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La hora de la democracia

Fuentes: Gara

La declaración de alto el fuego realizada por ETA el pasado 22 ha puesto colofón a un mes que ya de por sí merecería calificarse de histórico. Ha sido un mes convulso, como hacía mucho que no conocíamos, con dos militantes muertos en las cárceles españolas, decenas de heridos por las diferentes policías que materializan […]

La declaración de alto el fuego realizada por ETA el pasado 22 ha puesto colofón a un mes que ya de por sí merecería calificarse de histórico. Ha sido un mes convulso, como hacía mucho que no conocíamos, con dos militantes muertos en las cárceles españolas, decenas de heridos por las diferentes policías que materializan la represión política, con una jornada de paros y manifestaciones que han vuelto a demostrar la capacidad movilizatoria de la izquierda abertzale y con dirigentes de Batasuna y LAB desfilando por la Audiencia Nacional española, convertida a la sazón en azote de vascos y vascas.

Sin duda alguna, todos esos elementos y seguramente otros más que olvidamos componen un puzzle coherente y completo: el puzzle del conflicto vasco.

Durante el mes que nos disponemos a cerrar, se ha demostrado con toda nitidez que el contencioso no es de y para políticos. La cuestión, con toda su crudeza, se sitúa en la sociedad vasca, una sociedad que ni puede ni debe caer en la abulia mientras los responsables políticos dormitan en el limbo. El mes que acaba ha enseñado a Zapatero que el problema no lo tiene ni con Ibarretxe, ni tan siquiera con ETA. El problema lo tiene con la sociedad vasca.

Por eso, el valor político de estos treinta días es que en tan poco espacio de tiempo hemos podido contemplar de forma sintetizada todas las fases de un con- flicto, incluyendo una fórmula de resolución.

De la inquietud por los repuntes del enfrentamiento hemos pasado a la esperanza por la solución que hoy por hoy sólo se sustenta en el cese de la actividad armada de ETA. En efecto, la organización armada vasca ha parado y a muchos les parecerá que estamos mejor, incluso a bastantes de sus simpatizan- tes, pero ello no deja de ser un espejismo temporal. ETA existe porque hay conflicto, no al revés.

De esta manera, el alto el fuego de ETA ayuda a poner condiciones políticas para que el conflicto vasco se pueda resolver mediante instrumentos democráticos, o sin presiones fácticas, pero quien se examina de democracia no es ETA, sino los gobiernos de España y Francia. Ellos, y sólo ellos, tienen en su mano cerrar 200 años de guerras, confrontación y desencuentros.

Pero aunque el anuncio de ETA no suponga en sí mismo el principio del fin del conflicto vasco, su verdadera importancia reside en que facilita el inicio de un proceso de acuerdo democrático en la sociedad vasca. Es por lo tanto parte esencial de una iniciativa política de largo alcance que en el mejor de los casos, y si los estados atienden a la razón democrática, servirá para consensuar un nuevo marco político para Euskal Herria y si no fuera así, al menos deberá alterar profundamente la correlación de fuerzas en nuestro país.

Así pues, lo que cabe deducir del momento es que no hay una sola pelota en el tejado. Los gobiernos español y francés tienen cada uno la suya, y en su caso, el grado de voluntad y audacia vendrá determinado por la muestra de actitudes inequívocamente democráticas y reconciliadoras, no sólo al final del proceso en lo que se ha denominado política de no injerencia en la decisión final de la sociedad vasca, sino también durante el mismo, con gestos políticos que lo faciliten. En ese sentido, no parece muy razonable la actitud escapista francesa, desatendiendo su responsabilidad como si el asunto no fuera con ellos.

Pero la pelota más importante está en nuestro propio tejado, porque somos los vascos y vascas los que tenemos que ponernos mayoritariamente de acuerdo en lo que deben ser las bases mínimas de nuestra organización político-institucional. Sería realmente catastrófico que el protagonismo de unos y la ceguera de otros pudiera poner el proceso democrático a los pies de los caballos y realmente, lo lamentable es que una y otra vez aparecen indicios en ese sentido.

Desde luego no me estoy refiriendo a la posición de PP-UPN, tanto allí como aquí. Ese partido tiene precisamente en su carácter postfranquista el principal de sus problemas, dado que la derecha española no ha sido capaz de articularse en torno a principios conservadores democráticos, sino a los españolistas totalitarios. Los populares saben que la democracia es su punto débil y por ello, es imposible que participen en un proceso de tal naturaleza. Sin embargo, es de suponer que el desafío democrático al que se enfrentan terminará por pasarles factura, sobre todo en Nafarroa donde el debate no va a ser sobre lo que se va a imponer a los navarros, sino si éstos van a poder decidir en libertad.

De todo el arco político democrático, la más preocupante es la actitud del PNV, quien no acaba de encontrar su sitio en este berenjenal.

La declaración de ETA, aunque esperada, le ha pillado con el paso cambiado al partido de Imaz. La prepotencia del actual cuadro dirigente peneuvista le ha llevado a automarginarse y no le ha dejado vislumbrar con claridad la naturaleza de lo que venía y se han limitado a tratar de condicionar la iniciativa tomada por la izquierda abertzale a mamporrazo limpio, como en los tiempos más obscuros de Ardanza. El PNV, erróneamente, pensaba que una iniciativa de tal calado siempre iba a estar supeditada a su participación estelar. Pero el PNV ya tuvo su oportunidad conduciendo el Plan Ibarretxe hasta los pasillos del Congreso español donde quedó estancado. Desde entonces, no ha sido capaz de levantar cabeza y retomar la iniciativa para avanzar en su modelo de gestión, carentes de capacidad para resolver el conflicto.

Es curioso que el análisis realizado por los burukides del PNV haya coincidido esta vez con la derechona y la Policía española, tal y como señalaba el otro día «La Razón». Ambos creen que afrontan un mal escenario para su protagonismo porque su oferta se ve desbordada por una mejor: la que puedan acordar Zapatero y la izquierda abertzale. El fantasma de Argel cabalga de nuevo.

No obstante, es infundado que la resolución pueda venir por un acuerdo político a dos bandas. Ni Zapatero lo admitiría, ni la izquierda abertzale lo desea, como quedó expresado en la Propuesta de Anoeta con la idea de la mesa para la resolución del conflicto como marco donde conjuntar voluntades, en la que deberán estar los principales actores políticos del país, sin exclusiones pero sin vetos. El lugar del PNV y de Ibarretxe está en esa mesa, con lo que representan, ni más ni menos. Pero éste, ya es otro tema