Casualmente releo en un periódico de fecha 5 de noviembre de 1998 la noticia de que la Audiencia Nacional (AN) condena a 4 etarras a 14 años de prisión por el secuestro durante 3 meses y medio del industrial Julio Iglesias Zamora ocurrido en 1993. Leo el 1 de junio de 2018 que la misma […]
Casualmente releo en un periódico de fecha 5 de noviembre de 1998 la noticia de que la Audiencia Nacional (AN) condena a 4 etarras a 14 años de prisión por el secuestro durante 3 meses y medio del industrial Julio Iglesias Zamora ocurrido en 1993.
Leo el 1 de junio de 2018 que la misma AN condena a penas de hasta 13 años de prisión a unos jóvenes por una pelea ocurrida de madrugada en un bar de Alsasua en 2016, en la que se vieron involucrados dos guardias civiles fuera de servicio y sus novias. Creo que no es necesario detenerse a comparar los hechos que han supuesto condenas similares.
Conviene recordar no obstante que cuando se produjo el secuestro, ETA tenía gran actividad violenta, y por el contrario esta actividad (gran excusa del régimen para su endurecimiento), había desaparecido hacía 5 años cuando ocurrió la pelea de bar, y por lo tanto no podía ser atribuida a actividad terrorista.
20 años separan estas dos condenas, que suponen una expresión gráfica y contundente de la involución de este régimen, con el endurecimiento del código penal, la ley Mordaza, el secuestro informativo del oligopolio mediático, las condenas por cantar, los montajes policiales, las multas e identificaciones arbitrarias en actos, etc.
Hay bastantes aspectos de esta situación que me recuerda los últimos años del franquismo, y en particular uno: la esperanza que teníamos en las instituciones europeas para deslegitimar al régimen que nos oprimía.
Celebrar un referéndum vinculante es un ejercicio democrático normal en muchos países, pero aquí significa penas de cárcel, y tenemos que andar esperando que la justicia europea nos redima del secuestro en el que nos tiene sumido el aparato judicial contaminado de gérmenes franquistas, (igual que otros poderes del estado como el ejército), que no fueron desinfectados en la controlada y sangrienta transición de la que ahora se celebran sus 40 años.
No tengamos miedo a llamar las cosas por su nombre: Estamos frente a una involución de un régimen que cada vez tiene más de autoritario que de democrático. Es la hora de defender unas libertades que en parte conquistamos, pero que estamos dejando arrebatar.
Ahora que hay más riqueza que nunca en el planeta, cada vez hay más pobres que no llegan a final de mes, también en el llamado primer mundo. La desigualdad viene acompañada de represión, y si queremos igualdad tenemos que luchar también por la libertad.
Dejemos el sueño y despertemos a la realidad. Luchemos por la libertad, la igualdad y la dignidad.
Pedro Casas es activista social
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