Desde hace unos años y en forma progresiva, las habituales gestiones bancarias se han convertido en una carrera de obstáculos, a veces insuperables.
Pero recapitulemos: el proceso de concentración en España se inició a partir de la crisis del 2008 y fue dejando en el camino primero a las cajas (que eran entonces las entidades más próximas en las operaciones cotidianas de familias o empresarios minoristas), y luego se cumplió aquello de que “el pez grande se come al chico”. Las más “fuertes” se hicieron con el botín, nunca mejor expresado. Y desde esa posición hegemónica y con indudable concertación, se desarrolló la siguiente etapa: aceleración del proceso de digitalización, desaparición de sucursales y cajeros, reducción de sedes y de personal. ( Según el Banco de España más de 4.000 municipios se quedaron sin sucursales, con efectos letales en la despoblación de zonas rurales). Las víctimas directas, los clientes, quienes además, no solo han dejado de cobrar intereses por depositar su dinero, sino que en muchos casos tienen que pagar más comisiones. El beneficio, para las cuentas de resultados de los bancos.
La “bunquerización” se expresa en la desaparición de sucursales y tener sedes centrales con control de acceso, y pocos empleados. Encontrar un asesor para una consulta no es sencillo y como mínimo requiere cita previa. Por lo tanto, si el problema te surge cuando estás en el banco, puede que tengas que regresar a casa con el problema a cuestas. Joan Romero, catedrático de la Universidad de Valencia, considera que la gestión bancaria de nuestro dinero es un modelo hostil, edadista y excluyente. Nos recuerda que el 2021 fue un año de beneficios históricos, los mayores en más de una década, – casi veinte mil millones – y al mismo tiempo ha sido el año de cifras récord de cierre de oficinas, despidos y pre jubilaciones.
Se estima que la banca prescindió de uno de cada tres empleados. El tiempo laboral que se ahorran los grandes bancos, es el que pierden los clientes intentando realizar sus operaciones digitalmente. Otra ventajosa transferencia de responsabilidades. Con el agravante de que ante una duda o una dificultad, el único camino es solicitar ayuda por los servicios telefónicos de atención al cliente. Primero te encuentras un automatismo que requiere todos tus datos personales y claves que demuestren quien eres. Luego las varias opciones que debes indicar según tu duda. Cuando ya llevas varios minutos dialogando con nadie, la misma voz monótona de una máquina te indica que “cuando haya un operario disponible serás atendido”… y allí te quedas escuchando músicas y con la intriga de si por fin aparecerá un ser humano que atienda tus dudas. El que pierde su tiempo eres tú, no la empresa.
El sector bancario hegemónico, no ha respetado esperar los tiempos de la sociedad para desarrollar automatismos avanzados. Optaron por desconocer la realidad demográfica del país que indica que un 20% de la población tiene más de 60 años. Y no les importa que de la riqueza que manejan los bancos, un 47 % pertenece a los mayores de 55. Razones que deberían pesar para tener un criterio más gradualista en la aplicación de la digitalización. Pero el sistema financiero es uno de los más voraces dentro del sistema capitalista. Organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio iniciaron en los 90 lo que denominaron “Globalización”, con el objetivo de mejorar el bienestar de la población mundial. El fracaso no puede ser más evidente: la pobreza y la desigualdad han aumentado. No es un juicio personal, lo expresan organismos como Oxfam Internacional cuando señala que “ es el resultado de decisiones deliberadas: la ´violencia económica` tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos”. O estudiosos como Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, quien lo apunta y detalla en sus libros. La economía global está controlada por la banca y su entorno financiero: grandes empresas electrónicas, tecnológicas, farmacéuticas, etc. Los avances en comunicaciones dieron paso a los monopolios y al control corporativo, que consiste en generar riqueza privada en todo el mundo, sin tener que intervenir en las fuerzas de producción a nivel global. Dicho de un modo más sencillo: constituyen un sistema de avaricia sin fronteras. Pero esto no es nuevo .Son años en los que crece la ganancia bancaria y se complican los perjuicios y dificultades para los ciudadanos.
Lo que resulta incomprensible es que este avance de la banca hegemónica no haya sido detectado por los políticos. El detonante para hacer público lo que era evidente, fue Carlos San Juan, médico jubilado,78 años, quien inició en Change.org una campaña para recoger firmas denunciando al sistema bancario bajo la consigna “soy mayor, no soy idiota“ y pidiendo un trato más humano. En pocos días reunió más de 600 mil firmas y las entregó en organismos oficiales. Entonces le llamó el presidente de gobierno, lo saludó la ministra de economía y los medios comenzaron a ocuparse del tema. Recordaron que la autonomía personal de los mayores es un derecho. Y que es necesaria la asistencia personalizada a quienes lo necesiten, ampliar horarios de atención, formularios en papel, y mucho sentido común. Deben ser tratados con respecto, que no se les infantilice o se les humille. Pero… ¿que cambiará, que es lo que importa? ¿Quien le pondrá el cascabel al gato, en este caso a la banca? El gobierno sugiere que sea el propio sector quien tome medidas. Los banqueros dicen que “están en eso” y hablan de protocolos. Pero insinúan simples maquillajes. Urge una intervención parlamentaria y gubernamental hasta donde sea posible. Y movilizaciones ciudadanas que acompañen la iniciativa de Carlos San Juan.
Queda en el aire un interrogante. ¿Porqué no revitalizar una banca pública, a nivel estatal, provincial y municipal? Varios países europeos la tienen. Tres de ellos el alemán NRW, el holandés BNG Bank y el sueco Swedbank están entre los más solventes de Europa. Pero ese será tema para una próxima columna.
Cierro recordando que los primeros afectados fueron los mayores cuando la opción digital se convirtió en muchos casos en vía única. Parodiando a Bretch alguno podría decir “a mi no me importó porque yo no soy mayor”, pero que tenga en cuenta el final del poema cuando dice…“ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde…”
Carlos Iaquinandi. Periodista, presidente del Centro Latinoamericano de Reus, y coordinador de la Agencia SERPAL (Servicio Prensa Alternativa)
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