Se han acabado las imágenes de los jubilados jugando a la petanca cada vez que los medios de comunicación se refieren a las pensiones y a los pensionistas. Se han acabado las mentiras y la chulería de la responsable ministerial cada vez que se refiere a este asunto. Ahora, mostrando claros síntomas de derrota, apela […]
Se han acabado las imágenes de los jubilados jugando a la petanca cada vez que los medios de comunicación se refieren a las pensiones y a los pensionistas. Se han acabado las mentiras y la chulería de la responsable ministerial cada vez que se refiere a este asunto. Ahora, mostrando claros síntomas de derrota, apela a la responsabilidad de los demás partidos políticos, en la creencia de que hay manipulación, algo que ella práctica habitualmente.
Las imágenes y los videos anteriores de los más mayores en TV se han convertido en numerosas concentraciones multitudinarias ¡y lo que queda! y en declaraciones de muchos de ellos: trasparentes, contundentes, valientes, sin miedo. Se acabaron los efectos de las mentiras, de la demagogia de Rajoy y los suyos. Están aterrados. Las encuestas les preocupan en demasía. Si la cosa sigue así, se convertirán en la última fuerza del panorama político, como en Catalunya. Son ya muchas cosas: la corrupción profunda y permanente, la provocación, el nepotismo, la enorme desigualdad, las mentiras y otras tantas a las que haremos referencia más adelante. El PSOE, por fin, promete actuar contra el Gobierno: una moción de confianza junto a Podemos. Con condiciones.
Ha aparecido un nuevo poder, el poder creado por la lucha de los que reciben una pensión, insuficiente para una vida digna. Otras veces hemos dicho que la única forma de combatir al poder es perder el miedo y crear otro poder que haga temer al de la oligarquía y a sus secuaces, en este caso el Gobierno. Ahora mismo están desorientados, asustados. Seguirán ejerciendo la mentira: ¿cuánto les queda?
Hubo otro tiempo en este país, allá por los años setenta, en el que el movimiento obrero se convirtió en un arma poderosa que hizo tambalear a la clase dominante. Fue en esa época en la que se conquistaron los derechos de reunión, manifestación y huelga. Fue entonces cuando mejoraron sensiblemente las condiciones laborales y salariales. Se consolidó lo que vino en llamarse: estado de bienestar. Se conquistaron las necesidades inmediatas. La clase obrera, una vez logrados esos intereses, se replegó y se adaptaron a la nueva situación: en suma, se hizo más conservadora. No fue posible pasar de la lucha por los intereses inmediatos a la de la lucha por los intereses de clase. La clase dominante fue perdiendo el miedo y, con las concesiones que se llevaron a cabo, recuperó su poder. La correlación de fuerzas volvió a estar a su favor.
Vuelve a aparecer un nuevo núcleo de poder materializado en la lucha de los más mayores. De momento erosiona al poder político, cosa que no consigue la acción (o inacción) de la oposición en el parlamento. A diferencia de la etapa señalada anteriormente, la formación y aparición ahora ha sido muy rápida, en sintonía con la rapidez con la que trascurren ahora los acontecimientos, consecuencia de la inestabilidad y el agotamiento de este sistema. Queremos ser optimistas y pensar que esta vez la lucha por los intereses inmediatos vaya un paso más allá. Condiciones objetivas no faltan. Estas son algunas: la corrupción profunda y permanente, la degeneración democrática, la resistencia al cambio de los de arriba, la precariedad y los salarios de miseria, la enorme desigualdad, las mentiras de los ricos, las bajas pensiones y las dudas sobre la continuidad del sistema público.
En este panorama socioeconómico los partidos que se autodefinen como de izquierda tienen una oportunidad para dejar de defender los intereses de la oligarquía y sintonizar con los que luchan por un mundo más justo. Por otra parte, las manifestaciones de los pensionistas deberían animar a las generaciones de menor edad para combatir contra el sistema porque su futuro, incluso su presente, no es demasiado halagüeño. Su tratamiento en profundidad es materia suficiente para otro análisis.
Creemos, incluso estamos convencidos, que esto no se convertirá en una revolución, aunque, como hemos enumerado, motivos no faltan. Pero un frente común ante la situación límite a la que hemos llegado, podría dar una salida racional a toda esta locura que vivimos. De no ser así, la incertidumbre y la sin razón se adueñarán de sociedades como esta nuestra, porque el capitalismo ha cambiado de cara, afectando, ya está ocurriendo, a la organización y al equilibrio social heredados. Porque el sistema se derrumba, aunque nadie lo fuerce, ya que, parafraseando a un ilustre pensador y activista: el capitalismo lleva en sus genes la autodestrucción. El paso de esta situación a otra forma de vida puede durar más tiempo de lo que pensamos. Un tiempo de sufrimiento para muchos. Ya a finales del anterior milenio muchos autores pronosticaban el final de esta etapa. Desde entonces el deterioro de las clases populares y la desigualdad han ido en aumento.
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