Si comenzamos por considerar a los residuos como «basura», estamos anticipando, despectivamente, que nos estorban, que hay que deshacerse de ellos de cualquier manera sin que importe cómo ni tampoco las consecuencias que pueda originar el procedimiento elegido. Pero, sucede, que los residuos no son «basura» sino valiosas materias primas que, además, escasean; no son […]
Si comenzamos por considerar a los residuos como «basura», estamos anticipando, despectivamente, que nos estorban, que hay que deshacerse de ellos de cualquier manera sin que importe cómo ni tampoco las consecuencias que pueda originar el procedimiento elegido. Pero, sucede, que los residuos no son «basura» sino valiosas materias primas que, además, escasean; no son más que los restos de los productos utilizados para la alimentación y las necesidades domésticas.
Los recursos de la naturaleza son limitados, los bosques se reducen y las tierras de cultivo sobre explotadas se empobrecen. Por otra parte, el suelo y atmósfera no son un basurero en donde podamos ir echando sin parar cada vez más y más «basura».
El problema no está tanto en los residuos -en la basura- sino en las prioridades establecidas que comienzan por las grandes inversiones al servicio de intereses políticos y económicos. Para dar una respuesta adecuada es necesario conocer en detalle de qué estamos hablando y ver el alcance de determinadas decisiones y, también, cómo y por qué se han tomado y qué responsabilidad o irresponsabilidad hay en ellas.
Hay datos suficientes para poder tener una opinión con cierta consistencia. Asturias, como cualquier otra comunidad, genera al año 517.000 toneladas de residuos domiciliarios, 479 kg por habitante y año, de los que sólo recicla el 9,9% y, el resto, 466.000 toneladas, van al vertedero. Destacan 196.000 toneladas de residuos orgánicos (38%) y 107.000 toneladas de papel y cartón (20,6%). Los plásticos y los textiles llegan casi al 11% cada uno, mientras que el vidrio sólo es el 5,6%, los metales el 3,6% y otros residuos el 10,5% restante. Estos residuos sólo representan el 12,4% del total de los residuos regionales.
Con la basura domiciliaria sólo caben dos soluciones: eliminarla por incineración o en vertedero, o recuperarla. Enterrarla como se está haciendo es más «aceptable» que incinerarla como se pretende, porque es «tirar» al aire, a la atmósfera, el 70%, principalmente en forma de CO2, dioxinas y polihalogenados y, el 30% restante, son cenizas que han de ir al vertedero. Pero sólo se pueden quemar las 219.000 toneladas de papel, cartón, plásticos y textiles, el 42,3% de los residuos, con una escasa producción de energía eléctrica ya que la eficiencia energética neta de las incineradoras sólo es del 15,3%, de modo que, además, se obtiene mucha menos energía que la necesaria para obtener los productos quemados pero, eso sí, con mucha más contaminación.
El reciclado y la reutilización es la única solución sostenible, no presenta contraindicación alguna y favorece al medio ambiente y a la salud. Sin grandes inversiones de capital puede proporcionar mil puestos de trabajo directos, mientras que una incineradora de 450.000 toneladas apenas llegan a 80. El tratamiento adecuado de la «basura» es una fuente de riqueza próxima y propia que, además del empleo directo, genera otros empleos necesarios para poner en el mercado, de forma adecuada, las materias primas recuperadas.
Sirva de ejemplo y de modelo una ciudad tan poco sospechosa como San Francisco, en California que, planteando una combinación de estrategias tan simples como factibles, ya fijó como objetivo en el 2003, llegar a cero residuos para el 2020.
El tratamiento de los residuos domésticos está regulado, incluso a nivel de la UE, aunque en Asturias, como en la mayor parte de las comunidades, poco o nada se ha hecho. La recuperación de residuos ya tendría que ser del 50% (frente al actual 9,9%) y del 75% en pocos años. Tampoco hay planteamiento alguno respecto a la nueva Directiva Marco de Residuos 2008/98/CE que ahora entra en vigor para desarrollar la política a seguir. En el «Artículo 4. Jerarquía de residuos«, establece el orden de prioridades para la gestión de los residuos comenzando por la prevención, la reutilización, el reciclaje y la digestión anaeróbica, de tal modo que incluso previene a las autoridades responsables que tendrán que demostrar en base a qué criterios o jerarquía de valores deciden saltarse el orden establecido en la Directiva si optan por comenzar por la eliminación por incineración, que es la forma más dañina posible. Como los objetivos de la recuperación están bien definidos, las sanciones serán inevitables ya que se plantea la construcción de la incineradora de espaldas a la Directiva.
El tratamiento de los residuos no es ninguna alta tecnología, pero sí requiere una laboriosa planificación para gestionar tanto la recogida como su posterior comercialización. Sin apenas inversión y con la creación de diez veces más puestos de trabajo directos, más los derivados del acondicionamiento de los residuos tratados y más allá de una apuesta por una política ecológica y sostenible, es un desafío para la capacidad de organización y planificación del Gobierno. Pero, contrariamente, sin planificación alguna, lo «fácil» es invertir 400 millones de euros en una incineradora, porque se trata de un gran negocio y sólo hace falta «adjudicarla», aunque así se vaya en contra de numerosos intereses sociales y sea un temerario desafío a las leyes regionales, estatales y a la citada Directiva de la UE.
En medio de una situación económica y social tan complicada que no para de degradarse, el Gobierno asturiano desperdiciando otras ventajas económicas y sociales, se plantea una millonaria inversión similar a la necesaria para la construcción del HUCA (Hospital Unuversitario Central de Asturias).
Y, no sólo no hay una apuesta por una economía social y de mayor respeto por el medio ambiente y por la salud, sino que en sentido contrario, se vuelve a la prodigalidad en las cuantiosas inversiones improductivas de capital. No sólo se trata de un despilfarro, sino de una afrenta a los ciudadanos.
Nota:
Dentro del Gobierno de Asturias formado por la coalición del PSOE-IU-BA-LV, algunas personas pertenecientes a IU-BA-LV se han mostrado en contra de la incineradora pero, como en tantas otras ocasiones, se olvida que mientras se está en el Gobierno las decisiones son colegiadas. En éste como en tantos otros graves problemas y discrepancias, las amenazas de romper el pacto de gobierno o de medidas similares, nunca han pasado de amenazas.
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