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Si se aplica la directiva algunas de las obras de la Expo de Zaragoza tendrían que desmantelarse al finalizar

La Expo del agua maltrata al río Ebro

Fuentes: Diagonal

Para hacer navegable el río Ebro en su tramo urbano, la Expo ha destinado una ingente cantidad de dinero en piruetas hidráulicas como presas, canales y dragados, más propios de una comedia que de un proyecto serio. Si por algo se ha caracterizado la Exposición Internacional de Zaragoza, Expo 2008, es por su escaso respeto […]

Para hacer navegable el río Ebro en su tramo urbano, la Expo ha destinado una ingente cantidad de dinero en piruetas hidráulicas como presas, canales y dragados, más propios de una comedia que de un proyecto serio.

Si por algo se ha caracterizado la Exposición Internacional de Zaragoza, Expo 2008, es por su escaso respeto por el río Ebro a su paso por Zaragoza, según denuncian numerosas organizaciones ecologistas. Ya desde la elección del meandro de Ranillas como sede de la Expo, se demostró que las intenciones de los promotores no tenían mucho en común con el lema de la muestra: «Agua y Desarrollo Sostenible». La directiva europea de 2007 sobre inundaciones no hubiera permitido la construcción, un año antes, del recinto expositivo sobre una llanura inundable, como bien les ha recordado el propio río durante las crecidas de abril de 2007 y junio de 2008. Precisamente durante estas crecidas se optó por inundar terrenos en localidades navarras y aragonesas situadas aguas arriba, para salvar las obras de la Expo. En cambio, el desembalse del pantano de Itoitz, tras su llenado extraordinario, no exento de riesgos para las poblaciones cercanas, ha sido aprovechado para elevar el nivel del Ebro en Zaragoza durante los meses de estío y facilitar el proyecto de navegación de su tramo urbano.

Atropellos hidráulicos

Fuera del recinto Expo es donde se ha escenificado uno de los mayores atropellos hidráulicos al Ebro: la construcción de un azud, una pequeña presa para remansar la corriente del río. El único motivo para esta obra era crear una lámina de agua estable que elevara el nivel del río a lo largo de su tramo urbano y permitiera la navegación. Pero, finalmente, la lámina de agua creada abarca poco más de un kilómetro, y además las embarcaciones elegidas son inapropiadas para el tipo de río. Jerónimo Blasco, director de Operaciones y Contenidos de la Expo, siempre tuvo en mente los barcos del Sena y ha dedicado mucho dinero para materializar esa imagen. La elección de unas naves de calado excesivo ha forzado a sucesivos dragados (tres hasta la fecha) que se han demostrado inútiles, dada la movilidad del lecho del Ebro constituido por gravas que tienden a redistribuirse con las oscilaciones de las aguas.

Además, para facilitar el paso de los barcos se tuvo que perforar un canal de navegación bajo una de las arcadas del puente de Piedra, monumento medieval con el máximo grado de protección legal. Esta actuación, en agosto de 2007, provocó la primera acción visible en contra de la Expo: durante una semana una acampada paralizó el avance de las obras y sólo el desalojo policial franqueó el paso a las máquinas. Quince personas fueron denunciadas por la Confederación Hidrográfica del Ebro y se llegaron a pedir multas de miles de euros que al final quedaron en unos simbólicos 30 euros por persona.

El último episodio de la navegabilidad parece más propio de una comedia que de un proyecto serio. Pasado el ecuador del evento, los barcos siguen sin poder atracar en la Expo, pues su propulsión ecológica no es suficiente para navegar contracorriente, así que la empresa responsable de la navegación ha instalado motores adicionales de combustión convencional. Aún con todo, los barcos han seguido dando espectáculo con varias encalladuras y el consiguiente rescate y remolque por los bomberos.

Ante tal negligencia, muchas voces se preguntan quién ha de pagar los sucesivos dragados (más de 360.000 euros cada uno) y dudan del futuro de la navegación tal y como se ha concebido. Alfredo Ollero, profesor de Geografía Física en la Universidad de Zaragoza y uno de los mayores expertos en el Ebro, plantea que «si la navegación por el Ebro fracasa, lo lógico sería quitar el azud». Si se aplicase la Directiva Marco del Agua, que pide recuperar los cauces originales de los ríos para gestionar mejor las crecidas, el azud podría ser desmantelado tras la Expo, al no tener otro uso (Acciona desestimó su rentabilidad económica como minicentral hidroeléctrica). De tener ese final, una obra cuyo coste oficial asciende a más de 24 millones de euros, aunque estimaciones independientes duplican esa cifra, no dejará más recuerdo en Zaragoza que el de otra cuantiosa deuda para los próximos años.