«¿Se imaginan una campaña con el lema ‘Todos somos Jordi Pujol’? Se la imaginan… Vale, vale, de acuerdo, es posible. ¿Se imaginan una campaña con el tema todos somos Félix Millet, todos somos Filesa, todos somos Naseiro, todos somos Púnica, todos somos Bárcenas, todos somos Rita? ¿No es lo mismo? ¿Dónde están las diferencias? ¿No […]
(Salvador López Arnal)
Hace pocos días, un Tribunal condenaba a Leo Messi a 21 meses de cárcel por tres delitos fiscales cometidos entre 2007 y 2009, por mucho que el jugador intentó ser absuelto de dichos delitos alegando ignorancia sobre los temas fiscales, desconociendo que dicha «ignorancia deliberada» (es decir, no querer saber) es también delito en nuestro ordenamiento jurídico. El jugador ya había devuelto unos 50 millones a Hacienda, pero no entrará en prisión (de hecho, está veraneando en Ibiza, con yate de lujo incluido). Bien, si todo esto hubiera quedado aquí, seguramente sería sólo un caso más (de entre los miles que se encuentran en el listado oficial de morosos de la Agencia Tributaria, que publica el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas) de fraude fiscal, pero lo cierto es que, después de la condena, el F.C. Barcelona, su equipo, ha levantado en las redes sociales, a través de un Manifiesto de defensa de Messi, una campaña de apoyo al jugador. Algo absolutamente irresponsable, indecente e intolerable desde todos los puntos de vista, en una sociedad madura y democrática, como la que muchos dicen que poseemos.
En una sociedad abyecta, alienante e insultantemente desigual como la nuestra, no sólo parece que los ricos y poderosos están exentos de todo ataque o reproche penal, sino que cuando, como ahora, la justicia les señala, enseguida se disparan todos los resortes de sus círculos sociales y mediáticos para defender al delincuente. Absolutamente intolerable. Bajo una serie de eslóganes totalmente vergonzantes («No vamos a tolerar que se trate a Leo Messi como a un delincuente«), y otras lindezas por el estilo, su club ha salido en tromba en su propia web oficial y en las redes sociales (buscando apoyos de la ciudadanía), para rescatar la imagen de su jugador estrella, sin importarle si se vulneran o no las Instituciones, el Estado de Derecho y el propio ordenamiento jurídico, que cuando cae sobre los ricos y poderosos, parece que no está haciendo «lo correcto». De esta forma, el club protege a su futbolista, usando una vergonzosa campaña de encubrimiento, complicidad y connnivencia públicas, a la que se adhiere el inaudito apoyo de muchos hinchas del club, y fans del propio jugador…¿De qué estamos hablando, al final? De una guerra de las Instituciones contra una serie de estamentos sociales de enorme poder, sólo por intentar que la justicia esclarezca delitos relativos a sus figuras estrella: «Leo es nuestra estrella y tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que se sienta respaldado y querido» (así figuraba en un fragmento del manifiesto de apoyo al jugador).
Pero no acababan aquí las vergonzosas declaraciones de toda una Sociedad Anónima (la multinacional Barça-Catar) para apoyar a su «astro argentino»: «Leo, quien te ataca a ti, ataca al Barça y a su historia«. Como se ve, muy buenos argumentos en su defensa. Pero todavía tenían la desfachatez de criticar la sentencia: «Lo que nosotros defendemos es que una persona está siendo tratada de forma injusta. Puede haber interpretaciones y críticas, pero no hay infracción penal y ni siquiera la sentencia es firme«. Las declaraciones son vomitivas, y más aún viniendo de un entorno institucional como es su propio Club, que debería haber adoptado una postura neutral sobre el asunto. ¿De modo que si uno comete fraude fiscal por varios millones de euros, sólo pueden existir «interpretaciones y críticas»? Qué lástima de todos los encarcelados durante la última legislatura, cuyos delitos no llegaban ni a cientos de euros, que no tuvieron «interpretaciones ni críticas», sino la déspota e inhumana sentencia de enviarlos a prisión, por cometer, ese sí, el delito de ser pobres. Es curioso hasta qué punto de degradación humana, de falsedad y de hipocresía puede llegar una sociedad.
