Nunca se toma el poder, sino que el poder es el que le toma a uno, según afirmó en una entrevista publicada por el periódico «La Marea». La anarquía no radica en el futuro, ni tampoco en el pasado (en los grandes personajes de 1936), sino en el presente. Éstas son dos de las ideas […]
Nunca se toma el poder, sino que el poder es el que le toma a uno, según afirmó en una entrevista publicada por el periódico «La Marea». La anarquía no radica en el futuro, ni tampoco en el pasado (en los grandes personajes de 1936), sino en el presente. Éstas son dos de las ideas que vertebran el pensamiento del militante y teórico anarquista, Tomás Ibáñez (Zaragoza, 1944), con las que introduce su conferencia en los actos que conmemoran el 30 aniversario del Ateneo Libertario Al Margen de Valencia. ¿Qué puede apuntarse sobre «el anarquismo que viene»? A responder esta cuestión ha dedicado unas palabras quien fue catedrático de Psicología Social de la Universitat Autónoma de Barcelona hasta el año 2007, activista en el mayo del 68 francés y en los intentos de reconstrucción de la CNT.
Del anarquismo que viene puede afirmarse que será inevitablemente distinto del heredado, y también del hoy vigente. Por un lado el anarquismo implica una formidable exigencia de libertad, pero también de pensamiento crítico y lucha política contra la dominación en todos los ámbitos. «Es en el seno de estas luchas donde se fragua el anarquismo», resalta Tomás Ibáñez. Los dispositivos de dominación evolucionan a lo largo del tiempo, pero también las prácticas antagonistas, de manera que el anarquismo se va modificando. «Si cambia la Idea, cambia asimismo la acción, pues se trata de ejes indisolubles», señala el autor de los libros «Anarquismo es movimiento», «Contra la dominación» o «Municiones para disidentes», entre otros.
Uno de los retos del anarquismo es «reinventarse», y para ello los activistas tendrían que movilizar su creatividad. Estos cambios dependerán del contexto social en el que se desenvuelva el anarquismo, ineluctablemente inserto en un cambio de época que ya se apunta. «La destrucción del capitalismo es irrenunciable para el ideal libertario, ya que éste se define por la lucha contra la dominación», afirma Ibáñez. Pero el sistema capitalista que se avizora no es como el del pasado, por lo que se requieren nuevas formas de lucha. «Frente a quienes anuncian desde hace mucho tiempo un gran colapso, el capitalismo ha demostrado una gran capacidad de regeneración», matiza Tomás Ibáñez. Esta nueva modalidad de capitalismo obtiene unos grandes beneficios de los flujos financieros y de información, es más, la producción de valor ya no se obtiene exclusivamente del trabajo. Todas las actividades de la vida cotidiana se han convertido en fuente de beneficio, y de lo que trata el Capital es de producir subjetividades que se adapten a su lógica. Producir la forma de ser, sentir y relacionarse de las personas. «Hasta la libertad -para consumir, para buscar empleo- se convierte hoy en una forma de sometimiento».
El capitalismo no sólo representa en la actualidad un sistema económico específico, sino una forma de vida que tiende a ser hegemónica. Además, en la actual fase de la globalización capitalista no hay «afuera» ni «exterioridad», «se ha colonizado todo el planeta así como sus alrededores». En cuanto al sistema político, Tomás Ibáñez se remite al libro «A Nuestros amigos», texto del colectivo «Comité Invisible» publicado por «Pepitas de Calabaza» en 2015. El poder político, convertido en teatro y escenario de comedia, se ha desplazado desde los parlamentos hasta las grandes infraestructuras de la economía capitalista. «Es ésta nueva modalidad de capitalismo donde se está construyendo el anarquismo que viene», concluye Tomás Ibáñez. A esta primera gran mutación se agrega otra no menos considerable, la protagonizada por la informática, que opera a un ritmo de vértigo, mucho mayor que el de la construcción de resistencias.
El actual capitalismo, con sus flujos financieros y de información, no asumiría su forma actual sin la informática. Se trata de un sistema económico caracterizado por una fabulosa densificación y rapidez de las interconexiones, casi siempre en tiempo real. Son los sistemas informáticos los que han dado un impulso enorme a la ingeniería genética y a la creciente sofisticación del armamento, con sus drones y misiles autoguiados, pero son también los mecanismos que están permitiendo «un totalitarismo de nuevo cuño», subraya el teórico y activista en el acto celebrado en el Colegio Mayor Rector Peset Aleixandre de la Universitat de València. La informática abre posibilidades a la acumulación ilimitada de datos, los análisis sistemáticos del ADN o la autoexposición de la vida cotidiana a través de las redes sociales. «Incluso nuestras no acciones pueden ser archivadas para siempre por el estado y las grandes empresas privadas». De este análisis infiere Tomás Ibáñez una reflexión demoledora: «El principal peligro totalitario no procede del auge de la extrema derecha (que también), sino de los nuevos dispositivos vinculados a la informática que atrapan nuestras vidas». En ese contexto, «hay que buscar las grietas que hacen posibles las prácticas de libertad».
