Joan Josep Nuet Pujals es diputado en el Congreso («en las Cortes de Madrid», escriben curiosamente en SinPermiso) y coordinador de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA); Francesc Matas Salla es conseller de acción política de EUiA. Al alimón han escrito un artículo en torno a la Diada: «Claves del 11 de Septiembre en Cataluña: decidir […]
Joan Josep Nuet Pujals es diputado en el Congreso («en las Cortes de Madrid», escriben curiosamente en SinPermiso) y coordinador de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA); Francesc Matas Salla es conseller de acción política de EUiA. Al alimón han escrito un artículo en torno a la Diada: «Claves del 11 de Septiembre en Cataluña: decidir sobre los derechos sociales y nacionales» [1]. Si no he entendido mal sus críticas y argumentos, aspiran a dar una orientación social y de izquierdas a la manifestación de la Diada y, estratégicamente, apoyan la confluencia de diversas (e incluso heterogéneas) fuerzas políticas en una Syriza catalana. Pretendo comentar algunos pasos de su argumentación en esta nota.
El próximo «11 de septiembre en Catalunya tendrá una repercusión especial», señalan, ya que «un verdadero movimiento surgido desde abajo se manifestará para exigir la independencia». No está claro qué entienden los autores por «movimiento surgido desde abajo» (no es, desde luego, lugar para definir estas nociones) pero, más allá de ello, no es evidente que este movimiento -que cuenta con el apoyo explícito de la mayoría de poderes efectivos y órganos institucionales catalanes, empezando por el propio gobierno Mas-Barcelona World-Bañuelos- tenga esencial o primordialmente esta característica, «desde abajo». Será, prosiguen Nuet y Matas, un cambio cualitativo en la exigencia de los derechos nacionales, resultado «de la acumulación de diferentes procesos sociales: la decepción del Estatut, que después de aprobado por el Parlament fue recortado por las Cortes españolas, y que tuvo como respuesta la impresionante manifestación de julio de 2010». Posteriormente, recuerdan, «se desarrollaron referéndums por la independencia que tuvieron una gran repercusión a nivel municipal y, finalmente, la constitución de la Asamblea Nacional Catalana, que ha convocado la manifestación este 11 de septiembre».
Que la manifestación de julio de 2010, presidida por José Montilla, fuera impre-sionante, sobre todo si la comparamos con otras manifestaciones ciudadanas relacionadas con el 15M y sus alrededores, está lejos de ser evidente pero sí que está claro que en los referéndums convocados en diferentes pueblos y ciudades catalanas el aliento, explícito o implícito, de CiU y sus grandes nombres, Pujol, Mas et alteri (no únicamente de CiU desde luego), fue claro y en absoluto distinto.
La crisis en Catalunya tiene diferentes expresiones, en opinión de Nuet y Mata. La principal, señalan, «está enmarcada en la crisis del euro, en el más que previsible rescate del Reino de España y las repercusiones que tendrá para el conjunto de la población». Hay más rescates en perspectiva y hay más nudos. Uno, por ejemplo, un ataque casi sin precedentes cercanos del gobierno rancio-convergente, en alianza con el PP catalán y en connivencia con las clases dominantes catalanas -las 400 familias de las que ha hablado el señor Millet-expolio Palau-, un ataque, decía, «guerra de clases» en estado impuro podría afirmarse sin exageración, que recuerda las aristas más ennegrecidas de la Lliga de Cambó y los tiempos tenebrosos y represivos (y sin apenas disidencias) de la burguesía catalana en largos períodos del franquismo.
Esta crisis tiene una particularidad catalana, señalan los autores, «se trata de la lucha por todos los derechos nacionales, el derecho a decidir como pueblo, a decidir sin intromisiones ni imposiciones cual es el futuro que se desea». Los continuos intentos de recentralizar el Estado, prosiguen, el convencimiento de que «Catalunya da más de lo que recibe… han ido generando un sentimiento de que las políticas de los gobiernos del Estado han sido perniciosas para Catalunya».
Que dos dirigentes de izquierda transformadora hablen en estos términos de «Catalunya» como una especie de grupo conmutativo homogéneo es de difícil comprensión pero que, negro sobre blanco (que no sobre rojo), hablen del «convencimiento de que Catalunya da más de lo que recibe» resulta absolutamente incomprensible. ¿Y cuál es el problema si fuera esta la situación? ¿Dónde se ubica el agravio en caso de ser así? ¿Y por qué «Catalunya» tiene que recibir exactamente lo mismo que da?
El fracaso de los intentos de establecer nuevas normas y relaciones, en particular con el nuevo Estatut, ha ido reforzando el sentimiento de que poco o nada se puede esperar de los actuales gobernantes del Reino de España, señalan Nuet y Matas, sabiendo, como seguramente saben, que lo que se ha estado alimentando durante varias décadas en Catalunya no es que tal o cual gobierno impulse una política injusta o inadecuada y que, por tanto, nada de se puede esperar de ese gobierno sino que, más allá de eso, Catalunya, ontológica, histórica, económica, culturalmente no puede encajar en España sea cual sea el gobierno e, incluso, sean cual fueran las instituciones políticas que rigieran en Sefarad. Las dos telas, obviamente, no están tejidas con los mismos mimbres (No es necesario añadir -pero lo hago para evitar sesgadas interpretaciones- que el españolismo oscurantista de este régimen español, el de la Monarquía borbónica restaurada y los dos partidos casi intercambiables, abona y propaga un nacionalismo mucho peor, más agresivo y con mayores poderes).
