Es la segunda vez este verano en la que me encuentro en los periódicos una evocación a la figura de Jesús de Nazaret para fundamentar el proyecto político de Podemos. La última es una entrevista que el 15 de agosto publicó El Mundo en la que Pablo Iglesias afirmaba que «Jesucristo habría estado en Podemos». […]
Es la segunda vez este verano en la que me encuentro en los periódicos una evocación a la figura de Jesús de Nazaret para fundamentar el proyecto político de Podemos. La última es una entrevista que el 15 de agosto publicó El Mundo en la que Pablo Iglesias afirmaba que «Jesucristo habría estado en Podemos».
Creo que la iniciativa de los círculos es de por sí lo suficientemente atractiva como para no necesitar introducir en su argumentario una estrategia retórica que puede abrir la caja de los truenos. La religión no constituye, ni tiene por qué hacerlo, un compartimento estanco al margen de las relaciones políticas. Horkheimer ya señaló que la dialéctica negativa de la religión puede ser instrumentalizada para crear situaciones de dominio, pero también para todo lo contrario, como hizo Tomas Müntzer liderando la revolución campesina. O más recientemente, la Teología de la Liberación. O más cercanas a nosotros, las comunidades cristianas de base, la HOAC o las JOC.
Muchos recordamos al presidente Chávez cuando fue liberado de su secuestro dirigiéndose al pueblo con un crucifijo en la mano. Puede que precisamente por esto, Pablo Iglesias, que a pesar de sus silencios presta mucha atención a lo que pasa en América Latina, tenga la tentación de importar la retórica religiosa al discurso de Podemos como parte de su estrategia populista. Pero creo que se trata de un error en la forma y en el contenido. En cuanto al contenido, porque en España, la operación teológica-política del nacional-catolicismo ha dejado unas secuelas perdurables que conviene no airear. Si abrimos esta puerta, no veo por qué no estaríamos animando a que la crucen aquellos que han hecho de la religión un herramienta del poder. Todos sabemos lo que se predica desde muchos púlpitos. Pero no desde todos se predica lo mismo (afortunadamente), y una cosa es construir un discurso político desde premisas religiosas, y otra bien distinta es introducir a Dios en la campaña electoral.
Si no me gusta que Pablo Iglesias diga que Jesucristo estaría en Podemos, es porque no me gustaría escuchar a Mariano Rajoy diciendo que Jesucristo estaría en el Partido Popular. Nuestro país ya ha sufrido bastante escuchando en el pasado este tipo de cosas. Más que una puesta en valor político de la religión, esta operación no puede más que recordarme, y aquí viene lo de las formas, la práctica ritual de la «evocatio» romana, una ceremonia por la que las autoridades invitaban a los dioses del enemigo a establecerse en Roma, donde se les construiría un templo más lujoso y se les ofrecería un culto mayor. No sé si a Podemos la «evocatio» les funcionará tan bien como a los romanos, pero no quiero averiguarlo. Lo que Jesús de Nazaret representa para mucha gente, es más grande que Podemos, IU o cualquier otro proyecto político de carácter histórico. Intentar encapsular su esencia seleccionando uno de ellos, supondría otorgar a la divinidad una presencia tan estrecha que dejaría fuera de sí a otros proyectos de liberación.
Yo prefiero pensar, si vamos a hablar del partido en el que militaba, o en el que sigue militando, Jesús de Nazaret, que es el «partido» de los oprimidos, pero entendiendo la palabra «partido» en el mismo sentido en el que la empleaba otro gran campeón de la lucha contra la injusticia, el viejo filósofo de Tréveris, Karl Marx. Cuando Marx escribió el Manifiesto del Partido Comunista (algunos se sorprenderán al saberlo), el Partido Comunista, en cuanto organización política, no existía. Existía la Liga, pero eso era otra cosa. Marx empleó la palabra «partido» en el sentido de «tendencia». El «partido» comunista no era tal o cual organización política, sino todas aquellas personas que en cualquier lugar u organización defendieran la causa de los comunistas. Y creo que en el caso de Jesús se podría decir lo mismo. El partido de Jesús no es Podemos, sino el de todas aquellas personas, que desde cualquier lugar, defienden la causa de los oprimidos. Creo que Pablo Iglesias milita en ese partido. Y también Alberto Garzón. Y Ada Colau. Y muchas otras personas cuyo compromiso por los excluidos se merece el mayor de los reconocimientos con independencia de lo que voten.
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