Las últimas manifestaciones han sido algo escasas, nada que ver con otras grandes marchas». Miguel Romero, miembro de Izquierda Anticapitalista, reconocía durante la tertulia electoral de «La Tuerka», el programa de Tele K, en Vallecas, la sospecha que ha acompañado al movimiento 15M durante toda la campaña: las movilizaciones sociales en Madrid no han llegado […]
Las últimas manifestaciones han sido algo escasas, nada que ver con otras grandes marchas». Miguel Romero, miembro de Izquierda Anticapitalista, reconocía durante la tertulia electoral de «La Tuerka», el programa de Tele K, en Vallecas, la sospecha que ha acompañado al movimiento 15M durante toda la campaña: las movilizaciones sociales en Madrid no han llegado a los techos a los que estaban acostumbrados. Un ejemplo: El sábado 19, jornada de reflexión en el Estado español, apenas unos cientos de personas se concentraron en Sol. Sin embargo, la protesta terminó con la ocupación de un nuevo edificio destinado a realojar a familias víctimas de los deshaucios hipotecarios. Menos manifestantes pero con objetivos concretos son dos caras evolutivas de un movimiento que ya ha cumplido seis meses de vida. Como señala Sergio, de 28 años y uno de los integrantes de la asamblea de Sol desde aquellos primeros días de mayo, «hemos salido de nuestro pequeño círculo y el reto ahora es plantear soluciones reales». Sin embargo, antes de comenzar con las eternas quinielas es necesario comprobar en qué se ha convertido ese grupo heterogéneo que apenas comparte vagos conceptos contra el sistema político.
«En el 15M convergen dos tipos de población. Por una parte, está la que se acercó a través de la red, la que nutre las grandes manifestaciones. Por otra, las asambleas de barrio, que están creciendo y elaboran su propio discurso», asegura un estudiante de 23 años que pide el anonimato. Llegó a Sol el 16 de mayo y forma parte de ese sector que ya se había implicado con diversos movimientos sociales antes del terremoto desatado hace seis meses. Junto a él, Sergio, Tomás (26 años), Gonzalo (26) y Lucía (25). Para ellos, las dinámicas asamblearias son frenéticas, pero transcurren al margen de los mitines. Sólo uno de ellos votó el 20N. Representan el ala más activista del 15M.
El movimiento se ha convertido en protagonista invisible de la campaña. Lejos de los titulares y los carteles pidiendo el voto, las coordenadas de muchos jóvenes «indignados» apuntan hacia otro lado.
«Hemos pasado a hacer política. Ya no vale con la pregunta ¿qué pedís? No pedimos, hacemos», asegura Lucía, que reconoce que, en el paso desde las grandes consignas al trabajo de hormiga, hay gente que se ha quedado por el camino. Aunque también es cierto que las ideas han calado en un importante sector social que no participa en el día a día.
Desahucios: un ejemplo práctico
Al margen de los logros discursivos, el 15M está encontrando la concreción en asambleas divididas por barrios. Sólo en Madrid se constituyeron alrededor de 120 grupos, aunque actualmente se cifra en 80 los que funcionan de forma estable. Como destaca Tomás, uno de los grandes logros de la descentralización está en haber conectado con el activista tipo, el que se movía en ámbitos como el Patio Maravillas, con recién llegados a las luchas sociales.
En este ámbito, la cuestión de la vivienda destaca como uno de los grandes campos de batalla. Primero, con la paralización de deshaucios, sumándose a la campaña de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH). De ahí a la ocupación había sólo un paso. Por una parte, se garantiza un lugar de reunión que evite las asambleas callejeras en pleno invierno. Por otro, se destinan habitaciones para familias expulsadas de su domicilio por no poder afrontar las mensualidades del banco. El hotel Madrid, ocupado en pleno centro de la capital del Estado español, es uno de sus símbolos. Ha tenido que colgar el cartel de «completo». Aunque otras experiencias han recogido el testigo.
«Esto me ha dado aire para 20 años», asegura, satisfecho, Gonzalo. Con el rodillo del PP a la vuelta de la esquina, nadie duda que se incrementará la movilización. Aunque también hay miedo al camaleonismo del PSOE, que podría tratar de sacar tajada. «Los socialistas están deslegitimados», opina Lucía. González no está de acuerdo. «No hay memoria. Pronto se olvidará todas las medidas que adoptó en el Gobierno». Mientras, las asambleas prosiguen su curso.
La aritmética, un ejemplo de indefinición del movimiento ante las elecciones
Muy pocos miembros del 15M han irrumpido en la política parlamentaria. Quizás el caso más conocido sea el de Alberto Garzón, que ha cambiado los megáfonos de las asambleas por un escaño en las cortes del Estado español. Su protagonismo en las movilizaciones le llevó a encabezar la lista de IU en Málaga, logrando finalmente un escaño. Aunque esta es una excepción.
La indefinición del 15M ante los comicios ha llevado a sectores afines a promover la iniciativa aritmética, una campaña que establecía, calculadora en mano, cuáles eran los partidos a los que debían de votarse en las diferentes circunscripciones del Estado español para romper el bipartidismo. Una propuesta contradictoria que les llevaba a pedir el voto para Amaiur en Gipuzkoa y Nafarroa mientras que se apostaba por UPyD en territorios estatales. Incluso, llegaban a defender el apoyo al Foro por Asturias de Francisco Álvarez Cascos. Un ejemplo de la heterogeneidad de un movimiento todavía en construcción.