Un nutrido grupo de trabajadores y trabajadoras iniciaban la mañana del 26 de agosto protestando ante las puertas de la sede de la empresa que posee la franquicia de la red de supermercados Spar en Granada: Supergran S.A. Tres horas más tarde, a las 12 de la mañana, 250 personas entre asalariados y asalariadas de […]
Un nutrido grupo de trabajadores y trabajadoras iniciaban la mañana del 26 de agosto protestando ante las puertas de la sede de la empresa que posee la franquicia de la red de supermercados Spar en Granada: Supergran S.A. Tres horas más tarde, a las 12 de la mañana, 250 personas entre asalariados y asalariadas de dicha cadena comenzaban una manifestación en Subdelegación de Gobierno para terminar pidiendo la implicación del alcalde a las puertas del consistorio granadino. Los motivos son varios: los trabajadores llevan sin cobrar desde el mes de julio y las hipotecas pesan demasiado sobre los bolsillos de alguien que, a pesar de todo, lleva trabajando religiosamente desde hace dos meses, como de costumbre. La amenaza del cierre de la cadena y del consecuente paro se cierne sobre más de 200 trabajadores/as. Las 16 tiendas del área metropolitana están desabastecidas y la dirección de la empresa no aporta explicación alguna. La respuesta de las trabajadoras y trabajadores ha sido la de ir a la huelga. En la propia manifestación, la sección sindical de McDonald mostraba su solidaridad con los compañeros y compañeras de Spar Granada.
La crisis será a partir de ahora la escusa perfecta para justificar cierres de empresa o Expedientes de Regulación de Empleo que hagan más insoportables las condiciones de explotación y que den una vuelta de tuerca más a los sacrosantos beneficios obtenidos por los aumentos de la productividad en el trabajo que no vengan acompañados de implementaciones tecnológicas, esto es: stress, stress, stress. Salud a cambio de poder pagar las letras. Y mientras haya crisis, se ensombrecen los indicios de grandes desfalcos como se sospecha ha ocurrido con la citada cadena de supermercados en Granada.
Se presenta un año ajetreado para la clase asalariada. Un año en el que los cierres de empresas y los EREs forzarán las movilizaciones y huelgas de una clase trabajadora hostigada por el aumento de los tipos de interés y de los productos de primera necesidad. Durante la época de bonanza económica el Estado Español ha sido el único de la OCDE en el que han disminuidos los salarios. ¿Quién se ha enriquecido en el periodo de crecimiento económico? En momentos de crisis pretenden que también seamos nosotros y nosotras quienes paguemos la factura del capital con nuestro esfuerzo, nuestro dinero y nuestro trabajo. La sed de ganancia de la clase capitalista no tiene fin.
Tenemos dos grandes retos por delante si queremos plantarle cara a las consecuencias de esta crisis y dar una respuesta política a la misma. La primera es esforzarnos por desterrar el sectarismo y el burocratismo del terreno sindical. La sopa de siglas sindicales no ha de ser un problema para las revolucionarias y los revolucionarios. La cuestión que nos ha de preocupar en todo momento es cómo masificar y cómo conectar cada una de las diferentes luchas que se sucederán a lo largo del curso que septiembre empieza a parir. Así, quizá podremos abordar a las burocracias sindicales por la izquierda y empujarlas al barro de la movilización. El segundo reto es aún más complicado, porque tiene que ver con el modelo sindical por el que apostamos. Mucho se ha hablado de un sindicalismo distinto para la era post-fordista. El mundo del trabajo ha cambiado en estas últimas décadas: la desregularización del mercado de trabajo, acompañada de una reestructuración del sector productivo, ha hecho que la normalidad entre las y los trabajadores no sea sufrir las cadenas de montaje y tener una homogeneidad respecto a la calidad del contrato. La precariedad y el hecho de que tras las sucesivas deslocalizaciones la economía se haya desplazado hacia el terreno de la circulación en detrimento de la producción, nos obliga a repensar sobre el quehacer sindical. Eso para nada tiene que ver con la idea de que el modelo anterior no es válido, sino que debemos enriquecerlo, complementarlo o modificar algunas de sus caras, si queremos tener una herramienta capaz de aglutinar a la mayoría de la clase. Esa tarea es draconiana. Pero el año que se abre se presenta como un laboratorio sindical, en el que se podrá debatir sobre modelos con un mayor número de referencias. El debate es necesario, pero a veces la realidad se vuelve en llamas y en las brasas de la misma se quema todo aquello fútil o perecedero, dándonos al menos algunas claves para seguir adelante. La otra cara es que nosotros mismos podemos echar a arder.
El caso de Spar en Granada no ha esperado al mes de septiembre. La desesperación de la clase asalariada parece un niño prematuro que desea nacer antes de tiempo. Espero que esta lucha al menos se zanje con una victoria y se convierta en uno de esos hitos que llene de esperanza y coraje a quienes más adelante hagan uso de la huelga para hacer frente a los intereses de quienes pretenden hacernos pagar los platos rotos de una vajilla que no hemos comprado.
Javier Valdés es militante del Espacio Revolucionario Andaluz – Espacio Alternativo.