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La guerra

Fuentes: Rebelión

“—Pero ¿usted se da cuenta de lo que puede hacernos ganar la guerra en este caso? ¡Millones, hombre, millones!… ¡No es un juego de niños, Iturdiaga!…” « …a lomos del negro fantasma de la guerra que volaba sobre los campos de Europa…»

Nada (1945), Carmen Laforet (1921-2004)

Son las 6 de la tarde. Bajo en bus desde la Sierra hacia Madrid. Es martes 27 de noviembre. En el número 44 de la madrileña calle de Alcalá, se celebra un acto en la Librería Blanquerna, convocado por el Comité por la Alianza de Trabajadores y Pueblos.

Llego a Moncloa. Tomo el metro y me dirijo hacia Sol. Después bajo por Alcalá y entro en la librería. Es muy amplia y bien decorada. Asiste un numeroso público. Un gran cartel preside la sala. Se puede leer con nitidez: “Amnistía para todos los perseguidos por el procés”.

Invitado por la organización a intervenir, tomo la palabra.

Compañeras, os transmito el apoyo sincero del colectivo de “militares contra la guerra” a vuestra petición de Amnistía para todos los perseguidos por el procés.

Somos un colectivo apartidista, en su mayoría formado por militares en situación de retirados, respetuosos con las diversas opciones políticas de sus miembros, nacido al clamor de los pueblos contra la guerra de Ucrania.

Es una guerra que no desean los pueblos: no es su guerra. Una guerra en la que Europa se ve arrastrada por la OTAN, dirigida por los USA. Una guerra, en definitiva, impulsada por las burocracias capitalistas, a uno y otro lado del frente.

Nos oponemos al envío de armas. Es una decisión antidemocrática, no debatida en el Parlamento, que implica directamente a nuestro país como beligerante, alimentando la guerra; que pone en riesgo la supervivencia de nuestra especie y la de toda vida sobre el planeta.

Denunciamos los gigantescos gastos en armamento, detraídos de los fondos de las partidas asignadas en los presupuestos generales del Estado, en competencia con las asignadas a pensiones, sanidad, educación y otras apremiantes necesidades sociales.

La monarquía y su régimen del 78 constituyen una muro infranqueable que impide el desarrollo de una democracia avanzada, en donde los trabajadores y pueblos puedan hacer efectivos sus derechos sociales y democráticos.

Comento a continuación un serio impedimento: el papel monárquico y siniestro que otorga la Constitución a las Fuerzas Armadas.

Veamos.

En su artículo 2 se dice: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española…”

Más adelante, en su artículo 8, se dice:“Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar… el ordenamiento constitucional.”
Por si fuese poco, en su artículo 56 continúa: “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia…” y más adelante dice “… la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad.
Es decir, el rey es impune aunque delinca; no se le puede detener, ni investigar, ni procesar, ni condenar; haga lo que haga.
En su artículo 62: “Corresponde al rey: …El mando supremo de las Fuerzas Armadas”.
Subrayo lo de “es inviolable” y lo de “mando supremo de las fuerzas armadas”.
Contra lo que afirman algunos juristas, que consideran simbólico el papel del rey, sin mando efectivo, yo les digo que no es precisamente eso lo que se inculca a los cadetes en la Academias, ni a los alumnos en la Escuela Naval.
Durante la jura de la cadete Borbón, retransmitida en directo por las cadenas de TV, todo el mundo pudo ver con nitidez la palabra Franco, bien visible en el muro frontal de la Academia General de Zaragoza. No es casual.
Los alumnos de las academias militares, incluida la cadete Borbón, son disciplinados en la obediencia ciega a la cadena de mando militar, que se les incita compulsivamente a asumir de forma acrítica. Subrayo lo de “cadena de mando militar”.

Es además una Constitución otorgada por el último jefe de la dictadura, el rey Juan Carlos, producto de un “proceso constituyente” nada democrático, derivado de una reforma de la dictadura, e intervenido por su aparato represivo.

Los pueblos del Estado podrán ejercer su soberanía popular una vez caiga la monarquía, se proclame la República y se inicie un proceso constituyente, en donde puedan decidir libremente su futuro, acordando fraternalmente su relación entre ellos.

Es improbable que se produzca de forma inminente un gran acontecimiento histórico, como sería la proclamación de la República; una república federal de trabajadores y de trabajadoras, moderna y avanzada. Pero me parece evidente que estamos viviendo momentos de gran trascendencia política, iniciados por esta legislatura que acaba de comenzar.

Manuel Ruiz Robles es antiguo militante de la UMD, portavoz de “militares contra la guerra”

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.