El cinco de Junio se celebra el Día Mundial del Ambiente, y nada mejor para ello, que la información publicada por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) donde se indica que 2010 bate el récord histórico de emisiones de CO2 , que alcanzaron ¡nada menos! que 30,6 gigatoneladas (30.600.000.000 toneladas), representando un incremento del […]
El cinco de Junio se celebra el Día Mundial del Ambiente, y nada mejor para ello, que la información publicada por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) donde se indica que 2010 bate el récord histórico de emisiones de CO2 , que alcanzaron ¡nada menos! que 30,6 gigatoneladas (30.600.000.000 toneladas), representando un incremento del 5 % respecto a 2008, año en que estalló la crisis económica global http://www.iea.org/index_info.
Señala además el informe que para escapar de los efectos más perjudiciales del calentamiento global, la generación de CO2 no debería ser mayor de 32 gigatoneladas anuales para 2020. Incluso, el mantenimiento de este nivel de emisiones, generará un aumento de 2 grados centígrados en la temperatura del planeta, límite máximo que, estiman los expertos, hace manejable la situación.
La situación es tan crítica que aún en un escenario optimista de reducción del crecimiento interanual de las emisiones a la mitad de lo registrado en 2010, es decir a un 2,5 por ciento, para 2020 se alcanzaría la cifra de ¡ 40,12 gigatoneladas !, cantidad que tendrá consecuencias impredecibles para el clima del planeta. Mientras tanto, la locomotora del paradigma de crecimiento continuo mantiene su marcha impertérrita hacia el precipicio. Mientras tanto, impasibles, continuamos derrochando combustible, y nuestras vidas, en formas alienantes. ¿Cuantas horas de vida malgastamos en las colas en Caracas, los atascos en las salidas de Madrid o en los «engarrafamentos no Sao Paulo»?
Lo más sorprendente y terrible es que este incremento de las emisiones sucede en medio de una crisis económica que está afectando a cientos de millones de habitantes del planeta y que, de acuerdo a lo que proponen gobiernos, especialmente de los países desarrollados, que son los que consumen y depredan más, organismos multilaterales y muchos reconocidos economistas, pretende sea superada promoviendo más consumo, sobre todo en sectores productores de bienes, la mayoría de las veces no esenciales para la población.
Sorprende aun más, la perdida de capacidad de respuesta de diversos sectores de la sociedad, incluso de los países desarrollados, que se habían caracterizado por mantener presión sobre los gobiernos e instituciones y que, cada vez más, son también víctimas de la intensificación de los fenómenos climáticos derivados del calentamiento global.
En esta situación, la declaración de Rio 92 sobre el medio ambiente y desarrollo, es apenas un pálido recuerdo de la movilización global que se generó a finales de los ochenta y que generó esperanzas de llegar al menos a acuerdos y compromisos globales que evitaran el colapso civilizatorio. Uno de los resultados concretos derivados de la ECO-92 – El Protocolo de Kyoto – propuso un cronograma de obligatorio cumplimiento a las naciones para reducir la cantidad de emisiones de gases invernadero a los niveles registrados en 1990, cuestión que, como puede deducirse de las cifras presentadas arriba, hoy es apenas letra muerta.
Ante esta situación conviene recordar algunos de los principios de la Declaración, que de manera tan rimbombante suscribieron la mayoría de los lideres del planeta en la ECO-92, y que deberían enarbolarse para oponerse a la paranoia desarrollista que lo único que considera importante son los puntos de crecimiento del PIB, aun a coste de la salud del planeta y el bienestar de cientos de millones de sus habitantes:
Principio 1
Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sustentable. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.
Principio 8
Para alcanzar el desarrollo sustentable y una mejor calidad de vida para todas las personas, los Estados deberían reducir y eliminar las modalidades de producción y consumo insustentables y fomentar políticas demográficas apropiadas.
Principio 21
Debería movilizarse la creatividad, los ideales y el valor de los jóvenes del mundo para forjar una alianza mundial orientada a lograr el desarrollo sustentable y asegurar un mejor futuro para todos.
Principio 25
La paz, el desarrollo y la protección del medio ambiente son interdependientes e inseparables.
Es evidente que los esfuerzos de recuperación de la economía adelantados desde los grandes centros de poder ignoran a los seres humanos como el centro de las preocupaciones. También es evidente que no están realizando mayores esfuerzos por reducir y eliminar las modalidades de producción y consumo insustentables. Es evidente actual modelo de desarrollo es inviable y que, en el fondo, estas medidas simplemente están postergando lo inevitable: un inminente cambio civilizatorio.
Pero en nuestro ámbito también debemos asumir responsabilidades. En América Latina. por ejemplo, el reforzamiento de la economía primario – exportadora incrementa la explotación de recursos minerales, agrícolas y energéticos y la generación de productos de primera transformación para exportación acentuando la complementariedad asimétrica de nuestras economías al sistema capitalista global, modelo que genera importantes impactos socioambientales. Por ejemplo, Venezuela y Brasil, por citar los dos productores de petroleo más grandes de la región, se proponen incrementar significativamente la producción para destinarlo fundamentalmente a la exportación, cabiendo preguntar ¿Con este incremento – en el caso de Venezuela, su duplicación – ¿cuál será la responsabilidad de estos países en el aumento de las emisiones de CO2 y, consecuentemente, del calentamiento global? Se impone entonces hacer una revisión de nuestros planes y metas de desarrollo, sobre todo si estamos hablando de países con gobiernos «progresistas».
La responsabilidad que nos compete entonces como individuos y como sociedad es demasiado grande. Debemos asumir con toda la gravedad del caso las amenazas reales del colapso por el cambio climático. Quizás nos queda mucho menos tiempo del que suponemos, por lo que debemos emprender acciones en los diversos ámbitos. Se debe incrementar la presión social por la formulación de políticas económicas e industriales que efectivamente consideren el problema, y propongan cambios efectivos del modelo socioproductivo. Se debe combatir la alienante publicidad que induce a consumir y consumir. Aquí los elaboradores de política y los líderes tienen una gran responsabilidad.
Debemos asumir el Principio 21, apelar a la sensibilidad, creatividad y la búsqueda de ideales de la juventud como elemento sustancial que permita lograr la imprescindible transformación. No olvidemos el principio 25: La paz, el desarrollo y la protección del medio ambiente son interdependientes e inseparables.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.