El autor de «Anarquía es movimiento» señala una tercera gran mutación, de carácter ideológico. «Hemos iniciado la salida de la modernidad, que en Occidente se definía por el discurso de la Ilustración». Este basamento teórico hoy se resquebraja: periclitan los relatos de la razón triunfante y del Progreso como credos contemporáneos. «Pero el nuevo discurso se nos presenta todavía incipiente y confuso como para que podamos atisbar sus nuevos rasgos», expone Tomás Ibáñez.
Caracterizado el presente, descritas las tres «mutaciones», las raíces del anarquismo que viene han de rastrearse necesariamente en el movimiento libertario actual. Tras un largo periodo de escasa presencia internacional, el conferenciante pone el foco en el anarquismo juvenil, al que en algunos textos ha denominado «neoanarquismo» para distinguirlo de los «clásicos» de la Idea. Resalta que en todo el mundo operan colectivos juveniles, heterogéneos, fragmentados, volcados en temáticas muy diversas, que se adhieren a todas las movilizaciones que se enfrentan al capitalismo. A las posibilidades que ofrece la nueva realidad «líquida», estos colectivos se adaptan constituyendo redes autónomas que se tejen y autoorganizan según la coyuntura. Después de estos apuntes, Tomás Ibáñez lanza una advertencia: «La tentación de romper esta fluidez, este movimiento reticular y viral, conduciría seguramente al anarquismo hacia un nuevo eclipse».
Una de las singularidades de estos grupos de jóvenes es que viven inmersos en los valores que el cambio social tendría que promover: relaciones no sexistas y antipatriarcales (incluso en el lenguaje), lógicas no mercantiles y, principalmente, el desarrollo de prácticas, hechos, que rompan con la mera discursividad. «Lo fundamental es el hacer, de manera conjunta». Así, las fiestas, conciertos, comidas veganas, movilizaciones en los barrios y manifestaciones contundentes forman parte de la acción política. «Se trata de que el modo de vida se convierta en praxis política, y también de ayudar a un cambio en la subjetividad de las personas: la des-subjetivación resulta esencial para escapar al control del capitalismo», concluye Tomás Ibáñez.
Preguntado por una posible relajación en el movimiento popular, la relación entre la calle y las instituciones y las derivas actuales del 15-M, señala el autor de «Contra la dominación»: «No me preocupa que determinadas personas que han estado en el 15-M defiendan un asalto a la Institución, si ésa es su perspectiva, ahora bien, lo que me fastidia es que esto se vea como una proyección natural del movimiento, cuando más bien se trata de una traición». Al igual que organizar un partido político para tratar de ingresar en el Parlamento: «Eso no es anarquismo». «Podemos tampoco es el 15-M, es otra cosa». Tomás Ibáñez levanta la mirada y compara estos procesos con lo que sucede en países como México, Uruguay, Australia, Grecia o Turquía. «Allí no ocurre nada de todo esto, de hecho, continúan los grupos anarquistas; en Grecia no se han planteado en momento alguno entrar en Syriza o promover una alternativa electoral; estas mezclas libertarias con el asalto a las instituciones y el 15-M son muy particulares del estado español».
Ibáñez rechaza los dogmatismos, se considera «muy ecléctico». En Cataluña se está configurando el «Procés Embat», en el ámbito estatal se ha impulsado «Apoyo Mutuo», «adelante con cada una de estas iniciativas», señala el autor de «Anarquía es movimiento», quien valora estos intentos de organización pero también iniciativas como la okupación y autogestión de una sucursal bancaria en el barrio de Santa Eulalia, en Hospitalet de Llobregat. Señala que el problema estribaría en «hacer fetichismo de la organización y pensar que con ella se resolverían muchas de las dificultades». En otros términos, no se trata de forjar una gran organización que reúna los múltiples colectivos libertarios, con la excusa de que estos son «fragmentarios». «También en las grandes organizaciones hay un riesgo de guetización», concluye Tomás Ibáñez en el 30 aniversario del Ateneo Libertario Al Margen.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.