Era un día gris y lluvioso en Madrid. En el corazón del barrio obrero de Carabanchel, en una humilde casa de vecinos, tuve la oportunidad de conocer a Marcelino y a Josefina. Cuando uno llama al portero automático, sube unas escaleras y se encuentra tras una puerta a un pedazo de la historia de España, […]
Era un día gris y lluvioso en Madrid. En el corazón del barrio obrero de Carabanchel, en una humilde casa de vecinos, tuve la oportunidad de conocer a Marcelino y a Josefina.
Cuando uno llama al portero automático, sube unas escaleras y se encuentra tras una puerta a un pedazo de la historia de España, es normal que las emociones fluyan y nublen la razón. El hombre que se encontraba al otro lado de la puerta era un héroe de la clase obrera, tal cómo lo cantaba John Lennon. Su compañera de tantos años y de tantas luchas nos recibió con dos sonoros besos en las mejillas, con todo el cariño de una «casi paisana».
Un piso de escasos 60 metros cuadrados nos aguardaba. La vivienda de un obrero jubilado y de una pantalonera almeriense, el lugar donde escuchar la voz de la memoria, el relato de la historia hecha desde abajo, construida a base de sangre, sudor y lágrimas.
Marcelino Camacho Abad nos condujo a su despacho y nos mostró los recuerdos de toda una vida, mientras Josefina trajinaba en la cocina. El sindicalista del eterno jersey de cuello alto, el rojo hecho a si mismo desde la derrota de la República, nos enseñó la felicitación del año nuevo revolucionario que le había mandado recientemente el Comandante Fidel Castro. Ese pequeño instante de unión entre Marcelino y Fidel, condensa la historia de dos países, de dos naciones, unidas en el idioma y desunidas en el sistema económico. España y Cuba, cara y cruz del siglo XX. La Revolución española, derrotada y traicionada, la cubana, triunfante tras 47 años.
Marcelino recuerda su vida, que es un poco la de todo el pueblo revolucionario español que perdió la guerra y también la paz : soldado del EPR, compañero de armas del gran muralista mexicano David Alfaro Sequeiros, preso durante 14 años entre cárceles y campos de concentración, fugado mientras construía el ferrocarril ente Tánger y Fez, tornero-fresador, jefe de talleres en Perkins Ibérica, fundador de Comisiones Obreras en la clandestinidad, preso de nuevo por el proceso 1001,diputado por el PCE en dos legislaturas, secretario general de CCOO de 1976 a 1987, militante del socialismo marxista-leninista,…Un camarada que cumplió 88 años en enero.
Josefina Samper Rosas, nacida en Fondón, pueblo de la Alpujarra de Almería, en mayo de 1927, hija de minero, emigrada a Argelia a los cuatro años y medio con su familia, se casó con Marcelino en Orán en el año 1948. Luchadora antifascista, afiliada a las JSU desde los 14 años, compañera inseparable de Camacho, madre de Yenia y de Marcel. El acento de Josefina es inidentificable, mezcla de Almeria y de Argelia, de la Vieja Europa y el África Bereber , un acento simpático y afectuoso, que escuché la primera vez ante la pantalla del televisor, en el especial de Cuéntame cómo pasó sobre el asesinato de Carrero Blanco. Me fascinó el acento y después me fascinó la persona.
Hablando con Josefina y Marcelino recordé a otro ilustre anciano, prócer de la Transición, padre fundador de la democracia de bajo nivel que nos impusieron, ahora muy atacado por la ultraderecha franquista, don Santiago Carrillo Solares, secretario general del PCE desde 1962 hasta 1982. El señor Carrillo colabora semanalmente en la Cadena Ser, escribe en El País, y recibió un sonado homenaje cuando cumplió 90 años, hace casi un año. A estas alturas de la película Carrillo es casi una estrella mediática y Marcelino sigue siendo un hombre de la base. Juzguen ustedes, creo que no hacen falta más comentarios por mi parte.
Quisiera terminar este escrito, recordando el busto que descansa en el mueble-librería del salón de la casa de Josefina y de Marcelino: una pequeña reproducción de la efigie del militante comunista Julián Grimau, fusilado por el fascismo en 1963. El recuerdo de un camarada oscuro (según el genial dramaturgo Alfonso Sastre) , cómo ellos mismos lo fueron y siguen siéndolo en esta època de desmemoria y olvido flagrantes. Miles y millones de camaradas oscuros que señalan con luz cegadora el camino que debe de conducirnos hacia el final de la desigualdad y de la explotación.