Muchas cosas sorprenden ya en Andalucía, no sólo por la emergencia de VOX, sino también -o quizás por ello-, por el desmoronamiento cultural y estructural de los hasta hoy considerados como la izquierda andaluza con proyección también nacional. No se trata de un cataclismo puntual, sino del derrumbamiento de un castillo de naipes edificado sobre […]
Muchas cosas sorprenden ya en Andalucía, no sólo por la emergencia de VOX, sino también -o quizás por ello-, por el desmoronamiento cultural y estructural de los hasta hoy considerados como la izquierda andaluza con proyección también nacional.
No se trata de un cataclismo puntual, sino del derrumbamiento de un castillo de naipes edificado sobre la impostura de unas etiquetas puramente emocionales vacías de historia y contenido mínimamente relacionado con los fundamentos de la ilustración.
Durante las más de cuatro décadas de transición española la izquierda andaluza, y española, ha conformado un mar de sentimientos en permanente incongruencia con un pragmatismo contingente que nunca ha conseguido destilar una idea capaz de abordar la modernidad comprendiendo y gobernando un nuevo tiempo.
El artículo carece de mayor interés intelectual de no considerarse que su acreditado autor, no sólo es profesor de Investigación (Catedrático) de Sociología del IESA-CSIC, sino que además dentro del think tank del socialismo andaluz puede considerarse como consejero áulico del actual Ministro de Agricultura Luís Planas. Lo que dentro del campo agrario y rural le da a Eduardo Moyano el status de pensador de gran influencia en la izquierda andaluza y nacional.
Incorrecto por cuanto «ponderar el poder de decisión» dentro del contexto cooperativo no supone ninguna reforma del principio «un hombre un voto,» sino su más ácida desintegración.
De la misma forma valorar que «…la cooperativa ya no es, por tanto, el resultado de la acción colectiva de los socios, sino la suma de acciones y estrategias individuales, lo que supone una importante innovación.» no describe una innovación sino toda una involución.
Retroceso tanto más grave cuando a continuación se reconoce la destrucción del principio cooperativo diciendo: «También es verdad que muchos agricultores integrados en cooperativas no tienen los recursos ni el empuje necesario para emprender estrategias propias de comercialización.»
Sorprende esta frase acuñada por el catedrático de sociología del IESA-CSIC especialista en el mundo agrario y rural articulado, inter alia, por la antigua Ley de Cooperativas del régimen franquista superficialmente maquillada por las subsiguientes reformas registradas en el ámbito de la transición democrática.
Precisamente una de las características más constantes del cooperativismo agrario andaluz en el sector del aceite es la predominancia del gran productor sobre el pequeño tanto en la estructura de la gobernanza cooperativa, como en la comercial, donde los pequeños están tradicionalmente relegados de facto a la función de voz discordante en las asambleas anuales.
Desde la perspectiva del mercado las cooperativas agrarias siempre han sido un instrumento pasivo a la presión a la baja de los precios entre «la conveniencia» y «la necesidad,» dado que son las fuerzas del mercado quienes mejor manejan el parámetro de «la necesidad» del productor agrario. Fuerza que actualmente maneja en exclusiva la gran distribución alimentaria.
Sorprende, pues, la afirmación inicial del catedrático cuando establece acríticamente el falso supuesto de «La creciente integración de las cooperativas en la economía de mercado…», toda vez que desprecia el significativo fracaso del cooperativismo agrario en el campo de la comercialización efectiva de sus producciones. No hablamos aquí de las operaciones de venta a un intermediario, sino de la comercialización directa al consumidor bajo marca propia.
Desintegración que además el autor del artículo define -sin estupor alguno-, como un avance de la modernidad del siglo XXI cuando hablando de la naturaleza cooperativa dice estar cada vez más orientada «… por una lógica individualista en la que los antiguos principios de ayuda mutua, participación y solidaridad son cada vez menos utilizados por sus socios para afrontar los retos del mercado.» Sorprende que este artículo provenga desde la agenda intelectual de la izquierda andaluza y española que parece desconocer la lógica neoliberal basada en la hegemonía de un individualismo competitivo. Lógica que mediante el austericidio ha terminado de diluir los contornos institucionales del Estado del Bienestar tradicionalmente basado en el principio de solidaridad de toda acción colaborativa.
La cuestión innovadora no es, pues, privatizar lo colectivo como trata de defender la izquierda de Eduardo Moyano calificándola de innovación efectiva, sino todo lo contrario. Lo que describe Eduardo es, en todo caso, el fracaso del siglo XX.
En el siglo XXI la innovación viene, inevitablemente, de la colectivización de lo privatizado recuperando el control de lo común mediante una sociedad en red que asegure el bien público contra la prevalencia excluyente del interés privado.
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