Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la […]
Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la teoría y la divulgación del conocimiento histórico, elementos que considera necesarios para acercar su trabajo a la sociedad. Es miembro co-fundador del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci.
Nuestra conversación se centra en el libro indicado que ha sido editado por Visión Libros, Madrid, 2017.
Nos centramos en el capítulo de conclusiones. Lo titulas: «Algunas conclusiones. Marxismo(s) para el siglo XXI», «marxismos» en plural. Ya hemos hablado de ello pero acaso convendría que señalaras qué marxismos, en esta segunda década del siglo XXI, son los que a ti te interesan más.
Creo que, tal y como se muestra a lo largo del ensayo, la tradición marxista y su desarrollo es lo suficientemente amplia para hablar de multitud de interpretaciones de la obra de Marx. Ya lo decían maestros como Manolo Sacristán o Paco Fernández Buey que lo de considerarnos marxistas o no debería pasar a un segundo plano, y de ahí lo de emplear mejor la expresión tradición marxista que marxismo a secas, en el sentido de desarrollar puntos de vista que puedan apelar a una filiación intelectual más o menos explícita respecto de esta tradición. A esa conclusión llegó también el propio Hobsbawm. Quizá el que más me interese personalmente en mis trabajos sea ese marxismo cultural o culturalista que podríamos considerar como el eje vertebrador de mi reflexión, pero que sólo es una de las múltiples aristas en las que puede desarrollarse esta tradición intelectual. Quizá, de forma un poco más general, podríamos apelar a la vuelta a Marx que ha propiciado la irrupción de la crisis económica de 2007. Volver a Marx en el sentido de rescatar aquellas cuestiones que pueden seguir siéndonos útiles para interpretar el presente, especialmente la crítica de un sistema económico criminal que produce desigualdades y contra el que debemos de desarrollar formas de pensar y de actuar que permitan alternativas que reviertan esta situación.
Abres con un verso de Antonio Machado: «Dejadme la esperanza». ¿Cuál es tu esperanza?
La esperanza de poder vivir en un mundo en el que estas desigualdades, motivadas por cuestiones de clase social, lugar de nacimiento, sexo o color de la piel, desaparezcan de una vez por todas. Creo que se trata de una actitud existencial que debe adoptar el pensamiento y el pensador crítico, no solamente los marxistas.
Afirmas que la historia continúa siendo una ciencia social fundamental para comprender las claves del presente. Siempre lo ha sido, no parece que haya mucha duda sobre ello. ¿De dónde y por qué entonces el énfasis que usas para remarcarlo?
Probablemente por todos esos discursos de los que hemos hablado, algunos de ellos muy asentados en las prácticas educativas y académicas, de que sólo el pensamiento y las habilidades científico-técnicas son válidos para vivir en un mundo mediatizado por las tecnologías de la información y de la comunicación. La filosofía, la historia y las ciencias sociales en general son igualmente útiles para poder desarrollar una vida plena. No hay progreso sin desarrollar las dimensiones humanas del ser.
Hablas también de las limitaciones materiales, cognitivas y culturales, «más que antropológicas o biológicas» de los seres humanos. ¿En qué limitaciones piensas exactamente? ¿Qué conclusiones político-filosófico-históricas debemos extraer de ellas?
Somos seres imperfectos. También tenemos que contar con ello. No creo que la existencia de un sistema desigual se base en cuestiones antropológicas y biológicas como podría desprenderse de una interpretación excesivamente cientificista y positivista de determinados estudios científicos, sino que las desigualdades también atienden a elementos culturales.
Sostienes que el marxismo debe seguir presentando batalla y mostrando una posición de compromiso ético. ¿Y qué tipo de posición debe mantener el marxismo en el ámbito ético? ¿Qué valores nuevos o viejos debe defender?
Tal y como hablábamos en la primera entrevista, la ética es la parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores. Hace poco un buen amigo me dijo que ser de izquierdas era ser buena persona. Estoy completamente de acuerdo con él.
Citas a Negri y hablas de la «construcción de una nueva racionalidad (nuevas subjetividades)». Cualquier comentario sobre esa nueva racionalidad será bienvenido por mi parte. En todo caso, ¿estás apuntando de algún modo a aquella vieja discusión sobre ciencia proletaria versus ciencia burguesa?
En todo caso apuntaría más a cultura de las clases subalternas frente a cultura de élites o cultura del poder. Una cultura que sobre la que debemos indagar, como lo hicieron autores como Bajtin, por ejemplo. Ya apuntamos anteriormente algunas cuestiones que podrían ayudar a esta nueva racionalidad, que debe de manifestarse también en nuevas formas de sociabilidad, de relacionarnos. Considerarnos como seres humanos iguales podría ser un buen comienzo. Creo que pocas veces tratamos a los demás en nuestra cotidianeidad como a iguales.
Defiendes la necesidad de una historia de los vencidos, de una historia desde la perspectiva de los de abajo. ¿No es lo que siempre han hecho los historiadores marxistas en el ámbito de la historia?
Ya vimos algunos ejemplos de historiadores marxistas brillantes como Fontana que hacen preeminentemente una historia política, no una historia desde abajo. A pesar de que sus trabajos indudablemente puedan servirnos para obtener algunas de las claves para interpretar el presente y nos inviten a rebelarnos frente a lo que nos es dado. También en el libro se ven ejemplos de cómo el marxismo durante mucho tiempo tuvo una visión estructuralista y economicista que tampoco podría ser considerada una historia desde abajo, centrada en las condiciones de la estructura y de la economía, los modos de producción, su desarrollo, etc. La historia desde abajo, en términos historiográficos, la cultivaron preferentemente los autores marxistas británicos, como Thompson, quienes estudiaron las condiciones de vida de las clases subalternas así como sus tradiciones de lucha y de resistencia frente al poder. Establecían una relación entre los actores del pasado y del presente que permitían que nos identificásemos con ellos. Se trataría un poco de eso. Hoy la cultivan otros autores como Andy Wood o William Beik en la denominada «nueva historia social» (New Social History) de la que también hemos hablado. Pero esta forma de hacer historia tiene poco predicamento en nuestro país, al menos en el campo de la Historia Moderna. Solo se salva quizá la historia de género con perspectiva feminista.
