Hace unos pocos años un diplomático latinoamericano en Madrid me comentó que los gobiernos españoles y sus portavoces y funcionarios padecen de una enfermedad que, al parecer, no tiene cura: la incontinencia verbal. El entonces representante de América Latina en la nación ibérica evidentemente tenía toda la razón por la forma airada y sin tener […]
Hace unos pocos años un diplomático latinoamericano en Madrid me comentó que los gobiernos españoles y sus portavoces y funcionarios padecen de una enfermedad que, al parecer, no tiene cura: la incontinencia verbal.
El entonces representante de América Latina en la nación ibérica evidentemente tenía toda la razón por la forma airada y sin tener todos los elementos con la que siempre reaccionan las autoridades españolas, sobre todo las de la derecha ultraconservadora, actualmente en el poder.
Un ejemplo de esa postura fue por estos días la algarabía que montó el gabinete español de Mariano Rajoy, cuando su similar boliviano del presidente Evo Morales decidió nacionalizar tres aeropuertos administrados durante varios años por una empresa del estado europeo.
La cancillería de la exmetrópoli boliviana en un tono arrogante, como es su costumbre, llegó incluso a decir públicamente en Madrid que revisaría sus relaciones con el ejecutivo de Morales, soslayando por supuesto que dicha empresa se había enriquecido con el control de las terminales aéreas de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, sin hacer inversión alguna para mejorar los servicios.
El propio máximo dirigente de este país andino firmó el decreto de incautación de esos aeropuertos ante la pésima gestión de la compañía europea, determinación que fue aplaudida por todos los trabajadores nacionales.
Asimismo, ante la reacción perturbada del régimen de Rajoy, Morales señaló que Bolivia continuaría teniendo nexos con el pueblo español, aunque su gobierno decidiera romper los vínculos bilaterales.
La respuesta del jefe de Estado boliviano fue serena, mesurada y responsable, aclarando que no tiene nada en contra de las empresas extranjeras que decidan invertir en este país, pero que deben tener claro que no se permitirá el saqueo, como otrora hicieron los colonialistas españoles.
En ese sentido, resaltó los excelentes nexos que tiene su gobierno con la compañía de hidrocarburos Repsol, también de la nación ibérica, que opera aquí desde hace años, pero lo hace con seriedad y respeto.
Las declaraciones de Morales fueron como un tapabocas para el régimen de Rajoy, que recogió cuerdas, y aparentemente se retractó para evitar que la sangre llegue al rio.
Los tiempos que vive hoy España, enfrentada a la peor crisis económica y social de los últimos 30 años y a escandalosos hechos de corrupción, no son para desafiar a Latinoamérica, un mercado natural que ha maltratado en vez de seducir con buenas maneras, precisamente por su arrogancia colonialista y su achacosa incontinencia verbal.
Esperemos que lo sucedido en estos días con Bolivia le sirva como otra experiencia a Rajoy y sus más cercanos colaboradores, aunque por su viejo actuar cotidiano la enfermedad de los gobiernos españoles no tiene remedio alguno.
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