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La libertad de elección de los indoctrinados

Fuentes: Rebelión

Todos estamos pasando días de poco dormir; días y noches pues pensando incesantemente, tratando de aprender de los hechos, extrayendo conclusiones de la historia, destilando experiencias, meditando cada evento, revisando errores de conductas, tácticas fallidas, examinando políticas mal instrumentadas, reflexionando en los cimientos de la teoría y buscando grietas en toda su estructura, vislumbrando las […]

Todos estamos pasando días de poco dormir; días y noches pues pensando incesantemente, tratando de aprender de los hechos, extrayendo conclusiones de la historia, destilando experiencias, meditando cada evento, revisando errores de conductas, tácticas fallidas, examinando políticas mal instrumentadas, reflexionando en los cimientos de la teoría y buscando grietas en toda su estructura, vislumbrando las posibles ventajas que esconde el infortunio, sopesando las mejores alternativas, los próximos pasos… «Día aciago para la guerrilla», escribió el Che en su diario ante eventos desdichados e irreparables, como si estuviera adivinando la jornada dominical en Venezuela…

En USA, como en México, por poco, por muy poco, gana la opción menos mala, lo mismo casi que en Perú y Colombia, salvando las diferencias de calidades personales. En Costa Rica no faltó nada para que ganara el NO y en Venezuela, el SI… Queda demostrado una vez más que las «personas libres» son o un franco eufemismo o seres notablemente infrecuentes en sociedades en que impera la ideología burguesa de la época, precisamente a través del dominio apañado, pero total, de las subjetividades de esos seres humanos. Así, puestos a elegir, ellos lo hacen siguiendo los patrones de conducta que les han sido programados… Están dispuestos a luchar por vivir en un régimen que les permita disfrutar los beneficios de la burguesía. Creen que esos beneficios son evidentes: buenas casas con piscinas, buenos autos, espléndidas vacaciones (todo el mundo sabe qué son unas vacaciones espléndidas), yates, armanis, salarios elevados, joyas, algunos lujos, comidas exquisitas y pequeños vicios humanos que se han de ir superando con el tiempo y a como dé lugar. Desde luego no está mal que los hijos estudien (uno ya está mayor pa’ eso); eso sí, en escuelas de la high. También es bueno que la medicina esté a la mano pa’ poderle cambiar las tetas a la vieja y ponerse otros pulmones si los que uno tiene se les llenan de humo… Ese régimen no se llama capitalismo, porque el capitalismo es lo que siempre ha habido y eso no es lo que uno tiene. Por tanto hay que hacer otro sistema que le dé a uno eso que uno se merece. Si le llaman socialismo, hay que votarlo. Pero si se andan con la vaina de que pa’ que uno tenga esas cosas tiene que ser que otros que uno ni conoce vivan en la miseria (entonces lo ponen a uno a creerse malo y a estar pensando en gentes que uno en su vida ni ha visto), y que el socialismo es pa’ coger cultura y que todos tengamos las mismas oportunidades pa’ realizarnos plenamente, entonces no lo voto, porque capaz de que yo tenga mucho ya y me obliguen a darle algo de lo mío a los churrosos que se la han pasa’o de sabrosones sin pegarla ni doblar el lomo…

Los nuevos paradigmas, esos que todavía apenas se vislumbran y se construyen mientras se adoptan, mejoran y rechazan, requieren el paso de algunas generaciones para que se universalicen: su aceptación exige la conformación de su propia cultura, de sus enfoques científicos -humanistas y ecologicistas-, de sus ideaciones, con todo el enorme arsenal de héroes, teorías, emociones y subjetividades que semejante proyecto implica. Nunca como ahora ha sido tan evidente que la historia ha situado a todos, a cada cual según su presteza y prestaciones, en los únicos dos bordes que posee un frente de guerra: lo sepamos o no, nos guste o no, somos combatientes de una incruenta y formidable batalla de ideas, del resultado de la cual, más que nos pese, depende el futuro de la humanidad, ya de por sí bastante incierto.

No se puede cejar.

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