En el terreno económico la situación es límite, señalan Nuet y Matas, «ya que la Generalitat ha tenido que pedir su rescate al Estado español, y que está representando un recorte brutal de derechos en sanidad, educación, derechos sociales». ¿Cómo entender este «ya que»? ¿Ha tenido o no ha tenido nada que ver en la situación de la economía catalana las decisiones tomadas por el gobierno unionista y convergente? ¿Todo el problema reside en «Madrid» como escriben los autores en ocasiones («el gobierno de Madrid»)? No, en absoluto, señalan Nuet y Matas que afirman no tener ninguna duda -¿y por qué no?- «del déficit fiscal del Estado respecto a Catalunya» y de que el «gobierno de Madrid retrasa los pagos que legalmente debe a Catalunya»: «Convergencia hace trampa cuando pretende presentar los recortes y su política antisocial como resultado de las deudas y retrasos de los pagos del Estado».
De acuerdo. Sea eso, e incluso parece razonable pensar que se «necesita un cambio en las relaciones entre Catalunya y el Estado» [2]. Pero Nuet y Matas saben mejor que nadie que la manifestación de este 11 de septiembre, el salto cualitativo del que antes hablaban usando una curiosa expresión de la dialéctica engelsiana, no es una manifestación ciudadana en contra de la política económica de este gobierno -y, por supuesto, del gobierno central-, no es ni siquiera una manifestación a favor del derecho a la autodeterminación del pueblo de Catalunya (y de otros pueblos del Estado) sino una concentración-manifestación ciudadana que agitará como lema central «Catalunya, un nuevo estado de Europa».
¿La Catalunya de Barcelona World-Bañuelos o de la apuesta frustrada por Eurovegas, la de los Mas, Boi Ruiz, Millet, Fainé, Oriol Pujol y Mas-Colell como nuevo estado de la Unión Europea neoliberal? ¿Es a eso a lo que debe aspirar la izquierda transformadora catalana? ¿A una Catalunya-nuevo-Estado-neoliberal-europeo dirigido por una coalición que, como los autores señalan, ha apoyado -y endurecido- leyes tan retrógradas como la contrarreforma laboral? No, claro que no, se dirá. ¿Y entonces? ¿Qué hace una fuerza transformadora en una manifestación que abona vientos que agitan una cebada tan antipopular?
Nuet y Matas informan que tanto ICV como EUiA han convocado a participar (no, añado, sin disensiones internas). CCOO y UGT lo mismo. La Plataforma que ha convocado las manifestaciones contra los recortes del gobierno CiU también (si bien, en su Manifiesto, señalan, lo recuerdan también Matas y Nuet, que su máxima aspiración es «educación, salud y servicios sociales, pilares básicos del Estado del Bienestar, universales y de calidad» y quieren, ingenua y puerilmente e mi opinión, «una Catalunya rica y plena» si bien «rica para todos y no sólo para unos cuantos»). Los autores no dicen, porque no cuadra en su exposición, que el movimiento 15M, esencial en las últimas y muy masivas manifestaciones sociales en Catalunya, lo mejor que ha irrumpido en el espacio de la izquierda en estos últimos años, está lejos de apoyar una manifestación que, más allá de algunas disidencias y sectores críticos, tiene como eje vertebrador la independencia, la formación de un Estado propio en Catalunya y, sobre todo, culturalmente hablando, el nudo esencial de que «España» es enemiga-adversaria de Catalunya y una dificultad extrema para su desarrollo histórico autónomo. No logro ver que tiene que ver el internacionalismo con todas estas consideraciones.
¿Cuántas banderas republicanas aparecerán en la manifestación del 11? ¿Cuántas referencias al Chile de Allende y la Unidad Popular? ¿Cuántos llamamientos a la unidad y solidaridad entre pueblos y ciudadanías de Iberia? «Una confluencia entre diferentes sectores, independentistas, soberanistas, federalistas… que ofrezca alternativas nacionales y sociales para el conjunto del pueblo, un paso adelante en lo que ya se está popularizando como la necesidad de conformar una Syriza catalana», concluyen finalmente los autores. La realidad y el deseo no siempre confluyen y las finalidades contrapuestas no suelen favorecer su proximidad.
¡Que lo que vamos a vivir este próximo 11 de septiembre (y en las lecturas e interpretaciones mediáticas posteriores) refuten de arriba y abajo mis temores! ¡Que los autores, mucho más versados que yo en el tema, tengan razón y que la «Catalunya rica y plena» sea crítica, insumisa, solidaria y abone sendas anticapitalistas!
Notas:
[1] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5231
[2] Expresión sin duda discutible: con su uso, parece que Catalunya no sea hoy parte de ese Estado donde, en cambio, estarían incluidas Galicia y Euskadi.
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