Las movilizaciones del día previo a las elecciones generales y las de la antiboda real han demostrado que un sector importante de nuestro pueblo, aunque minoritario aún, no acepta que le sigan tomando el pelo, y por ello apuesta por una ruptura democrática. A la par, fuerzas hasta ahora del sistema, fundamentalmente las de tipo […]
Las movilizaciones del día previo a las elecciones generales y las de la antiboda real han demostrado que un sector importante de nuestro pueblo, aunque minoritario aún, no acepta que le sigan tomando el pelo, y por ello apuesta por una ruptura democrática. A la par, fuerzas hasta ahora del sistema, fundamentalmente las de tipo nacionalista, cada vez asumen compromisos rupturistas mayores, ejemplos como las campañas electorales de algunos de ellos con el Himno de Riego como sintonía, la proliferación de banderas tricolores en ciertos actos o que nunca hubiera tantos diputados que acatasen la Constitución «por imperativo legal», son síntomas de ese cambio. Sin embargo, esa efervescencia aún no se plasma en una alternativa política clara, y los resultados de las elecciones europeas confirman esa triste realidad.
En otros tiempos y circunstancias consignas como el «Todo el poder a los Soviets» o el «No pasarán» frente al fascismo sirvieron para unir a los sectores populares en torno a propuestas que trajeron cambios políticos trascendentales. Hasta hoy quizás no se daban las condiciones ni objetivas ni subjetivas para volver a poner en el centro de la arena política la Ruptura Democrática. Objetivas, pues el Juan Carlismo y la instauración franquista de los Borbones gozaban de amplio apoyo popular, y las crisis políticas coyunturales no se veían como crisis de la forma de estado. Subjetivas, dado que la mayoría de la izquierda había renunciado a su discurso y era tributaria del discurso del sistema. Hoy, el régimen que nace de la Transición, pese a la modernización que intentará darle la Socialdemocracia en el gobierno, se esta viendo a la luz de cada vez más amplios sectores como un régimen caduco. No ha resuelto el problema de la cuestión nacional, ni mucho menos ha garantizado una democracia avanzada, y se esta demostrando como una forma de legitimación de las políticas neoliberales más duras.
¿Qué hacer?, decía el siempre recordado formalmente, pero tantas veces olvidado en el fondo, LENIN. ¿Cómo dar forma a tanta lucha dispar? ¿Cómo articular la Unidad Popular frente a ese régimen? ¿Cómo organizar el contrapoder capaz de ir abriendo paso a la Ruptura?. Lo primero, a mi modestísimo juicio, pasa por ver cual es hoy la contradicción principal, aunque no necesariamente antagónica, que permita aglutinar a más personas y sectores sociales frente al sistema. También a mi modesto juicio, hoy en torno a las contradicciones centralismo autonómico-autodeterminación , imperialismo globalizado-soberanía y derechos sociales, neoliberalismo-Socialismo, barbarie-Socialismo, Monarquía-República, es en torno a las cuales ir sustentando la lucha de los sectores populares y dándole, sobre todo, perspectiva de cambio social. Es esa línea tres consignas pueden ayudar a aglutinar, en primer lugar, a las vanguardias políticas de esa izquierda dispersa, y en un segundo lugar, al pueblo en general: NO A LA GUERRA IMPERIALISTA, NO A LA CONSTITUCION EUROPEA , POR LA III REPUBLICA.
Si la izquierda es consecuente deberá dejar a tras sectarismos e ir dotándose de instrumentos organizativos que en torno a mínimos como los antes indicados pueda ir levantando la alternativa popular (evidentemente, no del Partido antiPopular). Lo contrario será ir retrocediendo posiciones, permitir que las luchas del día a día se agoten en si mismas, y permitir al sistema que resuelvas sus contradicciones siempre en clave de consolidar su poder.
* Rafael Velasco es miembro del Foro Ciudadano por la República-Asturies