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La fortaleza Europa y el fascismo que va aflorando

Fuentes: futuros

Vemos, desde hace tiempo, a donde va Europa. Los reclamos de seguridad provienen de los «que tienen» y no quieren compartir, aunque tengan lo que tienen por despojo, abuso, robo, botín, amén de trabajo y esfuerzo propios. Vemos así como la securitis, compulsión a la seguridad, avanza. Mediante las pantallas cada vez más omnipresentes, mediante […]

Vemos, desde hace tiempo, a donde va Europa.

Los reclamos de seguridad provienen de los «que tienen» y no quieren compartir, aunque tengan lo que tienen por despojo, abuso, robo, botín, amén de trabajo y esfuerzo propios.

Vemos así como la securitis, compulsión a la seguridad, avanza. Mediante las pantallas cada vez más omnipresentes, mediante una policía cada vez más militarizada como la que ha puesto en funciones el Menem europeo, Berlusconi, abusándose y aprovechándose de la desgracia social del terremoto en L’Aquila, en donde los militares, so pretexto de auxiliar y proteger a la población afectada, en realidad se dedicó a montar campos de control, concentracionarios, regulando las actividades (y pasividades) de los allí incluidos hasta la exasperación y la indignidad (no poder comer salvo lo provisto por manos militares, no tener acceso a Internet, no poder entrar y salir fuera de horarios preestablecidos).

Pero si algo nos faltaba, lo estamos recibiendo profusamente en este 2011.

El mundo judicial se acerca peligrosamente a esa militarización de las sociedades para mejor «protegerlas», claro; a esa policiarización y securitización que avanza como gangrena en los tejidos sociales.

1. Los deudos y camaradas de Carlo Giuliani no olvidan como fue baleado primero y pisado después cuando los incidentes globalifóbicos en Génova en 2001. Giuliani resistió la irrupción policial en una manifestación de protesta y procuró enfrentar un jeep tripulado por varios miembros de las fuerzas de seguridad con un tacho de basura de los que suele haber en las aceras, que, seguramente bastante liviano, levantó por sobre sus hombros para arrojarlo sobre el jeep.

Una forma de repudio más simbólica que real, porque sin duda semejante tacho no afectaría las cabezas enfundadas de los represores y a lo sumo se desprendería alguna botella de plástico vacía o algún papel arrugado de su interior.

No fue entonces la violencia invocada lo que disparó las armas de los verdugos. Fue en todo caso el gesto de Carlo de rebeldía, dignidad y rechazo. Porque esto último sí pone fuera de control a todos los sicarios oficiales, trátese de la Federal argentina (hay ejemplos trágicos y repugnantes hasta el hastío), de la Police estadounidense, del ejército de ocupación israelí o de los carabinieri.

Carlo fue baleado en la cabeza. Cura radical. Como la situación era tumultuosa, seguramente para achicar el margen de que el jeep fuera volcado (con o sin ocupantes), arrancaron a toda velocidad para alejarse del asesinado, pisándolo, supongamos que involuntariamente (porque entrever la posibilidad de que haya sido un remate, es demasiado monstruosa y uno, como analizaba Arendt, siempre resiste creer en algo tan atroz).

Los jueces italianos, obvia y significativamente, absolvieron al policía o los policías intervinientes, mediante el comodín, insostenible, de la «defensa propia». Los padres de Carlo y otros ciudadanos que no podían aceptar tanta abyección apelaron a la corte europea de Justicia. Bueno, acaba de dar su dictamen: ratifican la defensa propia y exoneración de toda culpa a quienes mataron con una bala en la cabeza a Carlo Giuliani (Tribunal Europeo de los DD.HH., resolución del 24/3/2011).

2. Y el segundo capítulo de este neojudicialización fascistizante surge con el pequeño escandalote por el comentario del juez sudafricano Richard Goldstone, autor principal del informe de la ONU sobre las matanzas de Israel en la Franja de Gaza en la operación que los mismos sionistas denominaron «Plomo fundido» (dic. 2008-ene 2009). Un comentario que hizo Goldstone sobre «su» propio informe.

Claro que Israel no es un país europeo. De ninguna manera; construido por europeos, como Sudáfrica, EE.UU., y tantos otros, se edificó en otro continente.

Pero cada vez más Israel pertenece a Europa. En el mismo sentido en que se podría decir que EE.UU. también pertenece a Europa… o a Israel.

Richard Goldstone parece haber cambiado de opinión respecto del dictamen por él mismo firmado, basado en que en 2009 él no conocía detalles que ahora sí conoce. Esto es entendible, aunque fuentes palestinas le enrostran haber cedido al fuerte lobby sionista (Goldstone es judío, pero de ninguna manera antisionista; al contrario, se le asignan simpatías sionistas que habría sabido dejar a un lado para su evaluación como emisario oficial, ¿o no?).

Pero más allá de la conciencia y el oficio del juez lo que parece preocupante, para el tema que estamos analizando, es que el establishment israelí salió a reclamar la anulación lisa y llana del «informe Goldstone».

Como que allí, en la Franja de Gaza, no ha pasado nada. Como que los miles de muertos mediante bombardeos, artillería y fusilería sobre población desarmada, los cientos o miles de viviendas derruidas, en ese constante afán de los sionistas de ir borrando literalmente de la faz de la tierra la presencia palestina, como que el arrasamiento de tantos establecimientos vitales para cualquier sociedad; usinas, hospitales, escuelas, depósitos destruidos sistemáticamente, con o sin humanos dentro, todo eso no cuenta. Eso también, borrarlo de la faz de la tierra.

En este caso, entonces, de la memoria.

Carlo no importa. Los palestinos arrasados no importan. Eso fue lo que caracterizó al fascismo y sobre todo al nazismo, en las décadas del ’30-’40.

«Tiempo de desprecio» como señalara en su momento André Malraux.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.