Por enésima vez y por los mismos protagonistas comienza la operación Verde. Es normal y nadie, insisto nadie, debería darse por sorprendido. El deterioro del PSOE es grande, IU no despunta (en las encuestas y en la sociedad) y sigue perdiendo efectivos y, lo fundamental, se abre un espacio político a la izquierda del zapaterismo, […]
Por enésima vez y por los mismos protagonistas comienza la operación Verde. Es normal y nadie, insisto nadie, debería darse por sorprendido. El deterioro del PSOE es grande, IU no despunta (en las encuestas y en la sociedad) y sigue perdiendo efectivos y, lo fundamental, se abre un espacio político a la izquierda del zapaterismo, diremos que significativo. Todo ello en la vigilia de una Huelga General más que difícil a cuyo éxito hay que apostar con todas las fuerzas ideales, morales y organizativas.
Que IC esté en la operación desde el principio de los tiempos a nadie puede extrañar. Hablar de deslealtad y demás juicios morales es más rabieta que verdad: nunca lo han ocultado, los hechos lo han confirmado una y otra vez y, cosa no menor, el PCC lo ha legitimado (a priori o a posteriori) siempre, como muestra, las últimas elecciones europeas. Rasgarse las vestiduras y poner cara de ofendido no arreglará nada y lo empeorará todo.
La política tiene sus reglas, no son muchas y, además, no son fáciles de definir, pero existen. Cuando hace mucho tiempo algunos hablábamos de Refundar la izquierda (que no IU) constatábamos dos cosas: que IU estaba agotada como formula política y que era necesario iniciar un proceso constituyente para fundar una nueva fuerza de la izquierda alternativa. No éramos inocentes, sabíamos que, de un lado, la lucha por la hegemonía ideal y programática sería (como siempre) un problema básico que solo se podría resolver con reglas claras, democracia y consenso. De otro lado, que las estructuras de poder de IU no estaban por la labor. Esto es siempre entendible: se tiene representación institucional, poder (pequeño pero muy valioso) que repartir y los acuerdos internos cada vez están más marcados por los recursos derivados de dicha representación. La lógica dominante en IU ha sido lo que he llamado la «lógica del reparto». Esta consistía, básicamente en lo siguiente: se sabía que se iba a subir electoralmente, poco o mucho, pero se subía y que lo fundamental era que las federaciones más importantes (Madrid y Andalucía) alcanzasen para ellos el máximo de poder institucional, que es lo realmente importante, según ellos, en la política. Hasta ahí, lo previsible. Ahora bien, eso tenía varios problemas: primero, que lo que queda de IU tiene poca sustancia social y un atractivo electoral limitado; segundo, que a la izquierda del PSOE se abren espacios que otras fuerzas, naturalmente, quieren ocupar electoralmente; y tercero, que para el PSOE, ante la evidencia de una marcada derrota electoral, no sería demasiado negativo que fuese ocupado por fuerzas complementarias y políticamente liberal-democráticas, como son en casi todas partes los Verdes.
La operación Verde han que verla, pues, en este contexto. Se comprende el nerviosismo existente en muchas gentes de IU: la subida electoral sigue siendo precaria y más competidores en los mismos espacios podría convertirla en nada. Este es el problema y de aquí vienen los dilemas políticos que, gusten más o gusten menos, hay que afrontar sin autoengaños: o la lógica del reparto o la lógica de la hegemonía social y cultural. Con la primera ya se sabe, más o menos a donde se va a llegar y conocemos claramente sus límites. La otra, el proceso constituyente, tiene una gran ventaja, responde a una necesidad social y electoral (después de la Huelga General más), abre espacios nuevos (se sale de los juegos de suma cero) e impulsa una dinámica unitaria por abajo que puede convertirla en un territorio propicio para la innovación social, cultural y política.
Las próximas elecciones municipales podrían ser un elemento decisivo en la reconstrucción de esta fuerza alternativa. Crear miles de candidaturas unitarias, construidas con una democracia participativa fuerte y real, conectadas con las izquierdas sociales, podía ser no solo un instrumento electoral, sino un medio de autoorganización política para dotar de sustancia social a la construcción colectiva de una nueva formación de la izquierda alternativa.
Si este proceso lo encabeza IU, la convertiría en una fuerza útil y ayudaría mucho a su extensión política y orgánica. Como las realidades son ontológicamente tercas, acaban siempre por imponerse. El otro escenario también es posible atisbarlo: hacer la refundación al margen o contra IU. Más desgarros, más divisiones y lo peor: no estar la a las alturas de las necesidades de las gentes.
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