Citas una reflexión negrinista: «El lenguaje de la ética es siempre, al menos alusivamente y en cualquier caso por principio, el lenguaje de lo colectivo». ¿Cómo hay que entender, cómo entiendes esta posición? ¿A qué remite aquí «colectivo»?
A lo que hacíamos referencia anteriormente, a tratar de ser buenas personas, personas honradas. ¿Cómo puede ser honrado un historiador? No engañando deliberadamente. No tratando de forzar las conclusiones… si bien esta interpelación tiene más bien una dimensión política. Recientemente estamos viendo cómo se trata de hacer que determinados procesos históricos, determinados personajes históricos, sean «de los nuestros.» Gramsci sería el ejemplo más evidente. Otro podría ser Lenin, del que también hemos hablado. Hoy en día todos son leninistas (o pretenden serlo), desde la gente del PCE(r) por ponerte un ejemplo extremo, hasta las bases de Podemos. Lo mismo sucede con muchas interpretaciones sobre el liberalismo español, el 2 de mayo, el significado de ser patriota, etc. Hay cientos de ejemplos en los que se utiliza la historia de forma torticera. ¿Quién tiene razón? Creo que esta pregunta no tiene mucho sentido y nos llevaría a discusiones en las que no nos pondríamos de acuerdo nunca. Considero que es más interesante ver quién hace una crítica más sincera sobre la figura a la que apela o el proceso histórico con el que pretende identificarse, quién se muestra más autocrítico respecto de lo que les diferencia y les asemeja a ellos, etc. Hacer esto con honradez es mantener una posición ética. Creo también que es la actitud que debe de caracterizar al pensamiento y al pensador crítico.
Te cito una vez más porque el paso es de alta tensión gnoseológica y política: «Dentro de esta forma de hacer historia que presentamos, conceptos como el de verdad y objetividad pierden importancia, en tanto que tradicionalmente han servido para apuntalar el poder y la ideología dominante vinculada a este, comprendido como pensamiento hegemónico. Si no hay una sola verdad, existen múltiples verdades (pluralismo epistémico)». ¿Qué es eso de que existen múltiples verdades? ¿Todo o casi todo vale entonces? ¿No era la ideología falsa consciencia, lo opuesto a la verdad? ¿La verdad y la objetividad han servido siempre para apuntalar el poder? Pienso en Bruno, en Galileo, incluso en Copérnico, en Servet… y en tantos otros y no me cuadra del todo tu consideración epistémica.
El ejemplo de Copérnico lo emplean también autores como Feyarebend en su obra Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, precisamente uno de los precursores del «todo vale». Mis intervenciones anteriores espero que hayan sido suficientemente explicativas para apartarme de este punto de vista. No todo vale. Pero lo que sí que es cierto es que siempre existirán múltiples puntos de vista, especialmente en lo relativo a las ciencias sociales, que podríamos definir como una ciencia interpretativa o de la interpretación. Y me parece algo muy positivo. Volvemos al ejemplo anterior. ¿Quién está en lo correcto sobre la interpretación de la figura de Lenin? Estoy seguro de que si juntásemos a todas las corrientes que apelan a él se rasgarían las vestiduras afirmando que son ellos y bramarían contra los impíos oportunistas que no pensasen como ellos. A pesar de que les esté ridiculizando conscientemente un poco para llevar el ejemplo al extremo, verás que todo esto no tiene sentido y creo que está en la base de las cuestiones que históricamente nos han dividido y perjudicado terriblemente. De modo que considero que una posición que sepa integrar los distintos puntos de vista, especialmente el punto de vista de las minorías, será la que logre aglutinar y sobreponerse a los problemas que ha arrastrado la izquierda desde siempre. Al principio parecía que Podemos llegaría a conseguir algo parecido a esto que digo, pero finalmente optó por una estructura tradicional similar a las ya existentes. Creo que eso ha sido el gran fracaso de la izquierda española en los últimos años. Y lo pagaremos caro. Tardaremos en volver a tener una oportunidad histórica parecida de transformación de la sociedad. Ojalá me equivoque.
Te pregunto a continuación por la verdad y el relativismo
Cuando quieras.
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Nota de edición:
Las anteriores entrevistas pueden verse en:
Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI. «Entiendo la postmodernidad como la lógica cultural del capitalismo avanzado (como lo entienden autores como Fredric Jameson)» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23207
Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI (y II). «Reivindicar el pensamiento utópico me parece muy necesario en un mundo el que muchas personas se empeñan en decirnos que no existen alternativas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232355
«Creo que Zizek forma parte -sigo a Judith Butler- del resurgir de la ortodoxia dentro de la izquierda» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232664
«Edward Palmer Thompson es un autor que sí supo dar un giro copernicano a los estudios marxistas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233019
«César Rendueles, entre otros autores jóvenes, supone un soplo de aire fresco en todo el panorama académico» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233250
«El marxismo no puede ser una certeza en el sentido metafísico». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233462
«Bourdieu debería de ser un autor obligatorio en las escuelas de formación de todas las organizaciones políticas de izquierda» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233832
«Hay pocos historiadores ‘contemporaneístas’ que hagan una verdadera historia desde abajo. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234014
«Una contrahistoria o una historia contrahegemónica debería de ser la memoria de las clases subalternas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234433
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