El origen de todo este despropósito al que estamos llegando, es el increíble y demencial volumen social al que está llegando el fenómeno del fútbol. Esta especie de «anestesia popular» ha llegado a tal grado de desatino, locura y desmesura, que rompe todas las consideraciones de carácter exclusivamente deportivo que podamos hacer sobre este fenómeno. Como dato curioso y tremendamente ilustrativo, tenemos un Presidente del Gobierno (aún en funciones, pero es muy probable que vuelva a ejercer con plenas facultades muy pronto) que presume de leer el Diario Marca. Hoy día, el país queda paralizado ante cualquier partido de fútbol de mediana envergadura, los sueldos de grandes futbolistas y entrenadores de élite de los grandes equipos manejan cifras astronómicas, y es que el fútbol como inocente manifestación deportiva ha degenerado en el fútbol como negocio, con un movimiento escandaloso de terceros intereses, ligados a gigantescas intervenciones y movimientos económicos. Debido a las tremendas e irracionales rivalidades entre los enloquecidos y fanáticos fans de unos y otros equipos, las aficiones no sólo «festejan» por millares en las plazas públicas sus victorias bajo un idiotizante espectáculo de masas, sino que incluso pueden llegar al destrozo de material urbano, y al enfrentamiento físico entre las diferentes «aficiones». Hoy día el fútbol es referido o tomado como argumento comparativo en todos los eventos, por todo tipo de personas, de todas las profesiones, y es normal que los periodistas pregunten a los políticos por sus predicciones sobre tal o cual encuentro, o que los políticos se codeen con los presidentes de los clubes,con toda camaradería y naturalidad.
Pero no acaban aquí los dislates en cuanto a este fenómeno. Hoy día la información deportiva se ha convertido en la información futbolística, y la noticia de un gran partido se sitúa en los titulares informativos al lado de las noticias de portada, como si fueran acontecimientos de gran interés social o cultural. Un noticiero deportivo ocupa en la parrilla de programación prácticamente el mismo espacio, lugar, tiempo y horario que un informativo genérico (incluyendo todas sus secciones), y los futbolistas de élite se han convertido en auténticos «referentes sociales», sobre todo para los niños/as y jóvenes, que ven en dichos jugadores a sus auténticos ídolos. Pues bien, con todo este rosario de síntomas demostrativos del carácter enfermizo de nuestra degradante sociedad, con toda esta descripción de las principales manifestaciones de este aberrante fenómeno, llegamos a la conclusión de que, la escandalosa defensa de Leo Messi por parte de su club, y de multitud de sus socios y aficionados, no es más que otro granito de arena en la misma dirección. Con tal diagnóstico encima de la mesa, nos podríamos hacer para finalizar algunas otras preguntas interesantes: ¿saldría también el Real Madrid en defensa de Cristiano Ronaldo, si éste se viera envuelto en una situación similar a la de Messi?
¿Se imaginan, siguiendo el mismo razonamiento, a la dirección de una empresa de tornillos, de fregaderos o de muebles saliendo en defensa pública de uno de sus empleados, porque éste hubiera defraudado a Hacienda dos mil o tres mil euros? ¿De verdad cree alguien que eso le importaría algo al Director General de la compañía? ¿Es plausible suponer también, entonces, que defenderían igualmente a Leo Messi (ya que es la «estrella del club») si estuviese acusado de agredir a una mujer, de atentar contra el honor de alguien, de robo con violencia, de tráfico de drogas, o de conducción temeraria, por poner sólo unos cuantos ejemplos de otros delitos? La alienación de nuestra sociedad ha llegado a tal extremo que se considera, por ejemplo, «enaltecimiento del terrorismo» la función de teatro de unos titiriteros granadinos (y por lo cual estuvieron varíos días en prisión preventiva, y todo ello por presentar una obra de títeres de tipo satírico), pero en cambio, lo del F. C. Barcelona defendiendo a Leo Messi no se considera «apología del delito» (del delito fiscal, en este caso). Los lectores sólo han de mirar a su alrededor, observar la podredumbre de la sociedad en que vivimos, observar la miseria social y cultural que nos rodea, y entenderán un poco mejor cómo es posible que estos bochornosos e indecentes acontecimientos nos continúen ocurriendo. Atentos a los que quede por ver y oír. No se lo pierdan.
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.
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