Dicen los expertos que un grupo de música rock nace cuando se reúnen varias personas con un sueño en común, cuando la energía de la juventud es capaz de dar el estímulo necesario y suplir el miedo al público y los escenarios. Para asegurar la química adecuada hacen falta los dos componentes: ser jóvenes y […]
Dicen los expertos que un grupo de música rock nace cuando se reúnen varias personas con un sueño en común, cuando la energía de la juventud es capaz de dar el estímulo necesario y suplir el miedo al público y los escenarios. Para asegurar la química adecuada hacen falta los dos componentes: ser jóvenes y ser desconocidos. Pero en algún caso excepcional se produce el hechizo, aún faltando ambos factores. Cuando Crosby, Stills y Nash se encontraron en Laurel Canyon en 1969, ya eran músicos consagrados con multitud de muescas en sus guitarras. David Crosby fue fundador de los fantásticos Byrds, Stephen Stills se había marchado de Búfalo Springfield, y Graham Nash había dejado The Hollies. Más tarde se unió a trío Neil Young, cuando lo de young era ya dudoso, justo para participar en el mítico concierto de Woodstock, cuya canción «ad hoc» fue compuesta por Joni Mitchel. La magia del cuarteto CSN&Y no duró mucho, pero tuvo un impacto considerable.
Salvando las distancias y los temas, en Navarra se ha producido una especie de milagro similar entre viejos rockeros. ¿Cuánto durará? Imposible saberlo, pero es, de momento, una experiencia digna de ser contada. Las voces empiezan a empastar y las canciones, aunque con letra conocida, traen una música que parece sonar distinta.
Resulta complicado entender y explicar el caldo de cultivo de este experimento social. Navarra es «Tierra de diversidad» según la propaganda oficial de UPN, y no sólo por gastronomía, geografía o la popularidad de los Sanfermines; en política desde luego, lo es: hasta seis opciones diferentes pueblan el parlamento foral, que podrían ser siete, si UPyD cumple con los pronósticos. También es cuestión de Estado, un lugar donde no está permitido que nuestros dirigentes elegidos en la urnas decidan. Es Madrid quien hace y deshace a su conveniencia, una matraca que a este paso va a aumentar de manera imparable el número de autonomistas, separatistas o independentistas, llámenlos como quieran, que de todo hay. No sólo sabemos cantar el riau-riau, estamos ensayando melodías nuevas.
Fue en Navarra donde se fraguó en los 80 el antimilitarismo del Estado español, que se transformó en insumisión a la mili y acabó con el ejército profesional. Entre enero 2012 y septiembre 2013, Navarra fue la comunidad (con su escaso medio millón de habitantes) aparte Madrid, donde más manifestaciones o concentraciones se dieron en el Estado español, con 172 expedientes incoados (49.508 euros en multas) por el Ministerio del Interior, por presuntas irregularidades. Una muestra de dos cosas: que vamos a toda velocidad hacia un estado mordaza, que desprecia y reprime la disidencia, cual estado totalitario; y segundo, que Navarra es un hervidero de vida social, máxime ahora que la derecha vuelve a ver peligrar sus privilegios, con las 100 familias que la dominan y vuelve a gritar desesperada: ¡¡que vienen los vascooos!!…
Sea porque el gobierno de UPN se ve acosado por sus múltiples errores de amiguismo, clientelismo o corrupción, sea porque el PSN no quiere ponerse en la oposición y prefiere las migajas del poder, sea porque la izquierda no se fía una de otra y busca aumentar su parte del quesito a costa del vecino, sea porque la población no hemos abandonado la mala costumbre de dejar la política para los políticos, que empezó cuando el guapo de Felipe González ganó por goleada las elecciones del 82, el caso es que al Reyno foral le queda algo más de un año de desgobierno y descrédito. La marquesa de Barcina se ha quedado sola en su protagonismo absurdo, a la espera quizá de que un PSN con caras nuevas, le pueda dar a ella o a su partido 4 años más de mandato. ¡Cómo desafina cuando canta la jota, y cómo se le hincha la vena antivasca!
