Ya se sabe que la Iglesia es una institución generada en orden a consolidar los poderes y las desigualdades establecidas en este mundo, siendo una de las principales fuentes de legitimación de unos y otras. Es decir, que toda Iglesia vive de la injusticia y la opresión humanas. La Iglesia Católica ha destacado por su […]
Ya se sabe que la Iglesia es una institución generada en orden a consolidar los poderes y las desigualdades establecidas en este mundo, siendo una de las principales fuentes de legitimación de unos y otras. Es decir, que toda Iglesia vive de la injusticia y la opresión humanas. La Iglesia Católica ha destacado por su casi increíble descaro para sostener los genocidios y los poderes más terribles de este mundo. Quizás como ninguna otra, si exceptuamos hoy la judía-sionista.
Como es bien sabido, la Iglesia Católica española está especialmente unida a lo largo de su tétrica historia a algunos de los episodios de barbarie más cruentos que haya protagonizado la humanidad. Esta Iglesia cuenta con numerosos medios de difusión en España, editoriales, prensa escrita y radiofónica, amén de buena parte de la enseñanza privada, gracias a lo cual muchos padres y madres que se declaran laicos le entregan a sus hijos.
Uno de esos medios, el radiofónico COPE, se permite el lujo de propagar todo tipo de desinformación justificadora de los poderes más ponzoñosos del capitalismo salvaje que hoy padecemos. Promueve la represión de la inmigración, llegando a burlarse cruelmente de las personas que han intentado cruzar la valla de Melilla, preguntándose en cuánto se establecerá el récord de «salto del inmigrante». Por boca de algunos de sus más fanáticos o en su defecto adiestrados presentadores es posible oír toda suerte de absurdidades sobre este mundo. Exabruptos opináticos que si no fuera por el reblandecimiento cerebral provocado por el previo bombardeo mediático que padecemos, tendrían más que ver a los ojos de cualquiera con meros eructos digestivos antes que con cualquier proceso de tipo mental.
En estos días esa esperpéntica cadena cristiana insiste en intentar justificar una vez más el crónico y sistemático genocidio del pueblo palestino, y en concreto el último episodio del mismo: la invasión de Gaza por el Ejército sionista.
«Israel es un ejemplo de cómo tratar al terrorismo, y no lo que hace Zapatero», nos dicen desde ella. Si no fuera, como digo, porque sabemos de la propiedad de esta cadena, que es de los mismos que defienden el «derecho a la vida» y el «sí a la vida» cuando se detiene el proceso de gestación de unas cuantas células embrionarias, uno pensaría que se trata de una cadena de alguna peligrosa organización asesina. Pero estamos hablando de la Iglesia Católica de España (La Santa Madre Iglesia).
¿Habría que recordar de nuevo a quienes escuchan su voz a través de esta inverosímil cadena que durante las últimas 6 décadas los palestinos están viviendo en el campo de concentración en que han convertido a su tierra, en condiciones de insospechada barbarie, superando en tiempo con creces, al holocausto que junto a muchas otras poblaciones, padecieron los judíos durante el nazismo europeo?
¿Habría que decir hasta que alguien lo oyese que decenas de miles de palestinos llevan toda su vida en «campos de refugiados»? Imagínense ustedes condenados de por vida a vivir en esos campos, hechos con chabolas prefabricadas de hormigón, o poblados con tiendas semicaídas y sucias, sin agua potable, ni luz. Con un hacinamiento que en algunos casos sobrepasa lo físicamente aceptable: hasta dos familias de 10 personas en 60 metros cuadrados.
¿Habría que gritar a los cuatro vientos que estos campos de refugiados son cada vez más parecidos a «campos de concentración», y se convierten también frecuentemente en campos de exterminio?
¿Habría que publicar, explicar radiofónicamente o presentar imágenes televisivas de cómo los asesinatos, las muertes por palizas a detenidos, las torturas en prisión o en campos de detención son el pan nuestro de cada día para los palestinos? (fuentes externas estiman que más del 45% de los detenidos son torturados).
¿Habría que explicar a quienes emiten aberrantes declaraciones políticas o esos eructos radiofónicos que Israel ha incumplido sistemáticamente las resoluciones de la ONU a lo largo de los últimos 50 años? ¿Les damos algunos ejemplos?:
1948: Resolución 194 de la Asamblea General, por la que se reconoce el derecho al retorno de los refugiados y desplazados árabes.
1967: Resolución 242 del Consejo de Seguridad. Reclama la retirada israelí de los territorios ocupados.
1967: Resolución 2.253 de la Asamblea General, en la que exige a Israel que desista de «adoptar cualquier acción que pueda alterar el estatuto de Jerusalén».
