En 2007 se conmemoran 30 años del paso del régimen franquista a la actual monarquía democrático burguesa, cuyo momento cumbre fueron las elecciones generales del 15 de junio.
Con tal motivo, los poderes mediáticos no están bombardeando como en otras ocasiones, hablándonos de las bondades del sistema y alabando lo modélica que fue aquella Transición «pacífica» que llevaron a cabo los elementos aperturistas del régimen franquista y los grandes partidos y sindicatos del actual, como PSOE, PCE, PNV, UGT y CCOO a los que habría que añadir aquellas personas que en un principio no aceptaron el nuevo régimen y después se sumaron de forma entusiasta. Efectivamente, se nos habla de la figura del ex-presidente Adolfo Suárez, del rey Juan Carlos y de su papel fundamental, además de la «responsabilidad» de las citadas organizaciones, en especial el PCE, que con Carrillo y sus euroliquidadores a la cabeza acabaron con los años de combatividad y honradez revolucionaria de este partido y traicionaron a la clase obrera y al pueblo en general.
Traición iniciada años atrás y culminada en los años de la llamada Transición. Esa transición, lejos de ser pacífica, tuvo mucho de convulsión y violencia, y no sólo por parte de las organizaciones armadas como las distintas ETAs, los GRAPO, y los distintos grupos fascistas, si no del propio régimen que asesinó y machacó de forma impune al pueblo con ejemplos sobrados, sobre todo en Euskal Herria que sin desmerecer a otros pueblos del estado, fue más combativa y estuvo, al igual que bajo el franquismo, a la cabeza de la lucha. Un ejemplo a recordar son los asesinatos de obreros en Gasteiz del 3 marzo de 1.976, Montejurra 76, la semana pro-amnistía convocada entre el 8 y el 15 de mayo donde la policía al servicio del régimen asesinó a siete personas en Euskal Herria, Sanfermines del 78 con la muerte de Germán Rodríguez militante de LKI, la ecologista Gladis del Estal, asesinada en Tudela el 3 de junio del 79, etc. En el resto del estado también hubo represión y muerte, como por ejemplo en los famosos 7 días de enero de 1.977 con dos estudiantes muertos y con la culminación de la matanza de Atocha en Madrid, donde fueron asesinados cinco abogados laboralistas vinculados a CCOO y al PCE.
Como ya he indicado, «la Transición» la hicieron ellos porque de ahí salió lo que hoy en día tenemos, pero la protagonizó el pueblo trabajador y sus organizaciones. Ya en el año 1.976 algunos presos salieron a la calle y algunas organizaciones sindicales y políticas actuaban de forma semilegal y en teoría el último preso salió en diciembre de 1.977, pero enseguida volverán a entrar de nuevo otros políticos, en este caso vinculados a la llamada izquierda abertzale que junto a pequeños grupúsculos de la izquierda revolucionaria supo hacer frente de forma organizada a la farsa del nuevo régimen con mayor o menor acierto.
En cuanto a la figura de Suárez, al que ahora que está enfermo se le recuerda y que al principio se le tuvo en cuenta porque el nuevo régimen le necesitaba, después, cuando ya no se le necesitó, se le marginó y echó para dar paso a la socialdemocracia, después, socioliberalismo de González y Guerra. En definitiva, «la Transición» fue producto de las necesidades, por un lado de la burguesía monopolista emergente española que se quería acomodar a la nueva situación del estado español en Europa, y a que necesitaba resituarse en el orden imperialista mundial a cuya cabeza estaba Estados Unidos, que tanto invirtió a través de sus servicios secretos en que «la Transición» fuese bien, y por otro lado las necesidades de las burguesías nacionales vasca y catalana, encarnadas en el PNV y CIU respectivamente, además de las burguesías que habían tomado el poder en los antiguos partidos obreros el PCE y el PSOE.
Hoy en día, sobre todo después de un período de gobierno de la derecha pura, representado por el PP, ya con el PSOE otra vez en el gobierno, vemos como de aquellos polvos, vienen estos lodos, con una «izquierda» débil y domesticada, incapaz de levantar cabeza y con una derecha cada vez más envalentonada, sin complejos y que sociológicamente encarna las esencias del régimen anterior. Esta derecha se opone a toda ley «progresista» por mínima que esta sea y fue capaz, con la ayuda del PSOE y la aquiescencia del resto, de poner en marcha una ley contra la libertad de expresión, como es la ley de Partidos que llevó a la ilegalización definitiva de la izquierda abertzale y al cierre de medios que le molestaban.
Por último, vemos que tras el anuncio por parte de la organización armada ETA de la ruptura de la tregua que mantenía desde el pasado 24 de marzo de 2.006, el gobierno del PSOE toma una serie de decisiones políticas como el encarcelamiento del portavoz de la I.A. Arnaldo Otegi y también la vuelta a prisión de De Juana Chaos, además de pactar con el PP la gobernabilidad en Nafarroa, cuestión de estado, en el 36, en «la Transición», y ahora.
Frente a esta situación, además de denunciar la farsa que fue «la Transición» y desenmascarar a los medios que hoy en día la glorifican, es necesario aquí en Euskal Herria ir poniendo las bases de Constitución del Partido de vanguardia revolucionaria y organizar al pueblo trabajador vasco y a las clases populares, en el camino de un estado socialista vasco, base de la revolución mundial, como única salida a aquella transición y otras que nos puedan venir, sin descartar en ese largo recorrido, alianzas tácticas con aquellas fuerzas democráticas y populares que sin ser objetivamente revolucionarias, si que nos acercan al objetivo final en tanto y cuanto son rupturistas con el actual marco jurídico-político.
En cuanto al resto del estado, aunque no hay una fuerte organización democrática y popular, también es necesario la constitución de esa organización revolucionaria capaz de levar al pueblo trabajador a emanciparse para ponerse al frente de lucha, defendiendo en todo momento el derecho de autodeterminación de los pueblos, incluyendo el derecho de separación y constitución de estados independientes, en el camino del socialismo.