Entre la ciudadanía cunde una desesperante sensación de impotencia y rabia, al observar que no somos capaces de tumbar a un gobierno famélico, dentro de un contexto general de debilidad. Lo parece la monarquía, víctima de sus propios errores, con un himno sin letra; también el gobierno del gallego de barba blanca, el mismo que vio unos «hilillos» saliendo del Prestige y hoy tampoco parece reconocer las grietas en el Titanic «Marca España». Que las instituciones hayan optado por silenciar en los medios y luego reprimir con la máxima violencia las Marchas por las Dignidad del 22M, dice algo parecido… ¿empiezan a tener miedo?…
Parte de esa ciudadanía optó hace unos 15 meses por tomar una iniciativa. Gente del 15M y de los movimientos sociales, exmilitantes de extrema izquierda, rebotados del sindicalismo mayoritario, feministas, algunos militantes de partidos y sindicatos actuales, personas con los culos pelados de lucha ecologista, y decenas de colectivos con todo tipo de ismos, se preguntaron si sería posible una unión desde abajo. Una organización transversal e inclusiva que acumulase fuerzas desde la diversidad, pero que cumpliese dos condiciones: figurar a título individual (no como representante de tal sindicato o cual organización) y buscar los puntos en común.
Nos juntamos en los locales de los Traperos de Emaús, un colectivo que recicla objetos desde hace años con mucha solera y convicción. Las primeras reuniones fueron todo un reto, había mucha ilusión y mucho miedo. Nos juntamos entre 40 y 50 personas. No tardaron en aparecer los viejos recelos, el sectarismo, el protagonismo, y sobre todo, había un resquemor. La gente no acababa de creerse que no hubiese una mano negra detrás. Alguien que estuviese manipulando al grupo con intereses partidistas o electoralistas. Una batuta oculta.
Las reuniones más duras fueron las siguientes. La afluencia bajó y se descolgaron algunos de los promotores más conocidos. Hubo días en los que a las 6 u 8 personas presentes nos dieron ganas de tirar la guitarra contra los bafles. El trabajo fue durísimo: leer los programas o manifiestos de todos los partidos, sindicatos o movimientos sociales existentes en Navarra (hasta cerca de 70 programas) para sacar un resumen de los puntos básicos que pudieran ser comunes a la ciudadanía y sobre ello debatir y negociar. Además aquí hay un problema añadido: conjugar la ikurriña moderada, la republicana y la ikurriña radical, dicho sea con todos los respetos hacia ellos y ellas. Mezclar el aurresku, con las canciones de la guerra civil; el puño levantado con las manos abiertas en movimiento, o la internacional con el eusko gudariak… De momento, hemos pactado, no sacar símbolos.
Toda tierra prometida tiene una travesía del desierto. Y aquellos meses de poquísima asistencia lo fueron. Ni yo mismo creí que aquel arcaico megáfono sin pilas, volviese a funcionar. Pero un buen día tuvimos un pequeño fruto: un endrino arrugado y descolorido en forma de 14 puntos comunes, que se adjunta aparte. Era algo. Aún casi sin olor ni sabor, ahí estaba y pareció sano porque nadie lo discutió nunca. El mínimo común denominador que nos enseñaron los padres escolapios, hace varios siglos. Ahí estaba. Lo miramos con la misma ternura y delicadeza que los padres al neonato en su incubadora. Lleno de tubos y de fragilidad, cuando basta cualquier microbio paseando por las cercanías para terminar. Acercando la oreja pudimos escuchar una tenue canción de cuna…
¿Qué busca la Asamblea por el Cambio Social (AxCS)? Primero, eliminar desconfianzas. Crear un clima sano de debate, acercar posturas, alejar sectarismos. Segundo, empoderar a la ciudadanía, basta de dejar la política a los profesionales, liberar el sentido de la «res pública» y su debate en el ágora central de cada ciudad, cada pueblo, cada barrio. Tercero, buscar la unidad. Aglutinar el potencial liberador de todas y cada una de las luchas que cada sector promueve en su campo social. Esto hubiese sido imposible si nos hubiésemos presentado como representantes de tal o cual organización, los vicios adquiridos hubiesen sido una nota discordante. Y cuarto, si todo ello se mantiene, ¿porque no soñar?… ¡alcanzar el poder!… Ahora parece muy lejano, pero supongo que conocen el cuento de la lechera.
