Los topicazos, presentados a menudo como verdades indiscutibles, como puro sentido común que sólo los ignorantes o los maliciosos cuestionan, dominan el mundo de la política, la comunicación y el universo de las redes sociales. Y, por supuesto, impregnan hasta la médula el discurso económico. Así, los formadores de opinión en todos los niveles elaboran y transmiten continuamente píldoras simples (simplonas) destinadas a calmar la ansiedad y el desconcierto de los receptores que, en un mundo complejo y cambiante, buscan respuestas rápidas y concluyentes.
Hay tópicos para todos los gustos y de todos los colores. Uno de los más recurrentes, en el que ahora quiero centrar mi comentario: «Nuestra economía necesita de la inmigración (regular, por supuesto)». Un mantra frecuentado últimamente por Pedro Sánchez y los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, que los medios de comunicación alineados con esta formación repiten, hasta la extenuación, una y otra vez. Y lo más inquietante es que también lo hacen suyo políticos y economistas teóricamente situados a su izquierda, de los que cabría esperar una reflexión más compleja y matizada… Pero, ya se sabe, ¡quien espera, desespera!
¿Es erróneo ese planteamiento? En absoluto, es una verdad tramposa. Es cierto que una parte sustancial de las personas migrantes que llegan España y a Europa son jóvenes, contribuyendo por lo tanto su entrada al rejuvenecimiento de la pirámide poblacional, actulmente envejecida. También es evidente que, si estas personas consiguen trabajar, representan un factor de dinamización de las economías, en la medida en que activan el consumo y la inversión.
En un clima de estigmatización de los inmigrantes, de odio creciente a los que vienen de fuera, es importante insistir en que es imposible entender el crecimiento económico sin su participación.
¿Punto y final? ¿Dejamos aquí el razonamiento? Para sus defensores, sí, esta es la cuestión en la que hay que instalarse. Desde esta perspectiva, aquí estaría la línea divisoria entre las izquierdas, por un lado, y las derechas y el fascismo, por otro (los cuales, en realidad, no son tan diferentes en las cuestiones de fondo); formaciones que explotan el discurso del odio y la mentira, que tan buenos resultados electorales les está proporcionando y que en algunos casos ya las ha llevado al gobierno.
Pero esas izquierdas que asocian positivamente inmigración y crecimiento no dicen nada, o cuanto menos no lo integran en el razonamiento, sobre las condiciones laborales, en algunos casos próximas al esclavismo, en las que trabajan las personas migrantes, los bajos salarios que perciben y las largas jornadas que se ven obligadas a realizar, sobre las infraviviendas en las que habitan… ¡Nada de eso es importante! ¡Situemos el asunto en el cómodo mundo de las generalizaciones donde todo queda en afirmar que nuestra economía necesita a las personas migrantes!
Es obligado, sobre todo lo sería para la izquierda -en realidad es un signo de identidad de una izquierda transformadora-, introducir esta perspectiva más compleja en el análisis, porque en el corazón de las dinámicas económicas hay clases sociales, hay diferencias estructurales que el uso y el abuso de los agregados ocultan y/o ignoran. Y hay que saber (y ser consecuentes con esta afirmación) que los inmigrantes se encuentran instalados en los segmentos más precarios del entramado económico y social. Una cuestión trascendental, para entender el funcionamiento de un capitalismo y una clase empresarial cuyo crecimiento, ese que tanto se bendice como si fuera en sí mismo un objetivo a alcanzar, se sostiene en buena medida en la degradación de las condiciones laborales de los trabajadores autóctonos y de los que vienen de fuera.
Fuente: https://www.lamarea.com/2024/08/29/la-inmigracion-es-buena-para-la-economia/