La semana pasada mí sobrina, que no tiene más de doc eañoss, me pidió prestado los tomos de «Las mil y una noches» que advirtió en un anaquel de mi biblioteca. Había oído hablar de la princesa Scherezada y de las peripecias de Simbad el marino. También leyó, de manera dispersa, las aventuras de Aladino […]
La edición que poseo es una versión integral de la obra, en dos tomos de 900 páginas cada uno, sin los cortes y enmiendas puritanas que se han hecho a esa obra para el consumo infantil. El texto original es de un erotismo exorbitante, de una poética sensualidad. Contiene toda la voluptuosidad del Oriente adornada de un sensible lenguaje lírico. Quienes crean que se trata de un libro para niños no lo han leído en su integridad o se han dejado desorientar por adaptaciones pudibundas.
La primera traducción del árabe fue realizada por el francés Antoine Galland en 1704. El traductor no se atrevió, en aquella época, a transcribir literalmente el desbordante repertorio de lujuria desbocada que halló en el texto. Galland había sido enviado por Luis XIV a explorar Turquía y extendió sus viajes por el Oriente Medio. Realizó encuestas sobre numismática, que era uno de los pasatiempos favoritos del Rey francés. En uno de sus itinerarios conoció a un cristiano maronita que entretenía en los zocos a sus auditorios con algunos fascinantes relatos verbales.
No está claro si Galland tomó al oído lo que escuchaba o si recibió alguna trascripción manuscrita de las narraciones, aunque esto último es lo más probable dada la vastedad de la obra. La versión de Galland, de 1704, estaba volcada en doce tomos y se basó en un manuscrito sirio. Tuvo un éxito de público clamoroso en Europa pero no le faltaron detractores que alegaban que muchos cuentos habían sido distorsionados y que faltaban muchos relatos del original árabe.
Ahora leo en «Liberation» que una nueva versión al francés acaba de ser terminada por Jamel Eddine Bencheikh y André Miquel y se basa en la edición Vulgata, o de Bulaq, nombre de la ciudad egipcia donde el libro se imprimió en 1835. Esta novedosa trascripción se nos presenta como»como censurada» con la totalidad de todas y cada una de sus líneas de alegre sexualidad y saldrá publicada por Gallimard en su colección de La Pleiade, en un tomo en papel Biblia con 1312 páginas.
El origen de esta obra se pierde en el tiempo. Está compuesta de caracteres y situaciones provenientes de la India, Irán, Egipto, Turquía y Grecia antiguas. La primera referencia conocida se remonta al siglo IX de nuestra era. En el año 947 el persa Hazar Afsanak habló de una compilación de mil cuentos. Cuarenta años más tarde Ibn al-Nadym comenzó otra compilación de esas narraciones, a la cual tituló»œPrados de oroâ€?, de las cuales solamente 480 llegaron a ser manuscritas. Todos los analistas concuerdan en que esta obra es una creación colectiva de fábulas populares que se trasmitieron oralmente en el Oriente, a lo largo de los siglos, y se fueron enriqueciendo con el paso del tiempo, según la imaginación de los relatores.
Hasta que en 1885 el explorador inglés, Sir Richard Burton realizó una versión completa y definitiva con su traducción al inglés en dieciséis tomos, con notas y comentarios, que ha sido la base de los textos inexpurgados que hemos conocido después. Burton fue un agente de inteligencia británico que se distinguió por sus expediciones en í?frica, sobre las cuales llegó a publicar cuarenta y tres libros con el resultado de sus investigaciones. Su obra más destacada fue la traducción libre de»œLas mil y una nochesâ€?.
Muchos escritores, nullºsicos y pintores se han dejado seducir por la magia de los cuentos de Scherezada: Voltaire, Stendhal, Edgar Allan Poe, Proust y Borges han sido algunos de los muchos que han estudiado el texto de los cuentos orientales. Rimsky Korsakov le dedicó una de sus más famosas composiciones musicales.
«Las mil y una noches» continúa siendo, junto al Corán, dos de los tesoros literarios más importantes de la cultura arábiga-oriental. Los relatos constituyen el resultado de muchos siglos de consejas, experiencias representativas, fábulas tribales, historias vividas o adornadas con quimeras. Su rico lenguaje, su delicada vibración poética, su fino erotismo –que en ningún caso se deja arrastrar a la pornografía–, su delirante fantasía, han hecho de ese libro uno de los más favorecidos en la predilección de los lectores. Aunque ha sido mal clasificado como literatura infantil, constituye una de las joyas de la narrativa mundial y un hito en la memoria de la imaginación popular.