Tenemos un distintivo peculiar: una cartulina de colores sin escribir, en la que cada persona pone su particular reivindicación. Hicimos la presentación pública en el salón de actos de las escuelas de San Francisco en diciembre 2013 con entrada completa y breves discursos de gente de muchos movimientos sociales. Casi nadie recordaba haber visto en la misma mesa, a un viejo sindicalista anarco, una joven socialista, un miembro de la izquierda abertzale y otro del 15M… También hemos dado varias ruedas de prensa abiertas en la Plaza del Castillo.
Dicen algunas encuestas, incluso las más optimistas para la izquierda, que el reparto de escaños en un hipotético parlamento foral daría un posible empate a 25 entre las fuerzas conservadoras (PP, UPN, UPyD PSN) y las «progresistas» (IU-B, Geroa Bai, Bildu). Todos los esfuerzos de la política clásica se irían entonces por la alcantarilla… Pero ¿qué pasaría si un colectivo potente solicitase abiertamente la unidad por el bien común? Si una coalición ciudadana, basada en nombres conocidos de personas honestas, con un programa como el de la AxCS o similar, con el objetivo de restaurar la dignidad en las instituciones, terminar con los recortes, las obras faraónicas innecesarias (TAV, Canal de Navarra, etc.) de replantearse la deuda ilegítima y que pensase en salvar a las personas, no a los bancos; en ser y no en tener, en hacer efectiva la democracia participativa, asentar el derecho a decidir… quizá por la discutible Ley de Hont, podría obtener una mayoría, tan difícil como necesaria, para cambiar el rumbo de nuestra pequeña isla maldita. Pero nuestro objetivo final no es una plataforma electoral.
Nuestro experimento tiene fallos sin duda, falta la juventud, aunque empieza a participar. Y los partidos nos miran de reojo con escepticismo, incluso con cierto temor. Estamos haciendo un esfuerzo para que nuestras canas, nuestras tripas y nuestras calvas, puedan seducirles y estamos consiguiendo avances. Creemos que si a un cuarteto de viejos rockeros, se sumasen los niños del coro, (una utopía no tan lejana) el cóctel puede ser formidable. Al revés que Mayo del 68 cuando a los estudiantes siguió la clase obrera. Un concierto majestuoso podría marcar época en el siglo XXI. El pasado sábado 12 de abril tuvimos un recital en la Plaza del Castillo de la vieja Pompaelo. De manera testimonial le cambiamos el nombre a Plaza del Cambio. Los ensayos siguen y seguirán, hasta que el grupo desentone o pierda la ilusión. No tocamos por dinero, tan sólo por el placer de cantar y de que cualquiera pueda subir al escenario. La música del capitalismo esta muy oída. Viciada de drogas y de entradas falsas, con una reventa por las nubes. Un coro mundial terminará con ella. No tiene futuro, es antisocial. Y daña los oídos.
Quizá en la mezcla de unas generaciones con experiencia y una juventud pujante, unidas en una armonía de solidaridad y generosidad, esté el futuro de los desheredados, si somos capaces de sacudirnos individualismo, consumismo y sectarismo. Queremos que la magia de los años donde quisimos hacer la revolución y nos impusieron la birria de la transición, vuelta a los polideportivos, avenidas o plazas de toros. Sabemos mucha música y tenemos una ilusión renovada, tan sólo hace falta convencer al gran público. ¡Casi nada! ¡Viva la AxCS!… ¿Llegará a triunfar este nuevo grupo o será un experimento fallido?… Quien no experimenta, no inventa. Quien no friega platos, no los rompe, decía mi abuela. La AxCS tiene una magia musical que te arrulla. ¿Cuánto durará? Mmmmmm… De momento, sobrevive, que no es poco.
Manuel Millera. Miembro de la AxCS y de ATTAC Navarra-Nafarroa
Web de AxCS: http://www.
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