con la asunción de la creación del experimento paramilitar y la conducción de un modelo estatal a una economía subterránea de subsistencia con el narcotráfico, que ha llevado a la configuración de un Narco-Estado, hoy en día.

El proyecto de terminación del conflicto armado con la insurgencia de las Farc-ep no se proponía alcances de reformas políticas y económicas de fondo. Alentaba en la aspiración de desarmar las fuerzas de esa guerrilla, para garantizar que el capitalismo nacional y extranjero, minero, energético y desbastador del patrimonio ecológico tuviera libre acceso a la tierra y a los territorios que les eran vedados. Lo de la implementación se enredaría. Esa es una verdadera victoria política cantada del bloque de poder oligárquico. Y al así resonar esa diana ensordecedora en la conciencia del movimiento popular y esas ondas sonoras hicieron saltar en añicos la tendencia de Centro en Colombia, para darle paso al predominio de la tendencia de Derecha, sin matices, ni asomos edulcorantes.

La tendencia de Centro comienza por superar la disputa existente entre Santos y el innombrable. Desde las alturas del poder dominante o bloque de poder oligárquico, se trata de proponer la llamada «tercera vía» de Santos, carente de autenticidad y trasplantada mecánicamente al escenario político colombiano. Pero la respuesta en el imaginario social y popular es la identificación de esos matices engañosos en la consideración que se trata de ambas caras de una misma moneda. No hay tal «centro derecha», ni «extrema derecha uribista» (o «uribeña«). Utilizando un lenguaje especifico, por las características comunes que comparten, en el escenario político colombiano, ellos o ambos, se identifican con un criterio de clasificación único y por ende comparten una misma jerga, un discurso especifico idéntico. Con categorías identificables de intereses comunes, de reconocida identidad en lo retrogrado, violento, corrupto y regresivo. Asistimos a la consolidación del poder oligopólico, como el escenario de un mercado dominado por pocos vendedores, siendo el país movido por los grandes empresarios, como Carlos Ardila Lule, quien centra los monopolios de RCN, industrias de las gaseosas e ingenios azucareros y deportes masivos con el Atlético Nacional. Luis Carlos Sarmiento Angulo con el Grupo Aval, Fondo de Pensiones Porvenir, El Tiempo, Clubes de Futbol como Millonarios y América de Cali. El capital especulativo del Sindicato Antioqueño, con el usufructo de la Banca, conformado por Bancolombia, Grupo Argos, Grupo Nutresa, Grupo Sura, Fabricato. La industria de la construcción de la Costa Atlántica, con el cacique senador Fuad Char, dueño de la cadena Olímpica y del Junior de Barranquilla. Todos beneficiarios directos del fin del conflicto armado parcial, primando sus intereses sobre el de las víctimas del conflicto, orondos sobre el gatopardismo de que todo cambie para que nada cambie.

Algo sobre la estafa electoral que avecina

El espinoso tema electoral tiene dos vertientes: Una, la elección de Senadores y Representantes a la Cámara. Dos, la elección de presidente de la República. Competir con los analistas de derecha sobre el tejemaneje electorero es tarea ardua. Parten de presupuestos y de suposiciones. Toman el acumulado de lo ilegitimo histórico de los resultados pasados de un sistema electoral corrupto de entronización de la ilegitimidad y también de la ilegalidad. Proyectan sobre lo falsario; bajo la egida de la dictadura mediática y del conduccionismo de la opinión pública. Sin ningún reato de conciencia, no cumplen pena, luego de haberse absuelto el pecado del fraude. Estériles elucubraciones sobre cuantos podrán salir, con la seguridad absoluta que el uno sí, que el otro, no. Son verdaderos prestigiadores, ilusionistas, como expertos en la combinación de trucos y habilidosas verborreas, sorprendiendo con encuestas y entrevistas viciadas en el arte de hacer aparecer y desaparecer electores y descubrir lo inocultable. Al escucharlos y leerles rememoro la invocación del cuadro del pintor flamenco El Bosco «El prestidigitador y el ratero», de la coloquial toma grafica del truco de la bolita: ¿Dónde está la bolita? Levanta la tapa y en esta otra tampoco. En esa labor de rateros y embolatadores de la opinión pública, ocultan, cohonestan y participan en el engaño, el mentís y la burla para el incauto que carece de malicia y se deja engañar. De cuando acá que el partido tal perderá un congresista y que el del innombrable crecerá en número de elegidos o que el palo de sorpresa va a ser tal. Confieso la imposibilidad para competir en tan inmoral juego.

Pero intentemos abordar un análisis de la situación electoral, sin los referentes de las encuestas, los programas manipuladores de opinión, las entrevistas preconcebidas en el tejemaneje impositivo de la dictadura de los medios, sin soporte probatorio fidedigno.

Partir de hechos concretos como ha de ser la política. Partiendo que en política se suma y no se resta; la perdida de oportunidad del candidato Sergio Fajardo de llegar a una coalición con el también aspirante De La Calle, los colocó – recíprocamente- en una situación de desventaja. La candidatura de Vargas Lleras reposa sobre el supuesto de los cuatro millones de firmas recogidas, que a la postre se redujeron en un cincuenta por ciento. La consulta del 11 de marzo no solo medirá el pulso del fraccionado Centro Democrático, para la escogencia de su candidato, avalando que el aspirante Iván Duque ha modificado el discurso agresivo de su mentor, acudido a soportes académicos e identidades de relaciones con sus contendores de clase e intereses, buscando apoyo en sectores de la derecha diferentes a su partido; lo cual causa escozor en su interior.

