El año 1961 comenzó con la ruptura de relaciones de EE.UU. con Cuba, lo cual hacía presagiar una acentuación de antagonismos. Las bandas contrarrevolucionarias en el Escambray eran abastecidas desde el aire. Comenzó a organizarse el ejército de cien mil alfabetizadores voluntarios. El 16 de abril se declaró el carácter socialista de la Revolución y […]
El año 1961 comenzó con la ruptura de relaciones de EE.UU. con Cuba, lo cual hacía presagiar una acentuación de antagonismos. Las bandas contrarrevolucionarias en el Escambray eran abastecidas desde el aire. Comenzó a organizarse el ejército de cien mil alfabetizadores voluntarios. El 16 de abril se declaró el carácter socialista de la Revolución y al siguiente día desembarcaba en Playa Girón la brigada mercenaria que sería derrotada tres días después. El 6 de junio se aprobó la Ley de nacionalización de la enseñanza y en diciembre se declaraba al país, territorio libre de analfabetismo. Fue un año dramático, fructífero, conmovedor. Dentro de la reorganización institucional que se desarrollaba, la cultura era un área de imprescindible abordaje. En aquel verano de 1961 ya se habían creado el ICAIC, la Casa de las Américas y el Consejo Nacional de Cultura.
Durante los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 se reunieron en la Biblioteca Nacional, junto a Fidel, las figuras más representativas de la intelectualidad cubana para discutir problemas inherentes a la creación literaria y artística. El día 30 Fidel Castro hizo un resumen de las discusiones, realizó un análisis de las inquietudes de entonces y se analizó la perspectiva histórica que se abría ante la cultura cubana. Ese discurso ha pasado a ser conocido con el nombre de Palabras a los Intelectuales. Fidel enfrentó el problema principal que flotaba en el ambiente, el de la libertad de creación artística, y se preguntó cómo podría la Revolución, que transformó las condiciones de trabajo deprimentes que sufrían escritores y artistas, cambiar el ambiente creativo que la propia Revolución había favorecido. Fidel afirmó que la Revolución debía aspirar a que marchasen junto a ella no solo los revolucionarios, no solo la vanguardia, sino todos los ciudadanos honestos, fuesen o no escritores o artistas. La Revolución, continuó, debía comprender a ese sector y propiciarle un campo donde manifestase sus iniciativas y pudiese expresarse dentro de la Revolución.
De ahí pasó a la definición más conocida de su discurso, que se convirtió en una guía para la práctica en los años por venir: «Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella».
Fidel veía con claridad los peligros que acechaban en el futuro inmediato. Cualquier posibilidad de infiltrarse por un resquebrajamiento en la unidad necesaria sería aprovechada por nuestros antagonistas. Ante todo la Revolución debía sobrevivir porque el gran movimiento social era la base de todo, de la cultura, del derecho a una vida mejor de nuestro pueblo.
Tras aquel encuentro comenzaron los trabajos preparatorios del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba que se efectuó en el Hotel Habana Libre. En él quedó fundada la UNEAC y electa su primera mesa ejecutiva: presidente, Nicolás Guillén; secretario de Organización, Roberto Fernández Retamar; secretario de Actividades Culturales, Lisandro Otero; secretario de Actas, José A. Baragaño. Se nos entregó como sede la vieja mansión de los Gelats y comenzamos a trabajar con enorme entusiasmo. Nicolás, con su tradicional buen humor, su campechanía y su política de brazos abiertos fue un sólido factor en el éxito inicial. Roberto, sempiterno animador de revistas y publicaciones, enseguida concibió la revista Unión que desde su primer número salió con el prestigio de nuestras mejores firmas: Alejo, Fayad. Luis Martínez Pedro diseñó el logotipo que aún usamos en la actualidad. Junto a Nicolás emprendí la confección de La Gaceta de Cuba en la que contamos con la apreciable cooperación de Felito Ayón usando los talleres de Úcar García. Cada nuevo número nos convocaba junto con la prensa y lo tomábamos de la platina, con la tinta fresca, para releer los textos y disfrutar con el emplane. A la vez di los primeros pasos para fundar la Editorial Unión y enseguida comenzaron a salir los primeros títulos.
En nuestra Unión de Escritores y Artistas quedó nítidamente señalado que desde los intelectuales que fundaron nuestra nacionalidad hasta quienes empuñaron las armas para defender nuestra Revolución socialista existía una continuidad. Un mismo latido, una misma razón, un mismo ímpetu es el que ha definido a nuestros creadores en su búsqueda de una transformación de la vida. Hubo escritores y artistas en Yara y en el Moncada, los hubo en Baire y en Girón, los hubo en la milicia y en la zafra, los hubo en las líneas antifascistas de España, en el Escambray, en las brozas de África, los hubo en todos los enfrentamientos, en todas las trincheras, en todas las lidias ideológicas. Y con ese mismo espíritu combativo y resuelto, la UNEAC continúa.