1974: Resolución 3.236 de la Asamblea General, por la que reconoce los derechos inalienables del pueblo palestino y reclama el retorno de los refugiados a sus hogares.
1975: Resolución 3.379 de la Asamblea General de la ONU, que describe al sionismo como una forma de racismo.
1979: Resolución 446 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exige a Israel el desmantelamiento de sus asentamientos sobre los Territorios Ocupados.
1980: Resolución 478 del Consejo de Seguridad, en la que se declara que cualquier intento de modificar el estatuto de Jerusalén por parte de Israel, sería considerado «nulo e inválido».
1992: Resolución 726 del Consejo de Seguridad, por la que se condena a Israel por deportar a 12 palestinos de los territorios ocupados. (Al tiempo que esta medida viola también la Convención de Ginebra).
El derecho al retorno de los refugiados y desplazados (70% de la población palestina) es reconocido, asimismo, por las resoluciones 2.252, 2.452, 2.535, 2.672, 2.792, 2.963, 3089, 3.331 y 3.419 de la Asamblea General. Mientras que las resoluciones 242, 338, y 425 del Consejo de Seguridad reclaman la retirada israelí de los Territorios Ocupados.
Por otra parte, la IVª Convención de Ginebra, de 1949, firmada por Israel en 1951, señala que «la potencia ocupante no podrá transferir parte de su propia población civil a los territorios que ocupa». La resolución 452 del Consejo de Seguridad de la ONU, de 1979, incide en el mismo sentido. También la 465 de 1980, con un claro llamamiento a Israel para que no modifique el carácter físico, la composición demográfica, la estructura institucional o el estatuto de los territorios palestinos. Los artículos 47 y 49 de la IVª Convención de Ginebra advierten contra la represión de la población civil ocupada por parte del Ejército ocupante.
¿Habría que explicar, por tanto, a la gente que escucha a los diferentes líderes políticos y a los voceros mediáticos de los grandes poderes, que no se trata de una «respuesta» de Israel ante la «provocación» palestina, sino del brutal sometimiento de un pueblo entero y de su calculado exterminio? Horroriza pensar -a quienes todavía tenemos la capacidad de horrorizarnos- cómo se puede ni siquiera pretender justificar uno de los episodios más terribles (que ya es decir) por su duración e intensidad de ensañamiento de un pueblo con otro (ver para más detalles de ello, Piqueras en www.rebelion.org, y en www.mundoarabe.org, «Palestina: el lugar de todas las luchas»).
Todo esto habría que explicarlo en al menos algún medio de difusión de masas, si no fuera precisamente porque todos ellos sin excepción están sometidos a los grandes poderes económico-políticos del capitalismo global, el mismo que en unas y otros lugares va perpetrando el holocausto de la humanidad. En este caso por vía de la barbarie organizada contra al pueblo palestino.
La cabeza visible de todo esto en Israel es Ehud Barak, ministro de Defensa, líder del Partido Laborista (socialdemócrata), miembro de la Internacional Socialista. Internacional en la que ni uno sólo de sus líderes ha levantado la voz para pedir su expulsión de la misma.
Antes bien, llaman a Israel a «proporcionar su ataque», o como mucho, como hace la ONU, a que cese el fuego de ambos «contendientes» (¿!). Como el insigne presidente Zapatero, sí, el de la famosa «alianza de civilizaciones», quien asiste callado a la matanza suponemos que en parte perpetrada con armas españolas que su Gobierno le vende a Israel. Un país éste con el que España tiene un Acuerdo de Cooperación preferente y que nadie en la Parlamento todavía ha denunciado.
Por supuesto que ni venta de armas ni acuerdos preferentes van a dejar de mantenerse con Israel. Los pretendidos gestos de consternación por la matanza son sólo eso: gestos. ¿Qué les importan a la Iglesia Católica o a la Internacional Socialista unas cuantas decenas de miles de asesinados sin defensa en Palestina?, ¿qué les importan unas cuantas decenas de millones al año en el mundo? Son «daños colaterales» del capitalismo que desgraciadamente tiene que pavimentar el camino hacia su más que incierto futuro sobre esa sangre.
Como las Iglesias siempre supieron, los poderes, a veces, tienen que matar. Sobre todo cuando las gentes se resisten impíamente a su sometimiento. Así que, cuando uno se pone a la faena hay que estar dispuesto a colaborar con el terrorismo de Estado hasta sus últimas consecuencias.
Es un mal doloroso, pero necesario.
¡Ah!, la Iglesia Católica, su COPE. La socialdemocracia, sus declaraciones de bondad…
Repugnante, ¿verdad?