Traducido para Rebelión por Ramon Bofarull
Los sindicatos abertzales demostraron ayer [el jueves] que son capaces de movilizar a una parte significativa de la sociedad en el País Vasco continental. Los desacuerdos sobre el seguimiento y las opiniones que dicen que la huelga ha sido exitosa o un fracaso ahí quedarán, como de costumbre. Pero, más allá de eso, conviene enfocar la fotografía que ha dejado la huelga.
En primer lugar, debe considerarse el significado del propio hecho de hacer huelga. Al cabo, la decisión de abandonar el trabajo o estudios y participar en una protesta colectiva debe tomarla cada cual y, a pesar de las trabas, debe reconocerse la importancia de haber sacado a miles de personas a la calle. Hay un vivo riesgo de despido, y el miedo a ser elegido para ello por razones ideológicas está ahí; recuérdese, si no, lo sucedido en la fábrica Koxka (Navarra) (http://www.informan.es/index.php?s=koxka&gclid=CLjF0ouq0JoCFQsEZgodPVuc1g).
Los que estaban en contra de la huelga repetirán una y otra vez que no ha sido general. Es parte del guión escrito y hay que darles una parte de razón, por lo menos. La falta de unidad sindical ha imposibilitado una protesta aún mayor. Asimismo, los organizadores tendrán que reflexionar sobre si se ha comunicado bien el mensaje de la convocatoria o el momento era apropiado. ¿Pero convierte eso en inútil la convocatoria? ¿No ha servido para nada?
Cuando estalló la crisis financiera, la mayoría de gobiernos y expertos declararon una y otra vez que los trabajadores y los salarios no tenían la culpa. Algunos entonaron un mea culpa y admitieron que debía adecuarse el modelo económico. Pues, en la medida que la crisis se ha extendido y ha llegado a sectores productivos, muchas voces que consideraban imprescindible el cambio, se han apagado. Los trabajadores han empezado a sufrir la fase más cruel de la crisis, y los dramas se han multiplicado. El trabajador al que no se le ha renovado el contrato y se ha quedado en la calle, las empresas que han aprobado duras regulaciones, las fábricas que han cerrado sin más, y otros tantos. Hasta ahora sólo han sido problemas que ha vivido cada cual y su entorno próximo. Si la huelga de ayer ha sido, sin más, un altavoz para visibilizar esas situaciones y si ha servido para dar fuerzas a quienes peor están, no pasará desapercibida.
Los sindicatos que no han apoyado la huelga ─ UGT y CCOO ─ y el nuevo gobierno vasco de Patxi López dicen que el diálogo social es el camino. Será la panacea que salvará al trabajador de todos los problemas, ese diálogo. El tiempo dirá si es verdad o no, pero no hay más que ver los resultados que ha dado hasta ahora ese modelo en España. En la última década el crecimiento económico se ha acumulado y los beneficios de las empresas se han multiplicado. En este intervalo, ¿qué tipo de ventajas o mejoras ha habido en las condiciones básicas de los trabajadores? Bienvenidos al reino de la precariedad: salarios de mil euros o menos y casi un tercio de la sociedad con contratos temporales. El despido, pagando la cantidad impuesta por la ley, es libre, y las posibilidades de flexibilizar el trabajo mediante regulaciones son grandes. Mientras tanto, a penas se ha avanzado algo en punto a la formación de los trabajadores o la competitividad de las empresas.
El secretario general de CCOO [de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), n. del t.], Unai Sordo, ha dicho que la convocatoria ha malogrado las posibilidades de un paro masivo en caso de que más adelante se apruebe una reforma laboral. Un peculiar modo de entender el sindicalismo. Es decir, esta posición admite, de modo implícito, que las condiciones laborales actuales son aceptables y que sólo si hubiera una modificación a peor debería responderse.
Para un boxeador no basta detener los golpes del contrario; si quiere ganar el combate tiene que atacar. Pero una parte del sindicalismo ─ aquí y en toda Europa ─ hace tiempo que arrinconó la idea de lanzar una ofensiva para obtener más derechos para los trabajadores. A la espera de la próxima reforma, España tiene ya la mayor tasa de paro de la Unión Europea. He ahí el sistema que ha permitido el modelo de diálogo social.
En este retroceso de derechos hay una excepción. Hace diez años todos los sindicatos impulsaron una huelga general por las 35 horas en Álava, Vizcaya y Guipúzcoa y los sindicatos abertzales también en Navarra.(1) Una década después el objetivo general no se ha materializado, pero después del paro se logró la reducción de la jornada en una miríada de sectores y empresas. Acaso no se sacó todo el provecho posible al buen resultado de esa huelga general, pero sirvió para activar un movimiento significativo.
Por eso no es tan importante el resultado del paro de ayer. Estas semanas hemos sabido que la economía vasca ha entrado en una profunda recesión. Vendrán las reformas, vendrán los cierres de empresas, vendrán los despidos, y habrá que construir una alianza sindical amplia, eficaz y reivindicativa. La huelga general, por tanto, empezará hoy.
(1) UGT y CCOO, mayoritarios en Navarra pero minoritarios en la CAV, sólo apoyaron la convocatoria en ésta. (N. del t.)
Berria , 22 de mayo de 2009
http://www.berria.info/paperekoa/harian/2009-05-22/002/422/Gaur_hasiko_da_greba_orokorra.htm