Pero el centro gravitacional de cara a la primera vuelta presidencial radica en el fenómeno Petro. En esto de las lides electorales también juega quien pega primero, pega dos veces y la campaña presidencial de Petro tomó ventaja, al menos con un mes de antelación, optando por el lleno de las plazas públicas (Sincelejo, Valledupar, Comuna 13 de Medellín, Ciudad Bolívar, etc.). Ello implica, indudablemente trabajo organizativo. El único que ha respondido ha sido Vargas Lleras, con la manifestación en Cúcuta, en un derroche costoso de dinero; colocando diez mil sillas plásticas en dos cuadras de la encerrada céntrica avenida quinta, doblando, visualmente, el efecto de sus asistentes. También con su presencia en la Plaza de Bolívar, al acudir a los fanáticos de una mega-iglesia de una tal Castellanos de elevados costos invertidos en el traslado de feligreses y la difusión, en la gran prensa de foto montajes del evento.

El sorprendente interés que ha desplegado la candidatura presidencial de Gustavo Petro ha colocado la encuesta partidaria a realizarse el próximo domingo 11 de marzo, en el mejor instrumento para medir el alcance de sus aspiraciones. La expresión que las bases del Polo y las del Partido Verde, pidieron pista a sus directivas para permitirles públicamente depositar voto a su favor en esa contienda, demuestra el peso específico de esa aspiración y la ratificación que la izquierda unida colombiana se identifica con su propuesta. Un factor material de análisis carentes de fementidas encuestas, que al tomarlas nos permite deducir la existencia de algo, es la disponibilidad del activismo socialdemócrata y liberal a no dejar pasar las expresiones de la extrema derecha fascista y militarista representada en un candidato del Centro Democrático. En tal sentido admite que un grueso de ellos participe en la consulta a favor de Gustavo Petro. Repito, la consulta del 11 de marzo se constituye en optimo barómetro, en el que, de manera explícita y clara, por no decir gráfica o virtualmente se va a definir la suerte entre el candidato Petro y el candidato Iván Duque. A ojo de buen cubero, a promisión para el interés del candidato Gustavo Petro, ha de superar el total de los votos emitidos en esa consulta, mínimo en un 50% a total de la votación de la consulta del Centro Democrático. Y cómo después de la quema se ve el humo quedará la figura del delfín Vargas Lleras, que tiene que ver directamente con los intereses de los grandes cacaos ya mencionados; puesto que ellos no arriesgan equivocarse en quien represente sus intereses, su proyección financiera especulativa y planes a futuro.

Analicé que la división entre la izquierda reformista y la izquierda revolucionaria, adepta a cambios radicales a través de la lucha armada fue algo del pasado. Ello permite avalar que la imagen de la izquierda no requiere «purificarse» ante los ojos del establecimiento, ni retocarse ante los ojos de la dictadura mediática, con tintes de derecha, para ser bien vista. Aquí no opera- como insiste la mediática en imponérnoslo- el fenómeno relacionado con los candidatos «antisistema», en los cuales opera como efecto de las redes sociales y de las denominadas «fake news» de propagación rápida, una repetición sobre el sorprendente resultado del plebiscito por el NO. Aquí no se puede injertar el resultado del «Brexit» en el Reino Unido; o, así como sucedió en las últimas elecciones en Guatemala; o del citado efecto «fake news» con relación a Trump, o el salto de un desconocido a la presidencia de Francia.

Siendo que objetivamente no ha concluido el conflicto armado interno en Colombia, es evidente la injerencia de la diplomacia de las cañoneras por parte del imperialismo de los Estados Unidos. Es constante en el propósito del destino aciago que causa tristeza y dolor al pueblo colombiano, por defender, en nuestro territorio, los intereses económicos de sus empresas, los intereses geoestratégicos, por la ubicación de Colombia, para consolidar su dominio intervencionista continental, aunada a los intereses de las oligarquías colombianas, como sus aliadas incondicionales gracias a su docilidad y el poderoso despliegue de las fuerzas armadas colombianas, como si fueren el agente político mas próximo del imperio, dispuestos a jugar un papel crucial en los proceso políticos internos del país. Pero el Actual debate electoral va dejando en claro que el vértice no es la incidencia en la situación de la vecina Republica Bolivariana de Venezuela; como tampoco el que se patee o no la Mesa de Conversaciones con el ELN en Quito.

Obviamente, corresponderá analizar los resultados electorales del 11 de marzo. Quede claro, por el momento, que tal como esta la equivalencia de juego de fuerzas e intereses conviene ubicar dentro del bloque de poder oligárquico las candidaturas de Vargas Lleras, la de Iván Duque, De La Calle y Sergio Fajardo. De ser así el indicativo, preparémonos para que la torcida de las encuestas contra Gustavo Petro sea adyacente a la hipótesis política que circula en portales y medios alternativos de información, en el sentido que «Petro podrá ganar las elecciones, pero será Vargas Lleras (Gé Vé Llé) con su mafia de Cambio Radical quien será el próximo presidente de Colombia. A Petro lo estafaran…» Y es vox populi: «o lo asesinarán».


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.