Traducido para Rebelión por Daniel Escribano
«La nit, que llarga que és, la nostra nit, la nit» («la noche, que larga que es nuestra noche, la noche») cantaba Raimon cuando en el Estado español estaba prohibido hacer política democrática… ¿Cuándo estaba? ¿Acaso todo lo que está ocurriendo actualmente nos permite decir que en el Reino de España hay democracia?
La única ley justa es la que impide preguntarse por su justicia, decía Platón, pero, evidentemente, él prefería sólo la república autoritaria y España, está a la vista, es una monarquía y, al tiempo, dicen que es democrática. Entonces, ¿por qué a los que detienen preguntan en alto y públicamente por la justicia de las leyes? Dicen que porque son terroristas, pero…
La palabra terrorismo, propiamente, viene del significado de terreo. Esto es, el origen de esa palabra sería ‘hacer temblar’ o, acaso mejor, ‘asustar’. El terrorismo es hacer desaparecer al otro mediante el miedo. Y, para eso, no es necesario matar a nadie. Los creyentes son terroristas ─»no hay salvación fuera de la Iglesia», suelen decir los católicos… Los psicólogos son terroristas cuando hurtan la palabra del otro patologizando las emociones de otros, y los padres o también los profesores nos convertimos en terroristas cuando acallamos a nuestros hijos o alumnos. El terrorismo se desarrolla en la medida que no se acepta el carácter y la palabra del otro.
Se debe al emperador Justiniano que el monopolio del miedo corresponde al Estado. Desde entonces hasta ahora, por el contrario, querer hablar con el Estado es lo que el poder jamás ha querido admitir. Mucho menos si se quiere hacer de modo tan público como transparente, porque, como expresó Platón, no se puede difundir ni una brizna de duda sobre la justicia de las leyes del Estado, puesto que él es su autor y, por eso, el suyo es de por sí un poder autoritario. No se puede hablar con el Estado. El diálogo es imposible. Y es que el monólogo del Estado es terrorista.
Las normas que ofrece para la política la monarquía española no sirven. Evidentemente, son válidas para instrumentar cambios dentro de su sistema, pero no para cambiar el propio sistema. O, expresado de otra forma, se puede jugar en esas normas para perder, pero jamás para ganar. Hay que hacer desaparecer lo que pueda poner en riesgo el sistema. Por ello sólo se aceptan en las elecciones a los que no cuestionan el sistema, a los que no denuncian las trampas… porque los charlatanes dominados, esos que han dejado de ser diferentes entre sí, no son más que esbirros del Estado incapaces de hablar con él frente a frente sin miedo.
Gleiche Freiheit für alle («Igual libertad para todos») reivindicaba Immanuel Kant en el camino para lograr La paz perpetua, pero, aquí y ahora, el ambiente es oscuro y no se advierte el amanecer. «Tras la noche, vendrá la noche más larga… quiero que no me abandones, amor mío, al alba.»
Vienen elecciones falsas, porque el terrorismo del Estado no deja salir al ágora a competir a verdades diferentes, a las que detiene y condena. Sin embargo, aunque el acoso contra ese carácter diferente ─di fero, que debe ser apartado─ nos robe y encierre a quienes queremos, no les dejaremos solos hasta que ilumine el amanecer, porque, aunque sea larga la noche hibernal, vendrá el alba.
* Fito Rodríguez es el presidente de la Asociación de Escritores Vascos
Berria, 15 de febrero de 2008